España

Jorge Vilda y el poder de las orcas

Y era tontito. Y antipático. Y no sabía entrenar, no entendía de fútbol.  Pues si llega a saber…

Jorge Vilda Rodríguez nació en Madrid, el 7 de julio de 1981, casualmente día de San Fermín. Es uno de los dos hijos de Ángel Vilda Serrano, deportista que fue preparador físico de varios equipos con grandes entrenadores como Johann Cruyff (Barcelona), Luis Aragonés (Atlético) y Jupp Heynckes (Real Madrid). De Jorge se sabe que se aficionó al fútbol desde niño, que jugó en equipos de alevines con futuras estrellas como Iker Casillas o Xavi Hernández, que en su adolescencia se lesionó en un tendón y que eso le apartó de la práctica del fútbol. Así que decidió cambiar el campo por la banda. Estudió en el Instituto Nacional de Educación Física (INEF), se tituló como entrenador (tenía poco más de veinte años) y empezó a buscarse la vida, desde luego bajo el amparo y con la ayuda de su padre.

Jorge crio pronto fama de poquita cosa. De tímido. De dubitativo. De antiguo, dicho sea desde el punto de vista técnico. Pero cómo saber si todo eso es cierto porque esas críticas, y otras mucho más brutas, proceden del mundo del fútbol femenino, en el que los cuchillos parecen volar mucho más rápido y mucho más afilados que en el masculino.

Empezó entrenando a lo que él llama “un equipo de barrio”, el Canillas C. D., en Madrid. Surgió más tarde la posibilidad de irse, como segundo entrenador, al Celta de Vigo de la mano del búlgaro Stoichkov, que en 2007 intentó salvar al equipo vigués del descenso, pero ninguna de las dos cosas salió bien: Vilda se quedó en Madrid y el Celta bajó a Segunda división. Finalmente, su padre se lo llevó a la RFEF (en adelante, Federación) como ayudante suyo: allí se encontró Jorge Vilda con el fútbol femenino, que seguía siendo, para la inmensa mayoría de la sociedad española, un exotismo del que casi nadie hacía caso o se tomaba en serio.

Es poco comunicativo, serio y a veces un poco áspero. Suele mantener las distancias con las jugadoras. Y es supersticioso: entra en el campo con el pie derecho, se sube al autobús con el mismo pie y, si un partido se gana, repite ropa, incluso calcetines. Él dice que eso no es superstición, que es solo “por si acaso”. Que es lo que dicen todos los supersticiosos.

Con Vilda pasa como con el clima: depende de a quién le preguntes, es bueno o es malo. En su caso, muy bueno o muy malo, sin términos medios

Su padre dirigía la selección femenina sub-19; él, la sub-17. Fue progresando. Reemplazó a su padre en la sub-19 en 2014. Y al año siguiente, 2015, reemplazó al veteranísimo Ignacio Quereda al frente de la selección femenina absoluta. Quereda llevaba en el puesto 27 años, prueba más que evidente del poco interés que despertaba la idea de entrenar a “las chicas” en el mundo futbolístico español, sobre todo en el de elite. “Entró por su padre y gracias a él se sacó las licencias y empezó en el femenino. Es el primer seleccionador absoluto que no ha entrenado nunca a un equipo profesional”, murmura una futbolista… de las que no le pueden ni ver, que son unas cuantas. Otras dicen que es todo lo contrario. Con Vilda pasa como con el clima: depende de a quién le preguntes, es bueno o es malo. En su caso, muy bueno o muy malo, sin términos medios.

Algo importante: Jorge Vilda se convirtió en uno de los favoritos, protegidos, incondicionales o como quiera llamársele del presidente de la Federación, el canario Luis Rubiales, prácticamente desde su elección en 2018, cuando sustituyó a Ángel Villar. Y más desde su reelección en 2020. Eso no ha cambiado hasta el mismo día de hoy. 

Con el paso del tiempo y con la mayor popularidad del fútbol femenino (y la mayor atención institucional), las cosas empezaron a cambiar. La selección nacional absoluta empezó a intentarlo hace cuatro décadas, pero no logró clasificarse para un campeonato mundial hasta 2015, en Canadá, donde fue fulminada ya en la fase de grupos. Consiguió entrar en una Eurocopa en 2013, donde cayó en cuartos de final. En las categorías inferiores (para jugadoras menores de 20, 19 y 17) las cosas habían ido algo mejor, sobre todo en el equipo de las más jóvenes, lo cual permitía albergar esperanzas para un futuro no lejano. Vilda logró que su equipo (la Roja absoluta) lograse repetir cuartos de final en las Eurocopas de Países Bajos (2017) e Inglaterra (2022), y consiguió llegar a octavos de final en el Mundial de Francia de 2022.

