El bombazo de Aznar contra la gestión de Mariano Rajoy tras el fracaso en las catalanas, ha agitado las convulsas aguas del PP. Carece ya el expresidente de la potencia de fuego de antaño, pero aún es capaz de conmover, siquiera por unas fechas, la estructura de su formación. El expresidente del PP recurrió a un formato sin precedentes -un comunicado de Faes- y eligió el momento más dañino, justo tras la intervención de Rajoy en Moncloa y el arranque del Comité Ejecutivo en Génova.
Dolores Cospedal respondió a las palabras del expresidente desde la sede del partido que "es evidente que el PP querría haber tenido un mejor resultado en Cataluña", sin entrar en más disquisiones ni mayores autocríticas, como es habitual en la casa. También negó la mayor sobre la posible extrapolación de resultados. "Todo el mundo, incluido el presidente de honor, tiene derecho a opinar sobre lo que quiera", concluyó. Y puerta. La procesión y la tormenta iba por dentro.
Circulaban en la tarde del lunes las teorías sobre si hay algo detrás de esta arremetida. La vieja cantinela de si vuelve Aznar ya se ha desestimado. Y la versión conspiranoica de si se alienta algún movimiento extraño tampoco se considera. No hay que olvidar que el presidente de Faes no ha participado en esta ocasión en la campaña electoral, en contra de lo ocurrido con motivo de las autonómicas, que compartió cinco mítines con diferentes candidatos, incluidas Aguirre y Cospedal.
El desembarco en Génova
El PP camina como un zombi desde la derrota en las autonómicas y municipales, a las que se refiere Aznar en términos alarmistas y cargando severas responsabilidades sobre Rajoy. Un tono por encima de lo que el expresidente acostumbra en sus ataques displicentes contra su sucesor. Ya suman cuatro revolcones en las urnas (Aznar desdobla las municipales de las autonómicas de mayo).
Retorna el debate, silencioso y prudente, sobre la idoneidad de que Rajoy repita como presidente en las generales
El desembarco de Jorge Moragas y sus cuatro jóvenes vicesecretarios pretendía recomponer las maltrechas vigas maestras de la organización. En ello estaban hasta el tropezón severo de las catalanas. Malo es el resultado de García Albiol, ocho escaños menos. Pero el vertiginoso ascenso de Ciudadanos, el principal rival en el sector del centro derecha, ha provocado un escalofrío de nervios e inquietud en la espina dorsal del partido en el Gobierno.
La mañana del lunes se deslizaba rebosante de reproches a la nueva conducción del PP desde diversos puntos de España. Se recordaba con insistencia que Moragas, jefe de Gabinete del presidente, es catalán, que se había hecho cargo personal y omnímodamente de la campaña, que incluso apartó a algunos apoyos tradicionales en estos cometidos. Nadie osa un reproche hacia Albiol, que luchó contra el tiempo y los elementos, como el paracaidista García-Margallo. Pero llueven los venablos sobre la nueva jerarquía del partido.
El bombazo de Aznar también ejerció un efecto de agitación en los espíritus más críticos del PP. Retorna el debate, silencioso y prudente, sobre la idoneidad de que Rajoy repita como presidente en las generales. Ciudadanos ha sembrado el pavor en muchos despachos de la organización popular. Desde la dirección se insiste en que el resultado de las catalanas no es extrapolable, que el partido de Rivera juega en el mejor de sus escenarios, Cataluña, algo irrepetible. Y que el pulso de unas generales nada tiene que ver con unas autonómicas.
El primero en abrir fuego
Juan Vicente Herrera, presidente de Castilla y León, fue el primero en arrojar la piedra al aconsejar a Rajoy, en una entrevista radiofónica, que se 'mirara en el espejo' antes de repetir como cabeza de lista del PP. El comentario fue aplaudido en diferentes ámbitos del partido. Llegaron luego las renuncias/ceses de dirigentes regionales ilustres, como Fabra, Rudi, Bauzá en un entorno de creciente malestar. Menudeaban por entonces las versiones sobre un paso al frente de Sáenz de Santamaría en previsión de lo que pudiera ocurrir. Rajoy reaccionó, promovió un cambio radical en el partido y se preparó para afrontar las catalanas y las generales.
El primer compromiso ha resultado nefasto. En el PP no se disimulan las opiniones adversas hacia esta dirección de los jóvenes casi recién incorporados. Los puyazos ya no se detienen, como antaño, en la figura de Cospedal, con responsabilidades que rozan lo ornamental. En la tarde de del lunes se escuchaban de nuevo esos viejos cánticos en reclamación de un relevo ante las generales. Voces aisladas y veteranas. Un reclamo inimaginable. Ni Rajoy piensa en tal cosa ni hay tiempo para ello, según las fuentes consultadas.
El PP empezaba a recuperar un punto de autoestima tras los relevos en su dirección. El golpe de Cataluña ha sido superlativo. Retornan la desconfianza y los temores. Las críticas y los cuchicheos. Y las serias dudas sobre el futuro. De ahí el daño de la 'puñalada' de Aznar, como lo definían este lunes en Moncloa.
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