Frente al Tribunal Supremo hay un bar homónimo donde se juntan a desayunar o tomar cañas gente diversa que en otras condiciones difícilmente compartirían una barra. En el angosto pasillo del Bar Supremo se mezclan habitualmente abogados, periodistas y presuntos. Desde hace semanas es habitual también la presencia de partidarios y detractores de la independencia que en aparente tolerancia se dan cita para proferir sus respectivas consignas a favor o en contra de los investigados por el juez Pablo Llarena.
Este martes las bufandas amarillas eran mayoría en los aledaños del alto tribunal. Parecía como si el Cádiz jugase por la tarde en Madrid de no ser porque esta masa es menos ruidosa y festiva que la del Carranza. “Es que los catalanes no somos eufóricos”, dice una mujer con una chapa en la solapa en solidaridad con los “presos politics”. Explica así por qué el día en el que se declaró la independencia, en Barcelona apenas salieron 17.000 personas a la calle, según datos de la Guardia Urbana. “Uy, de esos datos no te fíes, éramos muchos más”, matiza Antonia, una compañera de militancia que está sentada a su lado, bufanda amarilla al cuello.
Dicen no sentirse engañadas cuando alguno de sus exdirigentes sale de un juzgado declarando que aquello era todo simbólico o que la vía unilateral era un error. “Yo lo entiendo, por no ir a la cárcel también lo haría”, insiste Antonia, de padre murciano, que saca entre risas de su bolso un mantón de Manila amarillo chillón decorado con flores. “Es del carnaval de Vilanova, fuimos así con este mantón amarillo”, celebra. “Puedes ir con ello a bailar un chotis a Chueca”, le dice otra de las desplazadas.
De Bélgica al Supremo
Muchas son jubiladas y vecinas de Vilanova i la Geltrú, el mismo municipio en el que desempeña como alcaldesa Neus Lloveras, citada este martes por el juez Pablo Llarena junto al expresident Artur Mas. “Hemos venido a apoyarla, aunque no somos del mismo partido eh, ella es de Convergencia y nosotras, pues bueno, hay de todo”, argumenta una de ellas. Lloveras no viajó con ellos en el autobús. Llegó un día antes acompañada de su familia. Fuentes presenciales informan de que todo el PdeCat de Madrid y Artur Mas cenaron en el restaurante Zerain, en el céntrico Barrio de Las Letras.
Apenas hay jóvenes en la comitiva frente al Tribunal Supremo, si acaso algún alcalde más de mediana edad. “Mi hija por ejemplo no ha podido venir porque está con los hijos y su empresa”, alega otra señora independentista. Antonia y su amiga antes de hablar con un periodista preguntan, casi a modo de cacheo, por el medio para el que escribe. Pasado el filtro, no tienen inconveniente en glosar sus méritos como integrantes de la caravana independentista. Casi se interrumpen la una a la otra: “Yo estuve en la Delegación de Hacienda”, “yo estuve en Bruselas, fuimos en coche, 17 horas de ida y 17 horas de vuelta cuando fue Puigdemont, que es más buena persona, de verdad no hay nadie más bueno que él”, “eso son muchos kilómetros y mucho dinero”.
Han estado en casi todas las manifestaciones importantes, incluyendo todas las Diadas. Reivindican que desde hace unos años todos los que van a esa manifestación ("vamos más de un millón") reclaman la independencia, incluyendo "el Piqué (el futbolista del Barça), lo que pasa es que no lo puede decir así".
Sobre lo sucedido el 20 de septiembre frente a la delegación de Hacienda discrepan del relato de los investigadores: “los coches de la Guardia Civil no los destrozaron, pusieron pegatinas. Y el Sánchez está en la cárcel por subirse a uno de los coches a las dos de la madrugada y echar a los cuatro tontos que quedaban”.
Una pone cara de estar haciendo memoria y dice orgullosa que es independentista “desde los 18 años” mientras otra reconoce que se hizo más tarde. Repiten el argumento de que la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut fue clave. “¿Sólo fueron 13 artículos? Pero serían los más importantes”, “fue a votarlo un 48% del censo, pero eso es mucho para un referéndum. ¿El de la Constitución en 1978 (67% de participación)? Bueno, eso fue hace mucho”.
"No estás solo"
Para la mayoría es un viaje de ida y vuelta en el día, catorce horas de carretera y apenas unos segundos de acción. Lo que tardó concretamente Artur Mas en recorrer el tramo de la calle que separa el edificio del Supremo y su coche. Algunos pudieron saludarle e incluso tocarle. “¡No estás es sólo!”, le gritaron, mientras uno de los pocos detractores de la jornada -ayer en franca minoría- se esforzaba en llamarle “golpista” y “tonto útil”. “¡Vas a pagar por todos!”, insistía. El hombre fue replicado con gritos de “Visca Catalunya”, pero una vez que desapareció la figura de Mas, todos volvieron a arremolinarse en torno al bar. El mismo ritual se repitió unas horas después con la salida de Lloveras.
Salieron a medianoche de su pueblo en un autobús fletado para la ocasión y llegaron a Madrid a las siete y media de la madrugada. “Son 500 kilómetros pero el conductor tiene que parar varias veces”, explican. Destacan que otros han llegado en coche y en AVE. “Mi hijo vive en Madrid y ya aprovecho para quedarme una semanita, el viernes estaré en la Audiencia Nacional cuando vaya Trapero”, zanja una.
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