Podemos, el partido que hace seis años aspiraba a dar el sorpasso al PSOE, asume como inevitable su papel subsidiario e intenta convencer a los socialistas para que hagan todo lo posible para robar apoyos a Isabel Díaz Ayuso. Para que el próximo 4 de mayo salga la ecuación, y la izquierda gane la batalla electoral de Madrid, hace falta que el PSOE sepa movilizar a su electorado. Esta es la conclusión a la que ha llegado el equipo de campaña de Pablo Iglesias, quien según sus seguidores ha logrado dar un giro y encontrar el "revulsivo" esperado con el ataque a Vox, pero que puede no ser suficiente.
Iglesias lanzó una campaña centrada en la búsqueda de la movilización de sus votantes. No quiso atacar al PSOE ni a Más Madrid, a pesar de que recuerdan que Gabilondo rechazó en un primer momento un pacto de gobierno con Unidas Podemos. El equipo de asesores de la Moncloa ha intentado encorsetar a Gabilondo para que comparta la misma línea estratégica de Iglesias, que pasa por evitar las guerras fratricidas y buscar un "frente amplio" contra Ayuso y Vox.
Todas las miradas están puestas en los trackings electorales. Las expectativas electorales no son buenas. Podemos arrancó con una estimación electoral del 10% y ahora ronda el 7%. Iglesias, por otra parte, ha dado algunos bandazos. Empezó buscando el enfrentamiento con la derecha, pero la protesta violenta en Vallecas durante un mitin de Vox le obligó a recular. Buscó enfrentarse a Ayuso en el ámbito de la gestión, pero la presidenta de Madrid no sintió el ataque (incluso en Podemos asumen que fue la ganadora del debate electoral). Así que volvió al esquema de la agitación para recuperar el modelo de "victimización" que sirvió para salvar los muebles en las generales de 2019.
200.000 indecisos
El equipo de campaña de Podemos recuperó el eslogan del "fascismo o democracia". Con él intenta anular el lema de "socialismo o libertad" de Ayuso. Algunos apuntan a que Iglesias actúa en plena coordinación con la Moncloa y lo cierto es que esa maniobra ha permitido cerrar filas. Durante los primeros compases de la campaña se podía apreciar cierta distancia de algunos dirigentes ante las decisiones del líder. Ahora, en cambio, todos reman en la misma dirección.
Para ello, Iglesias ha aprovechado la recurrencia del 25 de abril, fecha de la "liberación" italiana del fascismo y de la revolución de los claveles en Portugal, para obtener apoyos de otros políticos como el francés Mélenchon y el griego Tsipras. Aspira a movilizar al electorado de tradición comunista, cerrando filas con el votante tradicional de Izquierda Unida y el PCE.
El problema, admiten en Unidas Podemos, es que los esfuerzos de Iglesias pueden resultar en vano si los socialistas no hacen lo mismo con el electorado socialdemócrata. Los morados cifran el número de indecisos entre 200.000 y 300.000 personas, pero consideran que solo el PSOE puede penetrar en ese nicho, que ha quedado en parte huérfano por el desplome de Ciudadanos. "Para que haya gobierno de izquierda tiene que subir Gabilondo. Los otros, Podemos y Más Madrid, se reparten los mismos votantes", resumen fuentes del partido morado.
Temor a la doble derrota
Iglesias confía en que siete días es un tiempo suficiente para que se puedan dar sorpresas. Piensa lo mismo Irene Montero. Podemos es un partido acostumbrado a los golpes de efecto. Pero sabe que su público ya no es el de hace cinco años. En la izquierda madrileña, además, va circulando la tesis de que Más Madrid y la candidata Mónica García puedan hasta dar el sorpasso al PSOE. Es una opción "imposible" para muchos miembros del partido, aunque ven factible un "acercamiento".
La cuestión no es baladí, porque si Más Madrid se acerca al PSOE --al igual que está ocurriendo en Alemania entre los Verdes y la SPD--, pero Ayuso revalida el gobierno regional, los críticos de Iglesias podrán achacarle una doble derrota y pedirle que se aleje definitivamente de la secretaria general.
Un candidato "flojo"
En el trasfondo de todo, en efecto, se halla la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. Desde algunos sectores del partido aseguran que está preparando algo parecido a un asalto a la formación morada. Sobre ello se debate incluso a nivel semántico, entre "regeneración" de Unidas Podemos o "degeneración" impulsada por Díaz. Lo que sí se sabe es que la ministra busca afianzarse en el mundo sindical. Es su terreno preferido, y está logrando apoyos. Aunque internamente sigue vigilada por los emisarios de Irene Montero.
El pasado lunes, Díaz habló de unas primarias para afianzar su papel de candidata. "Si decido, no sustituir a Iglesias sino dar un paso al frente para liderar un proyecto político y presentarme a las elecciones, en primer lugar le daría la palabra a los militantes", afirmó. Es la segunda vez que la ministra se plantea como relevo al secretario general. Su presencia en la campaña electoral impide, por otro lado, acusarla de inacción. Aunque quien se juega su futuro es Iglesias. Y esta vez con la frustración de que mucho depende del PSOE y de un candidato, Gabilondo, a quien los morados califican de "flojo" y de estar dudando sobre el "frente amplio" contra la derecha.
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