¿Ha dicho algo Borrell? La pregunta entre veteranos y no tan veteranos del PSOE; además de entre funcionarios y elites de todo tipo que viven con preocupación la amnistía; ha sido recurrente en últimos días. ¿Dónde está Borrell? ¿Por qué no sale? Y al final habló. Es verdad que han sido apenas dos pinceladas, pero han dejado entrever que la amnistía no le hace gracia. Y que la postura que con tanto ahínco defendió en 2017 -nadie está por encima de la ley- sigue intacta. No ha cambiado.
Es exactamente lo contrario a lo que han hecho y dicho el líder del PSC, Salvador Illa, y el resto de altos cargos socialistas, que han pasado de calificar la amnistía de inconstitucional a defenderla como el bálsamo de Fierabrás de la política española que, según ellos, va a conseguir que Puigdemont se caiga del caballo y acepte la Constitución.
Borrell ha abierto una puerta a la esperanza a muchos dirigentes del PSOE que no comparten la amnistía ni las maneras de Pedro Sánchez, pero que guardan el silencio obligado de una organización política absolutamente dominada por el presidente del Gobierno. "Borrell ha demostrado personalidad, como siempre", admite un veterano socialista.
Borrell: "Es preocupante"
Tampoco es que dijera nada del otro mundo. El máximo responsable de la Política Exterior europea ha dejado, de momento, dos mensajes. Primero, dijo que dará una opinión elaborada más adelante. Después dijo que todo el mundo sabe lo que piensa al respecto, dando a entender que no ha cambiado de opinión por mucho que el PSOE necesite a los siete diputados de Puigdemont.
"Conozco los acuerdos políticos alcanzados con dos partidos independentistas y ciertamente esos acuerdos me provocan alguna preocupación o bastantes preocupaciones", afirmó.
Las declaraciones cayeron como un bombazo en Bruselas. Las dudas de otros miembros de la Comisión la ley de amnistía de Sánchez se veían confirmadas por el comisario español más relevante, y además socialista. Un día después, Borrell volvió a pronunciarse sobre la propuesta legislativa del Gobierno de una forma que muchos han interpretado como una recogida de cable. "Las amnistías tratan de hacer borrón y cuenta nueva", afirmó.
Borrell es el único cargo socialista próximo a Sánchez que ha esbozado una mínima crítica a los acuerdos de investidura del PSOE. A Emiliano García-Page resulta difícil calificarlo de sanchista. Borrell es líder destacado del PSC, ha sido ministro con Sánchez y ahora comisario. Y su mujer Cristina Narbona es la presidente del PSOE y una ferviente defensora del jefe del Ejecutivo.
Pero Borrell ha estado acostumbrado en el pasado a nadar contracorriente. Fue el primer miembro relevante del socialismo catalán que alzó la voz durante el procés del 2017. La memoria es frágil, pero el líder del PSC en aquellos días, Miquel Iceta, no se unió a la primera protesta de Sociedad Civil Catalana y estuvo mareando la perdiz hasta que se vio arrasado por la respuesta de la ciudadanía al golpe separatista. Entonces y solo entonces, cuando el PSOE vio que iba a ser arrasado si no tomaba partido, se sumó al 155, del que abjuraba en público y en privado.
Odio separatista a Borrell
Sánchez colocó estratégicamente a Borrell en Exteriores después de ganar la moción de censura con el apoyo del separatismo. ERC y Junts sitúan a Borrell como uno de sus principales enemigos políticos. Nunca lo han ocultado. Como ministro impulsó una actividad frenética en las embajadas para desmontar el relato separatista. Y solo su salida a Bruselas, bendecida por los independentistas, relegó estas acciones a la nada.
El papel de Borrell en este embrollo es una incógnita. No está claro si quiere seguir un Bruselas o tomarse una pausa. El año que viene cumplirá 77 años. Y la diplomacia europea es un sacrificio grande en un contexto geopolítico muy complejo: la guerra de Ucrania y el conflicto en Oriente Próximo.
Si no repite como candidato, Borrell apunta a ser una de las voces más críticas dentro del PSOE con este proceso de amnistía. "Mientras esté Borrell hay esperanza", asegura un socialista de Madrid.
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