La titular del juzgado de Instrucción número 43 de Madrid, María del Coro Cillán, se lo pasó este martes en grande con motivo de la presencia en su juzgado del célebre Javier de la Rosa. Se lo pasó en grande y aprendió mucho. Aprendió sobre la calidad de las aguas -oscuras, turbias, pestilentes- que circulan en este país desde la muerte de Franco por las alcantarillas del poder; supo del lago de mierda, con perdón, sobre el que navega desde hace décadas la alianza entre las elites políticas y la pequeña pero matona oligarquía empresarial y financiera patria.
Había acudido De la Rosa al juzgado de Coro Cillán al objeto de ratificarse (o no, que diría Mariano Rajoy) en el contenido de su denuncia/declaración efectuada el 29 de noviembre en la sede de la Unidad de Delitos Económicos y Fiscales (UDEF) de la Policía, en la que aseguró estar recibiendo amenazas del entorno de la familia Pujol a cuenta de las supuestas, o no tanto, cuentas del expresidente de la Generalitat Jordi Pujol y de sus hijos en el extranjero, particularmente en Suiza, de las que el financiero tendría puntual y detallado conocimiento.
Y De la Rosa, que ya se considera au-dessus de la mêlée hasta el punto de comparecer sin abogado, no se cortó un pelo. “¿Que si conozco a Jordi Pujol… Pero qué me dice, señoría? Yo conozco a todo el mundo en Barcelona y todo el mundo me conoce a mí. ¿Jordi Pujol? Como si fuera de la familia. Le conozco a él y a todos sus hijos; he trabajado con él y le he ayudado mucho; a él y a su familia, por no hablar de su partido: yo he financiado a Convergencia i Unió durante muuuuuchos años, muuuchos…”.
-¿Y usted sabe si el señor Pujol tiene cuentas en Suiza...?
-Eso no lo sé, señoría. Yo le presenté un día de 1991 en Barcelona al señor Thierry Lombard, que es uno de los dueños de la Banca Lombard Odier. Yo llevé de la mano al señor Lombard al Palacio de la Generalitat y se lo presenté a Jordi Pujol en su despacho.
-Y usted vio cómo abría una cuenta…?
-Yo qué voy a ver, señoría… ¿Usted ha estado alguna vez en el despacho del presidente de la Generalitat? Pues yo he estado muchas veces en ese despacho, y hay una serie de puertas por las que se puede entrar y salir. Yo entré por una y salí por otra, y allí les dejé. Lo que hicieran después los dos es cosa suya…
-Bueno, y entonces se siente usted amenazado por el señor Pujol y/o su familia?
-Pues no, no me siento amenazado…
-Pero ¿usted denunció esas amenazas ante la UDEF?
-Sí, pero la verdad es que ahora no me siento amenazado. Aquella denuncia hay que entenderla en el contexto de las informaciones que publicó el diario El Mundo antes de las últimas elecciones catalanas sobre cuentas de los Pujol en Suiza, un asunto en el que me vi envuelto sin quererlo, y yo creo que entonces el señor Pujol se puso un poco nervioso, aparte de que ya está un poco mayor… Pero ahora ya no me siento amenazado.
-¿De modo que no se ratifica?
-Pues no.
Puede que a Pujol se le haya pasado la fiebre persecutoria, pero no debe andar ese mismo Pujol muy seguro de la solidez de su retaguardia cuando mandó como testigo a la declaración de De la Rosa ante Coro Cillán a su abogado, José Antonio Choclán (Bufete Choclán Montalvo), con quien el financiero mantuvo algún tenso cruce de invectivas.
El caso es que De La Rosa salió liberado de un problema (él, un hombre que aún no ha aprendido a vivir lejos de los focos), y Pujol igualmente aliviado al saber que el antiguo hombre de KIO no contará lo que sabe, que es mucho, naturalmente sobre Pujol, claro está, pero prácticamente sobre toda la clase política y empresarial catalana y española. A casi todos ayudó. A muchos hizo ricos. Y todos, o casi, le dejaron en la estacada, empezando por el propio Monarca, cuya fortuna engordó, cuando llegó la hora de encontrar un chivo expiatorio para el desastre de KIO.
Quien peor se portó con él fue precisamente Jordi Pujol, que era quien más tenía que agradecerle. El Molt Honorable lo calificó de “empresario modélico” cuando De la Rosa empuñaba la manguera de los petrodólares kuwaitíes y repartía pasta a mansalva, pero cuando llegaron los problemas enmudeció para siempre. Ahora lo descalifica en todo tipo de entrevistas, aduciendo que “De la Rosa no tiene ninguna credibilidad, porque fue condenado en el caso KIO”. Algo que es cierto, como también lo es que De la Rosa financió a CiU con largueza porque en Cataluña no se podía, no se puede, dar un paso sin pagar el peaje de la mordida, el peaje de aquel famoso 3% que un día Pascual Maragall denunciara en el Parlament catalán.
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