Escribió Azorin que “no se puede concebir Madrid sin Lhardy”, y la frase podría extenderse a toda la hostelería, pues hay algo de la cultura castiza que no se entiende sin los bares y restaurantes para abrevar y dar giros copernicanos a la propia existencia. Manuel Leguineche pactó una vuelta al mundo en todoterreno desde una de las tabernas aledañas a la Plaza Mayor, entre porrones cargados de tinto de Valdepeñas y tortillas de patatas. Pocos meses después, estaba en Bangkok, apesadumbrado porque un mono le había robado su pasaporte, como describió en El camino más corto.
Hoy es lunes y cualquier crápula es consciente de que una buena parte de los bares cierra para descansar. Sin embargo, no es un día normal, pues diez semanas después algunas de las terrazas más emblemáticas de la capital madrileña han desplegado sus sillas y sus mesas para atender a sus clientes. Las dos que abrían en la Plaza Mayor a media mañana estaban llenas de personas. Entre ellas, un hombre de unos 60 años que tomaba un vermú con unas aceitunas con una indisimulada expresión de satisfacción. El primer aperitivo al sol en 70 días bien vale una misa.
La patronal madrileña CEIM estimaba que este lunes ha abierto el 10% de las 5.400 terrazas madrileñas. En cuanto al comercio, incidía en que el 80% que estaba autorizado para abrir ha levantado la persiana, lo cual se notaba en calles como la de Fuencarral, donde varias de sus tiendas más concurridas prestaban actividad. Madrid entraba oficialmente a las 00.00 horas en la primera fase del 'plan de desescalada' elaborado por el Ejecutivo y la hostelería volvía a ponerse en marcha -pese a los pedidos que han atendido durante estas semanas-. Ahora bien, la impresión es que falta mucho para alcanzar la normalidad, si es que alguna vez se vuelve a disfrutar de la vida tal y como la conocimos.
La diferencia más evidente entre el ayer y el hoy es el menor tránsito y el uso de mascarillas, obligatorias en espacios cerrados y confeccionadas con diferentes diseños. En una Gran Vía desangelada se podían apreciar los discretos cubre-bocas desechables, pero también otros estampados en diversos colores. O esos de plástico que se aferran al cráneo desde la frente y tapan toda la cara, al estilo de la máscara de un soldador. O esos otros, negros, con filtros redondos a los lados, que recuerdan a los que se empleaban en la batalla de Verdún para evitar intoxicaciones con el gas mostaza.
La nueva normalidad
Las filas no se forman dentro de los locales desde la llegada del coronavirus, sino en la calle, con una separación de un metro y medio de distancia entre personas, lo que dificulta el tránsito y aviene a la insolación cuando arrecie el calor veraniego.
El metro, medio vacío, tiene desde hace varios días pegatinas en los bancos que advierten de que está prohibido que una persona se siente al lado de la otra. Y prácticamente en cada muro hay un cartel con indicaciones sobre las varias normas que hay que cumplir para poder vivir en sociedad hasta que los gobernantes consideren que la amenaza vírica está controlada.
Este lunes abrían los parques en Madrid después de dos meses clausurados. Cosa sorprendente, pues su cierre durante las últimas semanas ha obligado a que los corredores se vieran obligados a zigzaguear por las aceras -esparciendo sus 'partículas'- y a que los paseantes se arremolinaran en espacios de, como máximo, cinco o seis metros de ancho.
En El Retiro no había muchas personas por la mañana, pero han sido decenas los vecinos que se han acercado para pasear por sus jardines. Su estanque estaba vacío de barcas, pero en el paseo principal no faltaban padres con sus hijos. Algunos, aprovechaban para celebrar el momento con una fotografía, como un hombre con gafas de sol, que había subido a su perro a una barandilla para hacerse la selfie de rigor.
Despierta el casticismo
No destaca esta ciudad en las guías turísticas, pues sus lugares de referencia quizá no son tan ostentosos como los de otras grandes ciudades europeas. Su fuerte es la calle, el bullicio, los bares y los restaurantes. Por eso, se puede decir que Madrid comenzó un duro período de hibernación el 13 de marzo que hoy ha finalizado, en parte. Ahora bien, todavía queda lo peor, que será la crisis derivada de los sucesos que han acontecido en España y en el mundo en las últimas semanas.
Lo recordaba el balcón de la sede de la Comunidad de Madrid en la Puerta del Sol, donde sus tres banderas lucían a media asta. Quien se deje llevar por el premeditado triunfalismo que transmiten la propaganda gubernamental y algunos medios, quizá se enfrente, tarde o temprano, a una enorme bofetada de realidad. La Fase 1 es un despertar...o el ojo del huracán. De momento, esta tarde volverán a sonar las cacerolas en las calles y los balcones; y en las próximas 24 horas serán algunas decenas de personas las que fallezcan. Que a nadie se le olvide.
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