Virginia vivió con la ilusión de quien espera un sueño el embarazo de su hijo Uriel. No sabía que le esperaba un golpe, "el golpe de su vida". Uriel nació sin vida el 24 de enero de 2018, con 3 kilos 190 gramos y 49 centímetros. Había fallecido un día antes, después de una revisión a monitores, en la que le dijeron que todo estaba perfectamente y preparado para el parto. Pero su corazón dejó de latir en la semana 39 de gestación. "Su corazón se paró y se llevó una parte del mío. Casi 24 horas después de las tres palabras más horribles que he escuchado ["no hay latido"] di a luz al cuerpo sin vida de mi hijo. Un momento que tantas veces había imaginado lleno de amor y con el sonido de su llanto asomándose al mundo; pero ese día en ese paritorio solo lloraba yo", cuenta Virginia.
Su dolor fue más grande al descubrir que los bebés fallecidos durante el embarazo no pueden ser inscritos en el libro de familia digital y que, por lo tanto, no existen para el estado. "No tengo ningún documento que diga que tuve un hijo que se llamaba Uriel del Río García y que yo soy su madre. No lo tengo porque no existe. ¿Cómo conseguir que nuestro dolor sea validado si el sistema colabora en la inexistencia de ese bebé y el Estado no lo reconoce? ¿Cómo demostrar a la sociedad que mi hijo existió si no lo han visto fuera de mi útero y no puedo registrarlo en un documento con su nombre vinculado al mío?", señala Virginia en una carta redactada para dar a conocer su campaña.
"Es en ese momento cuando inicio mi campaña para conseguir que los bebés nacidos sin vida se puedan registrar. Es algo simbólico, pero es la manera que tenemos las madres y los padres que efectivamente lo somos, que tenemos un hijo o una hija; es una manera de sanar y de poder demostrar que somos una familia", cuenta la madre de Uriel a Vozpópuli.
Virginia, que ha iniciado una campaña en Change.org para "inscribir a nuestros hijos fallecidos antes de nacer en un documento donde figuren los datos personales del bebé y de todos los miembros de la unidad familiar", explica a este diario cuál es la situación jurídica actual. "Durante años, lo único que podíamos hacer para poder darles sepultura o incinerarles era inscribirles en el hospital en el cruel e irrespetuoso apartado llamado 'legajo de abortos'. Pero no queda reconocida su existencia.
Este verano entró en vigor la ley 20/2011 que permite inscribirles con nombre en un archivo aparte, 'Nacidos sin vida'. "Pero esa modificación de la ley es insuficiente. Se le da nombre al bebé pero "se guarda en un cajón". Esto no responde a las necesidades reales de las familias, porque sigue sin quedar acreditado que soy su madre y que él es mi hijo", sigue contando Virginia. "Y además, no se ha aplicado con carácter retroactivo: si tu hijo nació antes de 2018 sigue formando parte de esos 'legajos de aborto'", se queja.
Su petición, y la de otras muchas familias afectadas, es muy simple: poder inscribir a los hijos fallecidos para que quede constancia de su existencia. "Perder un hijo durante la gestación es terriblemente traumático. Deja a la familia con los brazos vacíos y la vida vacía. Y lo único que nos queda a partir de ese momento son los recuerdos y el reconocimiento de que nuestros hijos existieron. Algo que, actualmente, no tenemos", se lee en otra parte de la carta.
Virginia no define desde cuando debe permitirse inscribirse a los bebés fallecidos durante el embarazo. "Eso es algo muy jurídico. Pero qué mínimo hacerlo si el embarazo ya es viable...", termina de contar a este periódico.
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