Yolanda Díaz ha lanzado una batería de propuestas para limitar el turismo, entre las que se encuentra poner coto a los cruceros que arriban en las costas españolas. Según Sumar, es necesaria una regulación "urgente" de este tipo de barcos. En palabras del diputado Alberto Ibáñez, el crecimiento del sector "es imposible", ya que "colapsa las ciudades y contamina muchísimo".
Unas denuncias políticas que contrastan con diversos estudios: según el Departamento de Ingeniería Mecánica de la Universidad Rovira i Virgili (URV) de Tarragona, los barcos de crucero tienen un impacto muy reducido en los dos puntos que más barcos de crucero reciben al año: Barcelona y Palma. “Los resultados obtenidos muestran que la contribución de los cruceros a la contaminación atmosférica en los distintos puntos de análisis dentro de ambas ciudades es limitada, siendo el tráfico rodado el principal responsable de los elevados niveles de contaminación”, reza el informe.
Además, la Organización Marítima Internacional (OMI) apunta que el puerto de Barcelona emite el 1% del NOx total de la ciudad y que los cruceros suponen el 7% de la actividad portuaria, de modo que este tipo de turismo tan solo implica un 0,7% de estos gases en la Ciudad Condal.
Lejos de las costas españolas, los cruceros también tienen un impacto muy pequeño. Según la Organización Marítima Internacional (OMI), dependiente de la ONU, el transporte máritimo supone el 3% de las emisiones de CO2 que se producen en el planeta. De ese 3%, que incluye a todas las embarcaciones que navegan por el mar, un 4% son los cruceros, lo que supone un 0,12% de las emisiones globales de CO2.
Además, el impacto humano tampoco es elevado: según cifras del Ayuntamiento de Barcelona, los cruceros suponen un 4% del total de turistas que visitan la ciudad, de modo que no es el turismo más agresivo con el que cuenta. En cambio, los cruceros tienen un impacto económico en la ciudad alto: según cifras de la Universidad de Barcelona, la facturación anual de este tipo de turismo es de 796 millones de euros, sostiene 7.000 empleos en la ciudad y deja 152 millones en recaudación fiscal.
De hecho, donde los cruceros tenían un problema era con el óxido de azufre, pero en ninguna ciudad costera española se superan los límites que sí estropearían la salud desde hace más de veinte años, según el Ministerio de Transición Ecológica y Ecologistas en Acción. A ello hay que sumar que en los últimos años, por reglamentación, los cruceros han tenido que reducir un 90% sus emisiones de este tipo de gas para mejorar su sostenibilidad.
En conversación con Vozpópuli, Alfredo Serrano, director en España de la Asociacion Internacional Líneas de Crucero (CLIA), señala que hay partidos y grupos ecologistas que "defienden el decrecimiento" y que este debe producirse también en el sector turístico. No comparte que partidos "con sensibilidad por la clase trabajadora" se opongan a que "puedan viajar", ya que precisamente, uno de los éxitos de la lucha obrera fue "tener vacaciones pagadas o poder disfrutar del fin de semana". Además, critica que estos mismos cataloguen turismo "de lujo" y "de masas" a los cruceros, ya que ambos términos son contrapuestos.
Serrano apunta que la demonización de los cruceros se basa en bulos y en medias verdades. Por ejemplo, los ecologistas han puesto a los cruceros en la diana por recibir agua pese a la sequía sufre la zona. Desde CLIA apuntan que esto ocurre en casos excepcionales, ya que el 80% de los cruceros que navegan en el mundo se autoabastecen gracias a que los barcos tienen potabilizadoras a bordo. Además, estas naves incluyen sistemas de gestión de aguas residuales para que esta se arroje al mar y protcolos para el reciclaje de basuras.
El presidente nacional de CLIA defiende que el de los cruceros es "un sector pionero a nivel tecnológico y medioambiental" y que ya ha implantado algunos elementos vanguardistas que no puede utilizar porque los puertos no tienen los recursos para ello. Por ejemplo, casi la mitad de la flota mundial ya cuenta con la posibilidad de apagar motores en puerto y conectarse a la red eléctrica para evitar la quema de combustible, pero en la mayoría de paradas no hay forma de que esto suceda.
También se está implantando los motores impulsados por gas natural licuado para reducir un 80% las emisiones de NOx y un 20% los gases de efecto invernadero. Además, existe el compromiso desde el sector de ser neutros en carbono a partir de 2050, "con hitos intermedios" que harán que el sector sea más sostenible de forma paulatina.
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