Jevrá Kadishá significa en hebreo hermandad sagrada. Es una de las instituciones más respetadas en todas las comunidades judías, también en la española. Su función sería algo así como la de Caronte, el barquero de la mitología griega que ayudaba a los muertos a cruzar a la otra orilla. Sus miembros se movilizan estos días para asistir a las víctimas del coronavirus hasta el último momento. Son ellos y no los familiares de los fallecidos los encargados de dar sepultura siguiendo los ritos del judaísmo.
“Por favor, que quede claro que son españoles, judíos y españoles como tú y como yo”. El ruego es de la esforzada portavoz de la comunidad hebrea en España, acostumbrada a aclarar que un judío español no es un israelí que vive en España. La pandemia les ha afectado como a todos. Cuentan por ahora con ocho fallecidos y un centenar de infectados. Pero en su caso el confinamiento acarrea además problemas adicionales para una religión con particularidades a la la hora de comer, rezar o despedir a sus muertos.
Los judíos no pueden ser incinerados. “Viene así dicho en la Torá (sus sagradas escrituras)”, explica el presidente de la Federación de Comunidades Judías de España, Isaac Querub. Atiende por videoconferencia desde su casa. Ejerce un liderazgo más político que religioso, que coincide con su manera de entender el judaísmo. “No soy un shomer shabat”, dice. Es el término con el que se define a los guardianes de las obligaciones del sábado, día sagrado del judaísmo. “Yo sí contesto el teléfono si me llaman”, aclara.
Querub no es precisamente un judío como los de la comunidad popularizada por la serie estrenada recientemente en Netflix, Unorthodox. Los ultraortodoxos apenas tienen presencia en Madrid, Barcelona y algo en Valencia, pero son “muy poca gente”. La serie se centra en la comunidad Satmar, con fuerte arraigo en el barrio de Williamsbourg, en Nueva York. “Son comunidades muy cerradas”.
45.000 judíos españoles
Hace unos días este representante de los judíos españoles firmó en El País un obituario por la muerte de su amigo Riay Tatary, su homólogo musulmán. Y otro por el fallecimiento del exministro Enrique Múgica Herzog, también judío. Herzog es un acróstico que significa rabino justo y sabio. Querub cifra en torno a 45.000 personas la comunidad hebrea en España (hace 50 años eran 8.000, según el libro Madrid y sus judíos, de Juan Antonio Cabezas). Dirige un canal de Telegram en el que están todos los responsables territoriales judíos. Salta la voz de alarma si hay algún caso de Covid-19 y la comunidad se moviliza.
Ahí entra en juego la Jevrá Kadishá, una institución peculiar y difícil de comparar con la tradición cristiana. En España todos sus integrantes son voluntarios. Su misión es preparar a la persona para la muerte y, en el peor de los casos, acompañarla en ese trance y oficiar su entierro. La ceremonia consiste en leer salmos y la oración de la Shemá, la plegaria más importante del mundo judío.
David Levy es el coordinador de la Jevrá Kadishá en la Comunidad de Madrid. Solo en esta región son 40 personas, repartidos casi a la mitad entre mujeres y hombres. El móvil siempre encendido por si hay que ir en a cualquier lado. Da igual la hora ¿Quién está disponible? ¿Quién puede ir? La comunidad judía española no es homogénea y en ella se manifiestan muchas formas de entender la religión, pero Levy dice que casi el cien por cien recurre a la Jevrá Kadishá. “El proceso puede durar horas o incluso días”, explica al otro lado del teléfono.
Dos cementerios en Madrid
“Antes del entierro, se procede al lavado ritual en el mismo cementerio”. En Madrid está el principal cementerio judío. Es un pequeño recinto con decenas de tumbas contiguo al cementerio civil de la Almudena donde descansan, entre otros, los restos mortales del fundador del PSOE, Pablo Iglesias. En el camposanto hebreo no hay cruces, sino estrellas de David.
Entre las lápidas apenas hay flores y se mezclan apellidos como Cohen, Sánchez, Levi o Rosengart. La comunidad adquirió hace años un terreno en la localidad de Hoyo de Manzanares donde hay otro cementerio. “Somos una comunidad pequeña y nos conocemos todos”, dice el coordinador madrileño de la Jevrá Kadishá. El momento más importante de toda la ceremonia es el rezo del Kadish. Y aquí es donde las restricciones propias del confinamiento han afectado.
Para los actos religiosos y algunas oraciones necesitan un mínimo de diez hombres mayores de 13 años. Si no los hay, toca salir a buscarlos. Y salir es justo lo que no se puede en estos tiempos del Covid-19. La limitación de personas en los funerales es la misma para los judíos que para el resto. En condiciones normales serían los familiares quienes dirigieran ese rezo principal, pero en este caso están delegando la función en los voluntarios de la Jevrá Kadishá.
