Jaume Duch es el funcionario español de mayor rango y con más años de experiencia en las altas esferas de la Unión Europea. El portavoz y Director General de comunicación del Parlamento Europeo atendió a Vozpópuli hace unos días en los pasillos centrales de una institución que conoce como la palma de su mano en un momento especialmente delicado para Europa. Tras levantarse de la lona a la que le mandó el Covid, ahora la UE trata de lidiar con su enésimo desafío con una guerra que roza sus fronteras y que pone a prueba la capacidad de sus socios y de sus instituciones para encontrar fórmulas que permitan hacer frente a sus consecuencias, como la crisis energética o una nueva ola de críticas de los partidos 'populistas'.
Para alguien que lleva más de 30 años al servicio del Parlamento Europeo, ¿la guerra en Ucrania es una crisis más para Europa o es especialmente grave?
Es una crisis diferente, es una crisis muy grave. La crisis del Covid fue también muy grave por diferentes circunstancias, pero esta es una crisis mayor, es una crisis geopolítica. Estamos hablando de una guerra y además estamos hablando de una guerra de anexión, es decir, de un país que le quiere robar territorio a otro país en las fronteras de la Unión Europea. Eso tiene muchas consecuencias, también para la propia Unión.
Cuando hablamos de la política exterior de la Unión Europea, muchas veces parece que se queda un poco por debajo del peso internacional que tienen otros actores como Estados Unidos, China o la propia Rusia. ¿Es el momento en que la UE dé también un golpe que sobre la mesa?
No solo es el momento, sino que ya lo está dando y lo estamos viendo. Yo creo que si hay una cosa que debe haber sorprendido a mucha gente en Moscú, y quizá también en Washington, es la unidad que la Unión Europea está mostrando en el tema de la guerra de Ucrania. Claro que a veces hay dificultades cuando hay que aprobar un paquete de sanciones, siempre habrá algún país que ve las cosas de otra manera en función del contexto geográfico o del acceso a la energía, pero en las cosas fundamentales es la UE la que está ayudando a Ucrania y es la UE la que está haciendo todo lo posible, junto con otros países, para que los ucranianos puedan ganar esta guerra, que al final es de lo que se trata.
Si algo han demostrado la UE y las instituciones, empezando por el Parlamento, es que cuando hay que adaptarse a la realidad, cuando hay que dar pasos más grandes que los cotidianos, se dan
Desde el Brexit, una de las grandes palabras clave a nivel europeo es "unidad". Con la crisis energética, con esa dependencia de países del exterior y con tantos intereses de por medio, ¿esa unidad se puede ver resquebrajada?
Cada vez que se abre una crisis, sobre todo una crisis importante, empieza a circular el mensaje de que esto va a acabar con la UE o esto la va a fragilizar y que va a ser imposible continuar con la unidad. Cuando llegó el Brexit, había gente que decía que cada país iba a intentar negociar en bilateral con el Reino Unido y que no iba a haber manera de hacer las cosas conjuntamente, pero se hicieron. Pasó lo mismo con el Covid, cuando se decía que era imposible vacunar a todos los ciudadanos europeos de una manera, llamémosle europea o centralizada, y se hizo. Nos dijeron que sería imposible llegar a un acuerdo sobre el plan de recuperación, es decir, movilizar 750.000 millones de euros, y se ha hecho. Yo creo que si algo han demostrado la UE y las instituciones, empezando por el Parlamento, es que cuando hay que adaptarse a la realidad, cuando hay que dar pasos más grandes que los cotidianos, se dan. Yo creo que en el tema de la política energética, tanto en el acceso como con los precios, también poco a poco vemos, por ejemplo a través de 'Repower EU', planes para ayudar a los Estados miembros a financiar la conversión energética. Y todo eso se hace como se tiene que hacer, lo que pasa es que a veces lleva tiempo.
Hay dos críticas comunes, y que van muchas veces de la mano, que son la lentitud en la toma de decisiones y la burocracia. ¿Cuánto hay de verdad en esto?
La legislación europea en tiempos normales requiere un cierto tiempo, porque quiere decir que tienes que poner de acuerdo, primero al propio Parlamento Europeo, pero también después a 27 Estados miembros y a los representantes de estos Estados miembros, y eso lleva tiempo, pero es el precio a pagar para que lo que se apruebe tenga la suficiente calidad. Dicho esto, cuando hay que ir muy rápido, se va muy rápido, durante el Covid este Parlamento aprobó propuestas de la Comisión Europea en 15 días. El plan de refinanciación de las energías renovables y de acceso a la energía que se ha aprobado en el Parlamento, se ha hecho prácticamente en seis semanas. Yo no hablaría de burocracia, yo hablaría más bien de unas instituciones que cuando tienen que utilizar vías rápidas, las saben utilizar y se ponen de acuerdo con más facilidad. Yo espero que esto la gente lo perciba, pero también se tienen que dar cuenta de que aquí no se trata de poner de acuerdo a un Gobierno con un Parlamento, sino que estamos hablando de 27 Gobiernos y un Parlamento.
