El nuevo líder del PP andaluz no acierta con la estrategia para frenar a la imparable Susana Díaz. Designado hace seis meses por un polémico 'dedazo' de la Moncloa, Moreno Bonilla sufrió una dura derrota en los comicios europeos. Fue un aviso severo ya que el PP había triunfado en las tres últimas citas electorales andaluzas.
Catapultado desde Madrid tras diez años ausente de Andalucía, Juanma Moreno acusó el golpe y se afanó a la búsqueda de 'culpables'. Ha puesto en foco, inicialmente, en sus predecesores, Javier Arenas y Juan Ignacio Zoido, a quienes acusa en privado de haber dejado el partido hecho un erial. Arenas era hasta hace poco uno de sus más firmes valedores y 'padrinos'.
Alcaldías en peligro
Los nervios no se disimulan en el cuartel general de los populares andaluces. Algunos sondeos anuncian que el PP puede perder al menos tres de las capitales andaluzas en las que ahora gobierna. Sevilla, Málaga y Huelva pueden caer del lado del PSOE en las municipales.
Moreno sigue siendo un desconocido para el elector andaluz. La irrupción de Susana Díaz, además, le ha eclipsado. Tampoco se ha ganado el respaldo de los veteranos del partido, que lo contemplan aún como un elemento extraño, alguien ajeno a la organización andaluza. Moreno Bonilla, de ademanes amables y sonrientes, no ha hecho muchos esfuerzos por tender la mano hacia quienes no comulgaban con su designación.
Cuenta con el respaldo del aparato monclovita, en especial con Moragas, jefe del Gabinete del presidente. Precisamente Rajoy viaja el martes próximo a Sevilla para participar en un acto con empresarios andaluces. Y, de paso, dar un espaldarazo a su 'hombre del sur', necesitado de respaldo y de un cierto relanzamiento público.
Cambio de abogados
La estrategia adoptada por Moreno para recuperar el espacio político perdido pasa por dar un volantazo drástico en su línea de oposición a la Junta. Para empezar, ha decidido sepultar en la práctica la denuncia de la corrupción que ahoga al PSOE en la comunidad, en especial en los asuntos de los ERE y de Invercaria, dos de los casos más sonoros y por los que un acorralado Juan Antonio Griñán tuvo que abandonar la presidencia de la Junta. Ahora languidece en el Senado. Como Montilla, expresidente catalán. Como Barreda, expresidente manchego.
Hace unos días, la dirección del PP retiró a sus abogados de siempre del caso Invercaria (en el que aparece imputado un sobrino de Felipe González) y los sustituyó por Wenceslao Moreno, un veterano del mundo judicial. Este cambio de letrados ha producido enorme revuelo tanto en el PP como entre la clase política andaluza ya que Wenceslao Moreno está imputado actualmente por varios presuntos delitos (apropiación indebida entre otros) en una causa que se dirime en otro juzgado.
El aparato del partido esgrime que este cambio está justiciado porque sus letrados del caso de los ERE "están saturados". Excusas que no convencen. El volantazo de Juan Manuel Moreno es demasiado estrepitoso. En su empeño de no hacer ruido con la corrupción está haciendo demasiado ruido entre sus filas.
Algunas voces críticas aseguran que Moreno Bonilla no ha diseñado aún una línea de actuación política clara. Intenta transmitir entusiasmo pero no consigue hacer la pedagogía necesaria para que los suyos entiendan la necesidad de ese drástico viraje en la estrategia. Cierto que Javier Arenas no logró acceder a la presidencia de la Junta, pero al menos ganaba elecciones. Moreno Bonilla ha debutado con una derrota. Y Rajoy le reclamó victorias en un territorio clave para afrontar con cierta holgura las elecciones generales del próximo año.
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