España

Luis Pineda negociaba un convenio de un millón de euros con Telefónica cuando fue detenido

El presidente de Ausbanc pretendía firmar un convenio "potente" de un millón de euros con Telefónica cuando fue detenido. Así lo explica Isabel Medrano Valero, miembro de la junta directiva de la asociación, en un escrito aportado al juez.

Isabel Medrano relata en el escrito entregado al juez Santiago Pedraz bajo el epígrafe “Informe Ausbanc” que era Luis Pineda “quien personalmente cerraba y gestionaba los acuerdos con grandes empresas, como Gas Natural, Repsol, Iberdrola, entre otras. Telefónica es un cliente que gestiona también directa y personalmente el presidente”. Ella, sostiene, se limitaba a cumplir las órdenes que recibía de su jefe, que le daba los convenios publicitarios ya cerrados.

Medrano explica que en 2015 Pineda cerró con Telefónica un acuerdo para las ediciones internacionales de su publicación Mercado de Dinero en Colombia, USA y México por importe de 73.760 euros, que renovó en 2016, en este caso ya por 120.000 euros y añadiendo a las publicaciones la que la asociación edita también en Venezuela. Dichos acuerdos eran negociados directamente por Pineda con el departamento de Comunicación de Telefónica, según su testimonio.

“En todo este proceso no observé nada irregular. Pensé que mi presidente mantenía una buena relación con Telefónica al igual que con otras grandes empresas, y que Telefónica, debido a su gran expansión internacional, contemplaba publicaciones de nuestro grupo editorial internacional, medios que vienen publicándose en cada uno de los países citados desde hace más de diez años y en donde cada año se ha ido mejorando su posicionamiento en los distintos mercados locales”, señala el documento entregado al juez.

Isabel Medrano, directiva de Ausbanc, sostiene que era Luis Pineda quien cerraba personalmente los acuerdos con las grandes empresas

Isabel Medrano insiste en varios fragmentos de su declaración por escrito en que ella tan sólo conocía los convenios “por lo que mi presidente me dice y me pide preparar, pero en ningún momento negocio, ni formo parte de sus negociaciones, ni soy conocedora de las estrategias que él prepara, pretende o gestiona (…) Mis funciones comenzaban cuando mi presidente, Luis Pineda, ya había cerrado los acuerdos con las entidades financieras o empresas a las que él se dirigía”.

La directiva de Ausbanc sostiene que en 2016 Pineda le indicó que se pusiera en contacto con sus interlocutores en Telefónica para dar continuidad a los acuerdos que se habían llevado a cabo en las tres ediciones internacionales y que ampliase la oferta a otras revistas de Ausbanc en España que iban a formar parte de una propuesta “potente” por importe de un millón de euros. “Sobre la propuesta de un millón de euros que Luis (Pineda) envía a Telefónica, Luis no me da ninguna instrucción al respecto, salvo la (…) de ir contactando con la dirección de medios de Telefónica para saber en qué medios de España les puede interesar ir publicitándose”. Fuentes de la operadora han desmentido tajantemente esta versión, asegurando que, muy al contrario, han resistido siempre las presiones de Pineda para cerrar un acuerdo publicitario para las revistas de Ausbanc en España. 

Según el relato de la directiva de Ausbanc, a finales de cada año Pineda le solicitaba redactar lo que denomina Convenios Institucionales de Continuidad, es decir, la renovación de los contratos publicitarios suscritos el año anterior, que el propio presidente de Ausbanc remitía a las distintas firmas con una carta firmada por él. “Una vez confirmada la recepción de las propuestas de convenio, el señor Pineda se reunía o hablaba con las entidades o empresas, y, conforme a lo que pactase o negociase con cada una de ellas, me daba a mi luego indicaciones precisas de lo que finalmente había cerrado para ese año, para que yo me encargase de materializarlo publicitariamente”.

Medrano dibuja a un Pineda omnipresente que todo lo controlaba. “Yo me limitaba –dice- a realizar las instrucciones que mi jefe me daba, siempre tratando de darle el servicio que me requería y, por supuesto, en aras de mi estabilidad laboral. Sus indicaciones eran estrictas y podían llegar a ser muy exigentes, hasta el punto de que para asegurarse de que se enviaban las cosas como él deseaba me dictaba los correos que consideraba oportunos que yo debía enviar, o me decía literalmente el mensaje que debía transmitir. Siempre he respetado a mi jefe e intentado, como empleada suya que soy, atender sus instrucciones, las cuales eran algunas veces incuestionables”.

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