Pero ese año se produjo lo impensable. El motín. Nada menos que quince de las 23 jugadoras de la selección nacional absoluta se negaron a acudir a las posibles convocatorias del equipo mientras Jorge Vilda continuase dirigiéndolo. Las características del conflicto indicaban con toda claridad que aquello era un volcán que llevaba mucho tiempo preparando su erupción. Las futbolistas, entre ellas las capitanas, acusaron a Vilda, por decirlo pronto y con claridad, de ser más inútil que un botijo sin pitorro. Que sus métodos de entrenamiento estaban anticuados. Que no se ocupaba de la preparación física de las jugadoras. Que trataba a unas muy bien y a otras muy mal. Que las suplentes, para él, no existían. Las sublevadas no llegaron a pedir explícitamente la dimisión del seleccionador, pero estaba clarísimo que, diferencias deportivas aparte, no le podían ni ver. Y ellas habían intentado lo inimaginable en el mundo del fútbol: dar un golpe de Estado y tratar de derribar al entrenador, nombrado por la Federación, no por ellas.

El resultado de aquella dentellada fue sorprendente. ¿Qué hizo la Federación, con Rubiales a la cabeza? Pues básicamente no hizo nada. Lo único, mantener a Vilda en su puesto contra viento y marea. ¿Y qué pasa con las jugadoras? ¿Que no quieren venir? Pues que no vengan. Era agosto de 2022 y se estaba preparando ya el Mundial de 2023. Había tiempo más que suficiente para buscar a otras chicas que reemplazasen a las rebeldes. Y adiós muy buenas.

La famosa frase de “el que resiste, gana” tuvo, en esta ocasión, un resultado sencillamente colosal. La selección nacional dirigida por Jorge Vilda, confeccionada con lo poco que había quedado de la selección anterior y con jugadoras buscadas no sin cierta prisa, no solo se clasificó para el campeonato de Australia-Nueva Zelanda, sino que ganó el Mundial por primera vez en su historia. Una única derrota ante Japón, por fallos claramente estratégicos, no logró empañar unos resultados magníficos y la épica victoria final ante Inglaterra, con el estadio a rebosar y la presencia en el palco de la reina de España y de la infanta Sofía. Todo el mundo se sabe hoy el nombre de las jugadoras triunfantes. Nadie recuerda el de las rebeldes que intentaron destruir a Vilda.

Como es fácilmente comprensible, el entrenador ha dejado de ser discutido inmediatamente. La selección es hoy una piña, un equipazo, una “familia” como dice su responsable, y Vilda está al frente del éxito... y casi al borde mismo de la ascensión al cielo en cuerpo y alma, como lo estuvo Vicente del Bosque tras la victoria en el Mundial (masculino) de 2010, el Sudáfrica. Luis Rubiales, mientras perdía completamente los papeles en la celebración del triunfo, renovó el contrato de su amigo Jorge Vilda hasta el próximo Mundial, el de 2027, cuya sede (o sedes) se determinarán en mayo de 2024.

Y era tontito. Y antipático. Y no sabía entrenar, no entendía de fútbol.  Pues si llega a saber…

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La orca (orcinus orca) es un cetáceo odontoceto de la especie de los delfínidos. Es, por tanto, un mamífero, no un pez. Habita en todos los mares del planeta, tanto fríos como cálidos.

Puede decirse que la orca, injustísimamente llamada “ballena asesina” por los creadores de películas y documentales sensacionalistas y asustaniños, es uno de los animales más perfectos del planeta. Primero, tiene una inteligencia igual o superior a la de los delfines y ballenas azules, que son los únicos seres vivos con una complejidad cerebral comparable a la del ser humano. Segundo, su diseño es sencillamente perfecto: combinan una enorme fuerza con una gran velocidad y un tamaño que les permite aguantar grandes presiones en las profundidades. 

Lo más importante: es un animal eminentemente social que vive en familias o conjuntos de familias, a cuyo frente está una hembra perfectamente dotada para su trabajo que, de haber sido un macho, muy bien podría llamarse Jorge. La manada protege a los pequeños y encomienda a cada adulto un trabajo específico, ya sea asustar a los bancos de peces, atacar, defenderse de los depredadores (que son pocos) o mantener cohesionado el centro del campo. Cada orca sabe lo que tiene que hacer. No todo el mundo puede decir lo mismo.

Su poder, su impresionante éxito como depredadoras, se debe a su fuerza pero sobre todo a su inteligencia. Se alimentan preferentemente de focas (esa es una costumbre muy extendida en los mares fríos, pobres focas) e impresiona mucho ver cómo un grupo de orcas, agitando el agua con toda precisión, provocan una ola que desestabiliza un banco de hielo flotante y tira al mar a la foca (quizá británica, o suiza, o vaya usted a saber) que se creía a salvo en el centro de ese bloque de agua helada. No lo estaba.

Quiere esto decir que tienen una estrategia, una coordinación y una capacidad de comunicación única en el planeta; algo que va mucho más allá del simple instinto. Si se celebrase un campeonato mundial de animales marinos, es casi seguro que las orcas ganarían por goleada. En cualquier caso, por mucho más de uno a cero. 

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