Mañana calurosa en la Frontera del Tarajal, que separa Marruecos de la Ciudad Autónoma de Ceuta. La Guardia Civil se fija en una mujer marroquí que evita a toda costa los controles de la aduana, de mirada esquiva y actitud nerviosa, lo que les hace sospechar que podría transportar droga en la maleta de ruedas que lleva consigo, por lo que le piden que la pase por el escáner.
El resto es la historia de inmigración que ha conmocionado a la opinión pública toda esta semana. En la maleta no había droga, si no que viajaba escondido un niño subsahariano, Abou, de 8 años de edad. El pequeño fue rescatado por la Guardia Civil, y pese a las condiciones infrahumanas de su viaje, en una maleta sin ventilación alguna, no presentaba daños mayores ni signos de enfermedad.
Según recogía el diario El País, pudo incluso decir su nombre a los agentes en un perfecto francés, susurrando "Je m'appelle Abou”. La mujer que lo llevaba, que resultó ser una joven de sólo 19 años, fue detenida y unas horas más tarde, se localizó al padre, un hombre de Costa de Marfil, con permiso de Residencia en Las Palmas de Gran Canaria, que reconoció ser el padre del niño y que de momento, está detenido.
La procedencia de los menores que acoge el centro es muy diversa, siendo sobre todo marroquíes y subsharianos
Abou se encuentra ahora en el Área de menores de Ceuta, que ha asumido su tutela, tal y como explica Antonia Palomo Fernández, jefa del Área de protección y de reforma del Área de menores: "Hay un protocolo nacional, el de menores extranjeros no acompañados. Cuando un menor llega, si no trae documentación en la que pueda acreditarse su edad, se solicita permiso del Ministerio fiscal para la prueba de determinación de la misma, mediante un decreto donde se identifica la edad del acogido".
Fernández explica que atienden fundamentalmente a menores extranjeros no acompañados, tanto de procedencia marroquí como del África subsahariana, Burkina faso, Camerún, Costa de Marfil o Guinea Ecuatorial: "El centro acoge a una media de 134 menores, y se les proporciona lo que garantiza la ley: primero una revisión médica, regularización sanitaria, documental y educativa".
"Tienen aulas de alfabetización temporales, para que el shock no sea tan fuerte, que duran de dos a tres meses. También existen módulos de iniciación hacia la formación laboral, donde se matriculan en función de su evolución y de sus características".
Con respecto al caso de Abou, Fernández dice comprender el shock mediático, pero recuerda que no es un hecho aislado. Ahora, los supuestos progenitores del pequeño tendrán que someterse a las pertienentes pruebas de ADN, según ha solicitado la Fiscalía, para finalmente proceder o no al reagrupamiento familiar, siempre valorando el interés superior del menor.
La reagrupación del menor con sus padres es un proceso lento, que tiene en cuenta varios factores
Para reagrupar al menor con sus padres, en caso de que esto sea posible, se realiza un plan de trabajo familiar. Se plantean una serie de objetivos: derecho de visitas, se valora la vinculación que existe con el niño. Esos objetivos se van evaluando y cuando se considera que esos objetivos se puedan cumplir, se evalúa el plan de trabajo en el equipo técnico y se hace una entrega que no se realiza de golpe: primero visitas, después salidas, fines de semana con pernocta, hasta que se hace la entrega de manera definitiva.
La idea es valorar la recuperabilidad de la familia, la ley obliga a investigar su propia familia y la reagrupación con sus familiares más directos, si no son padres, pueden ser tíos, hermanos o abuelos, dentro de la familia. Si la familia es recuperable, se van trabajando lazos de empatía y se va evaluando desde el centro donde está el niño.
Antonia Fernández relata con la pasión propia de quien disfruta de su trabajo, las claves de la delicada tarea que realiza junto a su equipo: "Es fundamental el factor humano, se trata de convertir a estos chavales en hombres libres y en personas cabales. La frontera no es un factor negativo, es un factor de enriquecimiento, las fronteras deben comunicar, no solo separar. A los niños hay que demostrarles que otra vida es posible".
El caso de Abou es sólo uno más, otro caso dramático por el hecho de que padres de niños extranjeros se vean en situaciones desesperadas y terminen sucumbiendo a pagar a mafias para buscar un futuro mejor para sus hijos, por no poder permitirse pagar las tasas u otros requisitos que exige la ley. Ojalá esta historia no sirva sólo para alimentar morbos innecesarios o rellenar espacios en los telediarios, si no que invite a un debate, una reflexión sobre una realidad que debemos mirar de frente.
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