El etarra Bolinaga está más gordo, algo hinchado, camina sin necesidad de apoyos, desarrolla una vida prácticamente normal y hasta se permite actitudes chulescas con la autoridad penitenciaria. Por ejemplo, cuando comunica telefónicamente a los servicios de vigilancia de la cárcel de Martutene y a la Guardia Civil que abandona Mondragón para trasladarse al Hospital de Donosti, donde sigue un tratamiento por el cáncer que padece en el riñón, lo suele hacer desde un bar, uno de los que frecuenta habitualmente en su ociosa vida cotidiana, entre amigos, algunos familiares y rondas de txikitos, una costumbre ya desde que abandonó la cárcel hace ocho meses.
Entre voces de taberna y ruidos de vasos, el etarra comunica en un tono entre chulesco y burlón, según han comentado fuentes de los servicios de seguridad encargados de hacer cumplir las órdenes del juzgado, que va a abandonar el pueblo para atenderse en el centro hospitalario donde recibe un tratamiento experimental del tumor hepático, con metástasis en cerebro y pulmón, a base de Sunitib, tras fracasar la terapia de quimio. Bolinaga fue excarcelado por disposición de la Audiencia Nacional en contra del criterio de la Fiscalía y de varios informes médicos que no consideraban imprescindible el traslado a su domicilio para seguir laas revisiones médicas.
Josu Uribetxeberria Bolinaga, convicto de tres asesinatos y del secuestro de Ortega Lara, ha cumplido ya ocho meses desde que la Audiencia Nacional le concediera una muy polémica libertad condicional atendiendo a "razones humanitarias" y debido a su crítico estado de salud, en "situación terminal". Ha cumplido ya siete meses desde que volviera a casa.
José Luis Castro, el juez de Vigilancia Penitenciaria comunicó entonces a Ertzintza y Guardia Civil que tomaran medidas a fin de que el etarra cumpliera con las normas que se le impusieron al decretar la condicional. Entre estas reglas de conducta están las de no acercarse a domicilio o lugar de trabajo de sus víctimas o sus familiares, no hacer declaraciones, no participar en actos políticos, no ausentarse de su localidad sin conocimiento de las fuerzas de seguridad y presentarse mensualmente a los servicios de vigilancia de la prisión de Martutene.
El terrorista, que nunca se arrepintió de sus crímenes, como confesó él mismo a La Gaceta en unas declaraciones efectuadas desde la escalera de su casa y tomadas por una cámara oculta, responde muy bien al novedoso tratamiento médico, que no cura el cáncer pero sí lo mantiene a raya. "Dijeron que estaba a punto de morir y que por eso le dejaban irse a casa, pero ya lo estamos viendo, se encuentra mejor que nunca", relataba recientemente un víctima del terrorismo ante el caso que en su momento supuso el jalón más negro de la lucha contra el terrorismo del Gobierno del Partido Popular.
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