La gente que quiere saber día a día lo que está haciendo la Unión Europea tiene infinidad de mecanismos y de instrumentos para saberlo
La percepción de muchos ciudadanos es que en Bruselas se toman decisiones que parecen muy alejadas de la cotidianidad, pero la realidad es que muchas afectan al día a día y al bienestar de los ciudadanos. ¿Cómo se hace, desde el puesto que ocupa, para llegar precisamente a cada ciudad, a cada rincón de la UE, y transmitir la influencia de las decisiones que aquí se toman?
Primero, yo creo que la visibilidad de lo que hace Bruselas es muchísimo más grande ahora que hace cinco años. Hemos hablado del Brexit, hemos hablado del Covid, estamos hablando de la guerra de Rusia contra Ucrania. Todo eso hace que la Unión Europea esté en las primeras páginas de los periódicos y esté en los primeros minutos de los informativos muchísimo más que hace cinco o diez años. Eso, obviamente, la gente lo ve y lo percibe. A partir de ahí, yo diría que la gente que quiere saber día a día lo que está haciendo la Unión Europea tiene infinidad de mecanismos y de instrumentos para saberlo. Dicho esto, en relación con la Unión Europea, como en relación con otros muchos temas políticos o no políticos, la mayor parte de la gente lo que hace es esperar que la información le llegue. Y ahí yo diría que el papel fundamental no es el de la institución, el papel fundamental es el de los medios de comunicación.
Además de los medios de comunicación, también están las redes sociales. ¿Qué importancia le dan las instituciones europeas a esos canales que sirven para llegar al público más joven?
Nosotros aprovechamos todos los canales posibles. Cuando yo empecé en esta casa hace 30 años eran el correo y el fax. En este momento hay decenas de maneras de contactar con la ciudadanía que además van evolucionando y hay que seguir esa evolución. La juventud ya no consume la televisión de la misma manera que sus mayores. La juventud incluso abandona ciertas plataformas sociales y se va a otras. Los servicios de comunicación de la institución tienen que seguir esa evolución. Nosotros tenemos que ir a donde está la gente, no esperar a que la gente venga a vernos. Hay países en los que en las elecciones europeas del 2024 votarán los jóvenes a partir de 16 años. Quiere decir que estamos hablando de gente que ahora tiene 14 años. Eso significa que esta institución tiene que ser capaz de ser audible ante jóvenes, ante adolescentes que en este momento tienen 14 años. Y eso hay que hacerlo, insisto, a través de los medios que ellos usan.
Usted recibe aquí a muchas personas todas las semanas, muchos visitantes y ciudadanos de a pie. Se han abierto también, a nivel europeo, consultas con los ciudadanos y debates. ¿Cuales son las principales dudas que les trasladan los ciudadanos?
La gente quiere entender qué es lo que se hace aquí, quién lo hace y quiere entender cuál es su propio papel. Y quiere asegurarse de que de la misma manera que ellos pueden intervenir, de una manera u otra, en las decisiones que se toman a nivel nacional, se puede hacer también a nivel europeo. A partir de aquí, yo creo que cuando visitan el Parlamento, cuando hablan con los diputados, cuando asisten al Pleno y ven a 705 diputados, diputadas de diferentes sitios, de diferentes lenguas, votar y ponerse de acuerdo, salen de aquí mucho más convencidos. Yo creo que, en realidad, no hay nada que pueda explicar mejor cómo funciona un Parlamento o cómo funciona la propia Unión Europea que venir aquí a verlo. Lo que pasa es que, lógicamente, y es una lástima, no todo el mundo puede.
Cuando esos populismos llegan a los gobiernos, uno se da cuenta de que una cosa es la receta y otra cosa es el resultado de la receta, es decir, que a veces la vacuna contra el populismo es ver qué es lo que hacen cuando tienen la posibilidad de gobernar o de hacer alguna cosa
Me hablaba de las próximas elecciones europeas, en 2024, en las que van a votar jóvenes que ahora tiene 14 años y que pueden conformar un gran público para esos partidos llamados populistas y euroescépticos que cada vez tienen más peso en algunos países. ¿Cómo analiza que surjan esas voces y esos partidos que no apuestan por la UE?
