Más Madrid ha completado una de sus semanas más complicadas en la historia reciente de la formación política. Una que culminó el pasado jueves en el Pleno de la Asamblea, cuando el diputado Pablo Padilla, dirigiéndose a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, simuló que empuñaba un arma y la engatillaba.
El gesto, absolutamente reprobable, ocupó las conversaciones en los pasillos de la Asamblea al finalizar la sesión de control al Gobierno regional. Un déjà vu político que trae al recuerdo reminiscencias pasadas.
Hace dos años, la ahora ministra de Sanidad Mónica García, ocupando el cargo de diputada y portavoz de Más Madrid en la Cámara, hizo el mismo gesto que al entonces consejero madrileño de Hacienda Javier Fernández-Lasquetty.
García, que aglutinaba la oposición política contra Isabel Díaz Ayuso, salió indemne. Misma penitencia que parece esperar a Padilla. A las horas de protagonizar tamaña polémica, el propio diputado salió al paso en sus redes sociales justificando la acción. Fue en su cuenta de 'X', antes Twitter, donde calificó su gesto de "anécdota" comparado con "lo de Netanyahu, que es un genocidio".
Lo que he hecho mientras Ayuso justificaba el genocidio es el gesto de los francotiradores de Israel asesinando a 14.000 niños. Mi gesto es una anécdota, lo de Netanyahu es un genocidio. Ojalá el PP se indignara con él la mitad que conmigo.
— Pablo Padilla (@MaesePads) May 23, 2024
Desde la bancada popular las reacciones no se han hecho esperar. Su actitud amenazante era merecedora de entregar el acta de diputado, creen desde el PP. En la tarde de ayer, el portavoz Carlos Díaz-Pache pedía encarecidamente su dimisión, amén de pedir las disculpas oportunas.
Sin embargo, fuentes de Más Madrid en los pasillos de la Asamblea comentaban que no existe intención ninguna de hacerle dimitir. Ayer, con el asunto más reposado, fuentes oficiales del partido señalaban que Más Madrid "no iba a hacer más declaraciones" puesto que todas las que había que hacer "ya se dieron en formato Twitter". Pero la parte más esperada para conocer era la afectada, en este caso la de Díaz Ayuso.
La mandataria de la Comunidad de Madrid habló ayer en Alcalá de Henares, tras presidir un acto de conmemoración del XXV aniversario del Museo Arqueológico y Paleontológico Regional. Ayuso no quiso entrar en más polémicas con Padilla, dejando "su futuro en manos de la Asamblea". Estos días serán claves para el futuro del diputado, pero no parece que desde la formación vayan a ponerle en ningún aprieto mayor.
¿Quién es Pablo Padilla?
Conocido ayer por muchas personas, Pablo Padilla es un veterano en la Asamblea de Madrid. Madrileño de pura cepa, Padilla vive su segunda legislatura en la Cámara. Durante el anterior mandato desempeñó el rol de asesor legislativo en Más Madrid, además de ser parte importante del gabinete de Mónica García. Anteriormente, entre 2015 y 2019 repitió su rol, pero de la mano de Podemos.
Tiene una dilatada experiencia como activo de la izquierda más revolucionaria, pues en el pasado más lejano unió sus fuerzas a Juventud sin Futuro, un inicio del movimiento 15M que dio origen a Podemos. Además, fue un miembro importante de Patio Maravillas, aquella organización que se dedicó a okupar varios edificios del centro de Madrid.
Vive abonado a las polémicas desde sus primeros días en el oficio. Hace ocho años, en 2016, aún bajo el paraguas de Podemos, Pablo Padilla recriminó a gritos a Paloma Adrados, presidenta de la Asamblea, su decisión de no retirar del diario de sesiones unas palabras de la diputada del PP sobre Venezuela y Podemos.
Meses más tarde, le dedicó otro gesto muy particular a Jaime González Taboada, consejero de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio. Padilla simuló tener las manos esposadas cuando se estaba produciendo un debate en la Asamblea sobre los contratos de menores en la región.
La última, previa al disparo ficticio contra Ayuso, ocurrió el 5 de octubre, cuando Padilla llamó "facha" a la presidenta. El Partido Popular exigió una rectificación de inmediato. El pleno del próximo jueves se espera movido, con especial interés en lo que el propio afectado tenga que decir delante de la Cámara. La política madrileña nunca otorga un respiro.
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