García-Margallo confiaba en ser recibido por Raúl Castro, hermano del dictador y número uno del régimen, en su visita a Cuba, la primera de un ministro español del Gobierno de Rajoy a la isla. Las agendas de los visitantes extranjeros a La Habana no suelen incluir este encuentro, que se concreta según el humor y la disposición del presidente de Cuba. No hubo oportunidad para ello. Una desconsideración, casi una afrenta, a la que Exteriores intentaba este miércoles quitarle importancia.
En Moncloa no se apoyaba esta visita porque desconfían del régimen castrista y se desviaba de la postura que ha venido manteniendo el PP hacia la dictadura cubana. La idea es que viajara un secretario de Estado, para que atendiera y escuchara a los empresarios españoles instalados en la isla y, al tiempo, engrasara el nivel de relaciones con el régimen. Pero Margallo se empeñó, con algunos argumentos de importancia. Las cosas están cambiando, decía, y hay que estar allí. También pretendía convencer a Raúl Castro de que asista a la próxima Cumbre Iberoamericana, que se celebrará en Veracruz en la segunda semana de diciembre.
La disidencia, descartada
Para no ofender al Gobierno de la Habana, el ministro de Exteriores decidió no entrevistarse con los referentes de la oposición, lo que produjo un enorme enfado entre la disidencia. Fuentes de la Cancillería española recuerdan que el ministro se ha entrevistado en España en numerosas ocasiones con representantes de este colectivo y, además, se ha interesado por la situación de los presos que cumplen condena en las mazmorras castristas.
El titular de Exteriores se mostró muy firme con la defensa de los derechos humanos en su intervención en el Instituto de Relaciones Internacionales, ante una nutrida representación de embajadores acreditados en la isla. Quizás esta conferencia pudiera haber sido el motivo del plantón de Castro, aunque no hay ninguna versión oficial al respecto.
En cualquier caso, la no celebración del encuentro produjo enorme contrariedad en la delegación española. Cierto que Margallo fue atendido por el número dos del Gobierno, Miguel Díaz Canel, de quien se habla como el sucesor de los hermanos Castro. Pero no es lo mismo. El ministro español cerró su estancia en la isla con una declaración escrita, en lugar de la anunciada rueda de prensa con los periodistas españoles allí desplazados o destinados en La Habana. Un gesto que produjo sorpresa y que no se entendió. Tampoco en su conferencia ante los embajadores se admitieron sugerencias o preguntas. Una visita, en suma, que no cumplió con las expectativas con que se manejaban en el palacio de Santa Cruz.
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