Hay dos temas aquí. Primero la preocupación por el aumento de los populismos en el país que sea y del tipo de populismo que sea. El problema del populismo es ofrecer soluciones que parecen sencillas a problemas que son muy complicados. Y es verdad que este mundo cada vez es más complicado y es verdad que la ciudadanía se enfrenta ahora a retos que hace unos años nadie se habría planteado, empezando por el cambio climático o acabando por la complejidad de las relaciones internacionales entre las diferentes potencias. Ante eso, ¿cómo reaccionan algunos ciudadanos? Buscando refugio, buscando la respuesta fácil, buscando liderazgos muy fuertes de gente que no duda de que tiene la solución y que la va a implementar. Luego, cuando esos populismos llegan a los gobiernos, uno se da cuenta de que una cosa es la receta y otra cosa es el resultado de la receta, es decir, que a veces la vacuna contra el populismo es ver qué es lo que hacen cuando tienen la posibilidad de gobernar o de hacer alguna cosa. Luego hay otro tema que yo creo que es muy importante y es ver cómo los propios populismos, o estos partidos que durante muchos años tenían en su programa salir de la Unión Europea, rechazar la UE, lo están cambiando, incluso antes de llegar a los gobiernos. Ocurre, por ejemplo, con el partido de Marine Le Pen en Francia. Durante muchos años ese partido se posicionó abiertamente en contra de la UE y propugnaba que Francia saliera de la UE. Eso ya no lo dicen. ¿Por qué no lo dicen? Porque saben que la ciudadanía acepta propuestas hasta un límite. Y después del Brexit, después del Covid y en un mundo tan complejo, ahora hay una inmensa mayoría de ciudadanos en todos los países de la UE que no quieren saber nada de irse, que a lo mejor quieren que se reforme la UE, que quieren que se hagan las cosas de otra manera, pero que de lo que no quieren oír hablar es de irse para intentar salir de este fregado solos y por su cuenta. Y eso hace que incluso estos partidos populistas tengan que moderar su lenguaje respecto a lo que es y lo que tiene que ser la UE.
España es uno de los países en los que hay un sentimiento europeísta muy por encima de la media europea. Ninguno de los grandes partidos aboga por una salida de la UE pero, sin embargo, entre los que llevan menos tiempo en política sí que se han llegado a escuchar fuertes críticas y mensajes en este sentido. Cuando una fuerza política nueva llega al Parlamento Europeo, ¿también se da cuenta de que esto es más necesario de lo que creían?
Claro, se moderan. Hemos visto en todas las legislaturas desde hace muchos años partidos o diputados que llegan aquí con una idea de Europa, normalmente una idea negativa, y que al cabo de unos meses se dan cuenta de que lo que se hace aquí es útil, es constructivo, es necesario para la ciudadanía. Entonces ves como diputados que venían aquí a oponerse a lo que fuera, al cabo de unos pocos meses o un año, están haciendo su trabajo en sus comisiones parlamentarias, están discutiendo con los diputados de otros grupos, están negociando enmiendas y están aprobando leyes porque, al final, las cosas caen por su propio peso. Y cuando uno ve que esto forma parte de la gobernanza europea, se lo tiene que tomar tan en serio como se puede tomar el trabajo que hace el municipio, que hace la Comunidad Autónoma o que hace el Gobierno de su país, ni más ni menos.
La imagen de España aquí, en Bruselas, siempre, no digo ahora, siempre, ha sido mejor que la propia imagen que se dan a sí mismos los españoles
La última sobre España y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que tiene una imagen interna muy diferente a la que proyecta en Europa, donde transmite mayor sensación de liderazgo y europeísmo. Algunos llegan a decir que cada vez que viene aquí, a Bruselas, viene a dejar su currículum de cara al futuro… ¿Cómo ve el papel que está teniendo el presidente Pedro Sánchez y qué cree que le puede deparar el futuro a nivel europeo?
Yo no sé lo que va a pasar con su futuro, lo único que sé es que es una persona relativamente joven, por no decir bastante joven, con lo cual imagino que ese es un futuro todavía muy largo. En cuanto al papel de España en general, yo siempre he pensado que la manera de puntuar ese papel desde la propia España siempre ha sido más negativa que la realidad. Siempre ha habido esta crítica de que España no cuenta en Europa tanto como debería contar. Yo no lo veo así. Llevo aquí muchos años aquí y yo creo que, con altibajos, lógicamente, en función muchas veces de la propia situación de la UE, España ha ido jugando su papel. Y podemos empezar hablando de Felipe González y del tratado de Maastricht y de cómo España aportó prácticamente todo el capítulo de ciudadanía a la UE, o podemos acabar con las propuestas que España ha empujado estas últimas semanas o meses, por ejemplo en materia de acceso a la energía o de modificación del régimen energético de la UE. Y ahí yo creo que todos los gobiernos han contribuido y, sinceramente, creo que la imagen de España aquí, en Bruselas, siempre, no digo ahora, siempre, ha sido mejor que la propia imagen que se dan a sí mismos los españoles. Seguramente eso pasa también con otros países.
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