"Han mitigado las restricciones retransmitiendo los entierros por medio de videollamadas a las familias"
“Lo más triste de todo es que no han podido asistir los allegados. Solo tres personas y el rabino, Moshe Bendahan”, lamenta Levy. Dice que lo más importante es ser “cariñosos” con las familias. La tradición no está reñida con la normalidad y han mitigado las restricciones retransmitiendo los entierros por medio de videollamadas. “Grabar no, no queremos que queden imágenes”, aclara. “Hemos podido negociar con las autoridades que han sido comprensivas y flexibles hemos podido cumplir con la tradición en todos los casos y evitar la cremación, pero no ha habido oración colectiva ni acompañamiento del difunto por parte de los familiares”, explica Querub.
Sinagogas cerradas
La principal sinagoga de Madrid se ubica en el barrio castizo de Chamberí, en la calle Balmes. Es un edificio grande que ocupa una manzana. Está cerrada a cal y canto desde que se decretó el confinamiento. A su alrededor se aprecia el mismo silencio que en las vías aledañas. Se inauguró en 1968, solo dos días después de se inscribiera en el Ministerio de Justicia la primera asociación confesional judía. Tanto antes como ahora hay también hay oratorios menores repartidos por la geografía española.
En la sinagoga de Balmes trabaja Mercedes Bendahan. Vive en su casa con su padre de 87 años y tiene tres hijos veinteañeros. El confinamiento ha coincidido con la Pascua Judía, el Pesaj. Se conmemora la salida del pueblo de Israel de Egipto y el abandono de la esclavitud hace miles de años. En España se emite cada Semana Santa la película Los diez Mandamientos, que narra ese episodio. Protagonizada por Charlton Heston, no tiene ninguna relación con la muerte de Cristo, ni siquiera con el Nuevo Testamento que explica el origen del cristianismo. Es una película basada en exclusiva en la historia judía.
En condiciones normales Mercedes Bendahan habría tenido a 30 personas en casa, pero este año no ha sido posible
En condiciones normales Mercedes Bendahan habría tenido a 30 personas en casa, pero este año no ha sido posible. “Sería como la cena de Navidad”, dice. La tradición judía marca que se lea la Hagadá, un texto que explica aquel éxodo hacia la tierra prometida. También que el cabeza de familia responda a las dudas de los más pequeños. Las normas sobre la alimentación son estrictas. “Este año ha sido más problemático el producto Kosher. Tardó mucho en llegar y, como este año toda la comunidad ha estado en Madrid, ha habido más problema de abastecimiento y para encontrar determinadas cosas”.
Clases de yoga o torneos de FIFA
En cuanto a los rezos o los oficios religiosos no valen aplicaciones ahora de moda como Zoom o las videollamadas. “No tiene la misma validez y si es sábado no se puede usar. Normalmente seguimos el dictado del rabinato ortodoxo de Israel, que no lo ha dado como válido”, indica por vídeoconferencia. En cambio esos avances sí los están usando para hacer más llevadero el confinamiento a los asiduos de la sinagoga. Permanecen conectados para realizar actividades como clases de yoga o un taller de teatro.
Diego Lerner es judío ashkenazi, una de las dos grandes ramas del judaísmo. Proceden del centro y este de Europa aunque él ha nacido en Buenos Aires. Lleva 30 años en España, pero mantiene el acento porteño y su amor a Boca Juniors, el equipo más popular de la Argentina. Vive ligado al deporte, concretamente a la delegación española de las Maccabiadas. “Maccabi es una institución judía mundial deportiva y cultural presente en 80 países que cada cuatro años celebra la Maccabiada, una olimpiada judía que se celebra cada cuatro años”, explica.
Somos españoles, orgullosos de serlo y encantados de reencontrarnos con nuestras raíces
En las últimas participaron cien deportistas judíos españoles, la más grande de la historia de España. “Tocaba al año que viene pero al moverse las Olimpiadas se han aplazado un año porque hay atletas que son judíos que también participan en los Juegos Olímpicos”, lamenta. Aprovechan estos días de confinamiento para mantener contacto con los atletas a través de internet con el diseño de entrenamientos y otras actividades como competiciones del videojuego FIFA. “Los muchachos no se piden al Maccabi, sino al Madrid, al Atleti o el Barça. Yo elegiría a Boca”, cuenta.
Sudamérica y Marruecos son los dos puntos de origen principal de la migración judía a España, especialmente las últimas décadas. La familia de Mercedes Bendahan procede de Tetuán y la de Isaac Querub, de Tánger. Son judíos sefarditas, es decir, de Sefarad que es el nombre hebreo para la España de la que fueron expulsados hace seis siglos. “Somos españoles, orgullosos de serlo y encantados de reencontrarnos con nuestras raíces”, celebra Querub.
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