Coincidiendo con la gira de Pedro Sánchez por los Balcanes, la región ha vivido un estallido de las tensiones que por momentos ha amenazado con dar pie a enfrentamientos armados, reviviendo viejos fantasmas del pasado. El presidente del Gobierno ha manifestado su apoyo a los países que buscan su adhesión a la Unión Europea. Pero antes de regresar ha querido dejar claro un mensaje: España está con Serbia y rechaza la independencia de Kosovo, en cuyas lindes se han registrado las últimas tiranteces. Una postura que, sin pretenderlo, aproxima a nuestro país a las tesis de Rusia y lo distancia de la OTAN.
"No podemos estar a favor del reconocimiento de Kosovo", apuntó Pedro Sánchez desde el corazón de los Balcanes. La negativa española trasciende los colores del Ejecutivo, y en los últimos años los sucesivos presidentes del Gobierno han mantenido la misma posición ante Kosovo. España rechaza su independencia, en tanto que la alcanzó por la vía unilateral respecto a Serbia en febrero de 2008.
La maquinaria diplomática española entiende que reconocer la independencia de Kosovo pondría en entredicho la firmeza del Estado ante las regiones que, dentro de nuestro país, cuentan con poderes nacionalistas que pretender seguir la misma vía. El caso más reciente se ha vivido en Cataluña, cuando Carles Puigdemont declaró de forma unilateral la separación respecto a España para suspenderla inmediatamente después. Se registran tensiones similares en el País Vasco o Galicia, entre otros.
Aunque la visita de Pedro Sánchez a Serbia tenía por objetivo manifestar su apoyo a su proceso de adhesión a la Unión Europea -como hizo también en Bosnia y Herzegovina, Montenegro, Macedonia del Norte y Albania-, la cuestión kosovar no quedó de lado. El presidente del Gobierno se reunió con el presidente de Serbia, Aleksandar Vučić, en el Palacio Srbije, y expresó el respaldo sin fisuras de España a Serbia ante la independencia de su antigua provincia.
Tensiones en Kosovo
La presencia de Sánchez en la región ha coincidido con un aumento de las tensiones en las lindes entre Bosnia y Kosovo. Las autoridades kosovares impusieron que, a partir del 1 de julio, los serbios residentes en su territorio debían contar con una documentación y unas matrículas para sus vehículos específicas. Coincidiendo con esa nueva normativa, se registraron bloqueos en los principales pasos fronterizos y carreteras. Incluso se llegaron a registrar situaciones de fuego real, aunque no hubo que lamentar heridos.
España ha dejado clara su posición: no admite la independencia de Kosovo
La crisis vivida en Kosovo ha puesto de manifiesto que los viejos fantasmas de la guerra no han desaparecido por completo de la región. También que la comunidad internacional se encuentra dividida ante el reconocimiento de la soberanía propia de la antigua provincia serbia.
España ha dejado clara su posición: no admite la independencia de Kosovo. Así ha quedado patente estos días, aunque también ha habido episodios anecdóticos en fechas recientes que han revelado la postura nacional, como cuando la selección de fútbol de Kosovo disputó un partido en España contra el equipo dirigido por Luis Enrique ante la polémica de si sonaría su himno nacional y si se colocaría su bandera en el estadio de La Cartuja, en Sevilla.
El mundo ante Kosovo
La posición de España contrasta con las de sus habituales aliados. Un centenar de los 198 países que integran las Naciones Unidas admiten la soberanía de Kosovo. España está entre los que no, junto a otras naciones europeas con tensiones independentistas y potencias internacionales como Rusia o China. Buena parte de los países asiáticos, africanos o americanos también rechazan la soberanía kosovar.
En el extremo opuesto se encuentran Estados Unidos y la mayoría de países miembro de la Unión Europea. La OTAN, en ejecución de una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, mantiene desplegadas sus tropas en la región para mantener la estabilidad en la región y posibilitar la asistencia de la ONU a los colectivos más desasistidos.
España contribuyó de forma activa a la misión de la OTAN en Kosovo -conocida con el nombre de KFOR- entre junio de 1999 y septiembre de 2009. Un total de 22.000 miembros de las Fuerzas Armadas participaron en los consecutivos despliegues: "Facilitaron el regreso a sus hogares de 800.000 refugiados de todas las etnias y garantizaron su seguridad con más de 60.000 patrullas en vehículo o a pie, además de realizar alrededor de 250 misiones de desactivación de explosivos", detalla el Ministerio de Defensa en su informe sobre la misión.
Pero una vez proclamada la independencia por la vía unilateral, España optó por retirar sus tropas sobre el terreno, en consecuencia con la política exterior que ahora lidera Pedro Sánchez; la misma que niega la soberanía de Kosovo para no alentar procesos similares en territorio nacional, posicionándose en la misma línea que Rusia y enfrentándose a sus habituales aliados.
Por su parte, la OTAN afirma que está "preparada para intervenir" en caso de que las tensiones se disparen en la región y que "monitoriza" la situación para "adoptar las medidas necesarias para mantener Kosovo a salvo".
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