"¿Cómo se encuentra?". La voz que le interpelaba era la de la entonces ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal. Miguel Ángel Franco, entonces comandante del Ejército de Tierra, no sólo acababa de sobrevivir a un atentado terrorista en Bamako (capital de Mali), cuando los yihadistas irrumpieron en un resort a base de sangre y fuego; también había conducido a la salvación a un puñado de personas que, sorprendidas por el brutal ataque, no encontraban una vía de escape.
Este militar del Ejército de Tierra estaba descansando: bañador rojo y chanclas, apostado junto a la piscina del resort. Desplegado en la misión de la Unión Europea EUTM Mali -de instrucción y asesoramiento a las tropas locales-, una de las principales amenazas que se vivía en la región -aún hoy lo es- era la del terrorismo yihadista. Una amenaza que el 18 de junio de 2017 cobró toda su forma y volcó su ferocidad contra él y contra todas las personas que ese día estaban en el hotel.
Aquello era un infierno. Disparos, víctimas abatidas por el suelo y la incertidumbre de no entender del todo lo que estaba sucediendo. Pero en la cabeza de Miguel Ángel Franco, comandante del Ejército de Tierra, se despejaron todas las incógnitas. Y, de forma casi automática, entendió que debía reunir a todas las personas que estaban alrededor y echarse colina arriba, a una zona llena de vegetación, para tratar de salvar la vida.
"Go, go, go, go!", gritó el militar español. Le siguieron colina arriba. Entre esas personas había un militar húngaro, un tanto nervioso y quizá superado por los acontecimientos. "¿Llevas arma?", le preguntó Miguel Ángel Franco. Al obtener una respuesta afirmativa volvió a preguntar. "¿Puedo usarla?".
Era una pistola nueve milímetros parabellum. "Con ella en la mano, supe que todo había cambiado".
Entonces llegó él.
"Observé a un terrorista aproximarse desde una distancia de unos setenta metros. Era un varón que cubría su cabeza y su cuello con un turbante negro. Su piel no era clara ni completamente oscura. Portaba un fusil AK-47". Y añade: "En ese momento intuí que nuestras vidas iban a depender del resultado de ese enfrentamiento".
El militar español urgió a sus compañeros a abandonar la posición en cuanto disparase. Les dije que todo iba a salir bien. Esperó a que el asesino se acercase para tener más oportunidades de alcanzarle. "Adopté una posición lo más estable posible y apunté al terrorista".
¿Qué fue lo que propició esa clarividencia? Esa es la respuesta que el propio militar trata de aclarar a lo largo de casi 400 páginas en el libro Nadie lo va a hacer por ti, editado por La esfera de los libros y escrito junto al comunicador Míchel Suñén. El relato del atentado de terrorista no es el fin de la obra, sino el pretexto para discurrir sobre una serie de valores que, a su juicio, adquirió a través de la milicia y le permitió actuar de aquel modo.
"Estoy bien, señora ministra", respondió Miguel Ángel Franco a María Dolores de Cospedal. Una conversación en la que el militar español lanzó una petición a la titular de Defensa: "Quisiera terminar mi misión en Mali y permanecer en el anonimato", apuntó aquel comandante del Ejército de Tierra, hoy teniente coronel, que ahora atiende a Vozpópuli para abordar su experiencia y las razones que le llevaron a escribir este libro.
Pregunta: Vayamos al momento del ataque. Usted coge la pistola de otro militar...
Respuesta: Era húngaro, de avanzada edad. Hay países que mandan a militares más veteranos a las misiones porque no son ejecutivas, quizá de entrenamiento o asesoramiento. Esta era su primera misión y quizá no era una persona preparada para esa situación tan demandante. Quizá tenía alguna especialidad alejada de este tipo de acontecimientos. Quizá su mayor virtud fue la generosidad de confiar en otra persona su pistola, a un componente de un ejército extranjero.
La cojo y me centro en el siguiente hito. Doy algunas indicaciones a mi grupo y les pierdo de vista. Cuando me vuelvo a reunir con ellos resulta que falta él, el militar húngaro. Resulta que me había dado la pistola y fue a esconderse, algo que es perfectamente normal. Pero en ese momento yo no lo sabía. Pensaba que le había perdido. Cuando pasa todo y vuelvo del botiquín, voy a una sala con todos los supervivientes. Y ahí estaba. Le abracé y le di las gracias por todo.
P: Fueron casi cinco horas de intervención, escapando colina arriba. Cuenta en su libro cómo, en bañador y chanclas, terminó con los pies llenos de heridas tras correr por la maleza. Y que al final no podía ni andar, que tenía que arrastrarse con la pistola en la mano.
R: Hay muchos momentos que podrían parecer de película y que fueron reales. “¿Pero tú qué eres?”, me decían algunas de las personas que iban conmigo. ¡Normal que me lo preguntaran! Yo iba en bañador y descalzo. Pero como reaccioné bien, les mandé por la colina, les dije que se salieran del camino… En realidad no entendían nada de lo que veían. Les dije: “No os preocupéis que nos vamos a salvar, soy un militar español”. Me siguieron porque vieron la determinación y vieron en ella la seguridad de su salvación.
P: ¿Cómo es posible que en su libro recuerde los hechos con tanto detalle?
