España

La mayoría de la investidura se parte en dos y se sume en una guerra que amenaza con tumbar a Sánchez

Los socios del Ejecutivo están a la gresca. Podemos y el PNV se dan navajazos a cuenta de los impuestos a las grandes energéticas y los desahucios

Pedro Sánchez tiene muchos problemas políticos, pero uno se ha hecho especialmente relevante esta semana. La mayoría de la investidura se ha partido en dos y se ha sumido en una guerra que amenaza con dejar al Gobierno fuera de combate. Podemos y el PNV se dan navajazos a cuenta de los impuestos a las grandes energéticas y los desahucios. En Moncloa suena la alarma porque perciben a sus socios enfocados en que no habrá presupuestos generales del Estado. Es más, ven a algunos de ello remando para que no haya cuentas y precipitar elecciones. 

Sánchez no goza de estabilidad parlamentaria. La guerra frontal entre jeltzales y morados, larvada durante los últimos meses, complica aún más la difícil mayoría que sostiene al Gobierno de coalición de PSOE y Sumar. Además, los socialistas también vigilan de cerca otros enfrentamientos, como el que mantienen ERC y Junts por la hegemonía en el independentismo catalán. Todo ello hace muy difícil al Ejecutivo que pueda legislar. 

En efecto, las cuentas aparecen como un rompecabezas imposible para el Gobierno, que tiene que hacer auténticos malabares para conjugar los intereses de fuerzas tan dispares como Junts o el PNV con ERC y Bildu, ya que se mueven en coordenadas ideológicas contrarias. El único acuerdo entre sus socios es el rechazo genérico a la ultraderecha. Y es comprensible, porque Sánchez pactó con hasta 12 formaciones políticas distintas entre las que hay grupos de izquierda radical, de centro regionalista y de derecha e izquierda independentista. Alfredo Pérez Rubalcaba lo bautizó en su día como Frankenstein.

 

Todos y cada una de esos partidos tienen sus propios intereses, en muchos casos, incompatibles entre sí. La diversidad es tal que hace casi imposible que cuaje el proyecto de presupuestos; la ley más ideológica de cualquier Ejecutivo, porque es que la que prioriza los recursos públicos en pos de la sociedad ideal que persiga. Y ahí radica el problema: cada organización tiene una visión del mundo y de los medios necesarios para hacerla realidad. Moncloa asume que España entrará en 2025 con las cuentas de 2023. Suma y sigue.

Por si todo esto fuera poco para desvelar al presidente del Gobierno, Sánchez aún asiste cada mañana a un incensante goteo de informaciones sobre los dos supuestos casos de corrupción que tienen al PSOE noqueado y que llevan los nombres de dos personas claves en la vida política y personal del líder socialista: José Luis Ábalos Begoña Gómez. El primero, su extodopoderoso hombre fuerte en el partido, y la segunda, su mujer, están siendo investigados por la Justicia. Ábalos por su papel en la trama de enriquecimiento en su ministerio durante la pandemia y Gómez por si se valió de su influencia como mujer del presidente para sus negocios personales.

La debilidad política de Sánchez es un hecho. Pero él, que quienes le conocen definen como un superviviente, tiene un plan para intentar alargar una legislatura en vía muerta. En Moncloa dicen estar tranquilos. Y aunque admiten las dificultades, parecen convencidos de poder seguir a los mandos del país. "Ha sido un año intenso y es una legislatura difícil, pero somos muy capaces.

"Somos los únicos que podemos dar estabilidad al país y solucionar sus grandes problemas: ETA, el procés...", explica a este diario un ministro de peso en Moncloa. En el PSOE, sin embargo, están bastante más desanimados. Varios barones ven la legislatura difícil, plagada de obstáculos cada vez más grandes. El partido salió del Congreso Federal con la sensación de que fue el último que catapultó a Sánchez y ahora afronta los autonómicos. La idea es dejar listo el partido para la siguiente batalla electoral, empiece cuando empiece. Aunque de momento todo indica que lo hará más pronto que tarde. 

Bastantes socialistas perciben un "fin de ciclo", que esperan que no sea traumático y que permita al partido no perderse en el fango de las portadas con noticias de corrupción, así como que esta se demuestre que es todo es mentira. "Los políticos bailamos hacia el poder. Es normal, es legítimo. Fuera de Moncloa no tenemos apenas poder. Los alcaldes y los secretarios generales autonómicos tienen miedo de que la ola les arrase del todo", concede un barón socialista. Por eso, por el bien de su propia supervivencia, el partido se ha metido en el búnker. Toca resistir desde Moncloa.

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