R: No me ha costado. La mente recuerda mucho más las cosas que te han emocionado. Se lo digo a los alumnos. Si puedes asociar un concepto a una emoción es mucho mas difícil que lo olvides. Tengo vivencias tan marcadas en el corazón, tan grabadas, que permanecen ahí por mucho tiempo. No me ha costado nada rescatar el detalle.
P: ¿Cómo se afronta una situación tan extrema? ¿Qué se siente?
R: Es una de las cosas sobre las que he estado leyendo a raíz de lo que me pasó, saber cómo se afrontan las situaciones límite. He leído estudios de psicología, antropología… hay cosas de algunas áreas de estudio que han determinado los ‘porqués’; elementos comunes de personas que se enfrentan a actuaciones armadas. Una de ellas es el efecto túnel: todos tus sentidos se centran sólo en lo que le interesa al cuerpo para sobrevivir.
Es como salirse de tu cuerpo y verlo todo desde una realidad distinta a la que es. Te ayuda a abstraerte de tus miedos e inseguridades. No todo el mundo tiene esa capacidad, quizá son rasgos y características potencias por las misiones y la preparación militar.
P: Usted trató inicialmente de pasar desapercibido a pesar de la magnitud de los hechos. Incluso entre sus familiares y seres queridos.
R: Salí del botiquín tarde y sabía que el ataque iba a salir en medios. Puse un whatsapp en el grupo familiar y dije que no había estado allí. Durante diez días se consiguió que no relacionaran el atentado conmigo. Luego empezaron a hablar de un comandante, destinado de Canarias… Al final fue Ángel Expósito quien dio mi nombre. Tuve que hacer Skype con mi familia, con mis padres. Les dije que había estado allí, pero que estaba bien. Sí es verdad que la distancia hace que los que se quedan en casa no me puedan ver, se vive distinto, pero son seis meses y tienes que acabar la misión.
P: Sin embargo...
R: Darte a conocer de esta manera al principio te crea cierta… es salir de tu zona de confort. Pero al final es adaptarse y afrontar el reto. Estoy dispuesto a hacerlo porque creo que es positivo. Esta era la séptima misión. Mi vida ha sido anónima y mi intención inicial era permanecer en el anonimato. Después de lo que ocurrió me llamó Cospedal, tuvimos una conversación y le dije que prefería pasar desapercibido si fuera posible, mantenerme en zona y no volver. Y quería acabar la misión. Me dijo que sí.
Pero hoy ponerle puertas a la información es imposible. Las labores de investigación dieron su fruto, se desvelaron iniciales, datos que conducían inequívocamente a mí. Esto lo veo como un servicio más. Y encantado si sirve para que nos conozcan, motivar a los jóvenes a que emprendan el camino de unirse a la milicia. Y al que no nos conozca, que se sienta orgulloso. Somos los garantes de su seguridad. Que al menos vean que sus esfuerzos presupuestario sirven para algo.
P: A pesar de lo que puedan pensar algunos, este no es un libro sobre un relato.
R: La editorial fue la que apostó por nosotros, nos pidió este tipo de libro, un ensayo de autoayuda y nos pusimos a trabajar. Son siete valores que tenía interiorizados y que me ayudaron a ser eficaz. Se basa en reflexiones de muchos pensadores y filósofos, desde la antigüedad hasta la actualidad, pero adornado con experiencias propias. Era importante que no fuese un ensayo muy complicado de leer, traducido para gente joven, que se quiera iniciar en estas lecturas...
P: ... Y que quiera conocer a las Fuerzas Armadas.
R: Muchas veces se oye que un militar es una persona sobria y tal. Pero en el tú a tú se conoce a las personas. Todos tenemos vidas, debilidades, fortalezas… Antes quizá vivíamos en una sociedad más endogámica, con más vida en los cuarteles, te juntabas con los tuyos y ya está. Eso ha cambiado, somos muy conscientes de problemas sociales, mas integrados, mezclados.
P: ¿Su familia también ha descubierto con este libro detalles que no conocía de usted?
R: Este proyecto también ha sido bonito por eso, he dado opción a mi círculo más cercano a conocerme y entenderme. Las ausencias, que te hagas fuerte a la hora de no mostrar debilidad. Con esto han sido conscientes de que los esfuerzos eran por algo, por hacer cosas importantes en siete misiones.
P: ¿Sueña con lo que ocurrió?
R: Desde el día del ataque hasta hoy no he tenido ningún momento de pensarlo desde la ansiedad o un hecho traumático. Creo que le doy algún sentido con que mi conciencia está muy tranquila. Hice lo que tenía que hacer, en tiempo, forma y manera de lo que se esperaba de mí. Si acaso lo recuerdo cuando necesito obtener alguna satisfacción; cuando tienes una discusión, algún al día… pues viene a la memoria. Quizá vuelve para reforzarme en esos momentos.
P: ¿Mantiene el contacto con alguna de las personas a las que salvó?
R: El ser humano intenta borrar elementos que producen desasosiego. Quiero pensar que es lo que les ha pasado a los que estuvieron. Las únicas personas que mantuvieron contacto fueron tres holandeses, ese año contactaron conmigo por Navidad: “Gracias a ti estamos con nuestras familias”. A partir de ahí no hubo mas contactos. La vida sigue y hay que mirar hacia adelante.
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