Madrid

Los problemas de la puerta trasera de la Gran Vía: prostitución, drogas y aguas fecales

Los vecinos de la calle Ballesta, aledaña a la conocida Gran Vía, están hartos de los pisos donde se ejerce la prostitución y también se vende drogas

El cruce de las calles Ballesta, Nao y Puebla forman un triángulo a pocos metros de la conocida Gran Vía de Madrid. Los vecinos consideran que este punto es el 'Triángulo de las Bermudas': drogas, prostitución y suciedad. La vida en esta zona céntrica de la capital cada vez es más complicada por los problemas que generan los drogodependientes y las prostitutas. Como método de protesta, los residentes y los comerciantes, han instalado un emblema con la imagen de un camello y la señal de prohibición. "Es desesperante", describe uno de estos propietarios en declaraciones a Vozpópuli.

Apenas 50 metros hay de distancia entre el comienzo de la calle Ballesta con el edificio del 'Primark' de la Gran Vía. Un comercio por el que cada día pasan miles y miles de madrileños y turistas que buscan hacer sus compras. Sin embargo, esta diminuta distancia expone una diferencia abismal tanto de la fotografía como de los protagonistas de las imágenes.

Los vecinos de la calle Ballesta recuerdan, en declaraciones a Vozpópuli, que el problema de la droga y la prostitución siempre lo han sufrido en su zona. Hace años consiguieron gracias al trabajo y a la presión que se cerraran los clubes de alterne. A pesar de ello, continuó la presencia de mujeres en las calles ofreciendo sus servicios sexuales a cambio de dinero.

Los carteles que han puesto los vecinos y comerciantes de las calles aledañas a la Gran Vía
Los carteles que han puesto los vecinos y comerciantes de las calles aledañas a la Gran VíaSusana Crespo

A pesar de los múltiples golpes policiales en la zona, los residentes advierten que este problema se ha incrementado en los últimos seis años. "Nos hacen la vida imposible. Las broncas son constantes todos los días. El trapicheo de droga se produce a cualquier hora del día", explica este vecino que vive a unos pocos metros de la Gran Vía.

La caída de las aguas fecales

Uno de los grandes temores que tienen en la actualidad estos propietarios es la fusión de los negocios de la prostitución con el del tráfico de drogas. Estos puntos se encuentran principalmente en el número 10 de la calle Ballesta.

En este edificio los propietarios del primer piso vendieron la casa. Se hicieron obras para ampliar a cuatro los pisos que se alquilaron. Una organización criminal los adquirió y llevan meses sin pagar la renta ni la comunidad y creando problemas al resto de ocupantes.

La comunidad de propietarios instaló cámaras en el portal aunque no pueden apuntar a la entrada de este piso por la Ley de Protección de Datos. El objetivo no era otro que demostrar que en este piso se vendían sustancias estupefacientes. "No es nada fácil demostrarlo", aclaran estas personas a Vozpópuli.

Los drogadictos que se ubican en las calles aledañas a la Gran Vía Susana Crespo

Una de las grandes deficiencias que tienen son la higiene. De forma habitual se les atasca el sumidero del lavabo y tienen problemas con la tubería. Desde hace un año y medio los vecinos tienen goteras porque cae agua que proviene de los desechos fecales. "Unos goterones tremendos y nos cae toda la mierda encima", denuncian.

"Como es un horror hemos tapado todo el techo del portal para que no nos caiga encima. Otra de las cosas que hacen es que cuando están al límite tiran por el patio cubos de agua con mierda a altas horas de la madrugada", añaden.

Una situación "desesperante" a metros de la Gran Vía

No es difícil acercarse a esta zona en la parte trasera de la Gran Vía y encontrar "broncas, peleas o prostitutas sentadas en sofás y sillones que los vecinos habían tirado en la calle". Los inquilinos que cumplen las normas denuncian la "inseguridad" que tienen en su día a día. "Es horrible vivir así", apostillan.

Los vecinos han denunciado de forma reiterada la situación a la Comunidad de Madrid, al Ayuntamiento de Madrid y a la Policía Nacional. El incremento de las patrullas de los funcionarios aseguran que es indudable. "Es un poco desesperante. Es una pena que pasemos una situación así tan cerca de la Gran Vía que la cuidan tanto", defienden.

Mientras se escribe este reportaje, un drogodependiente llama a todos los telefonillos de uno de los edificios de esta puerta trasera de la Gran Vía. "Pasa hasta a las tres de la mañana", responde el propietario sin dar importancia a la situación. Alguien arrancó el cable del telefonillo en el piso donde se trapichea con drogas y se ejerce la prostitución. "La única forma de entrar es ser pesado y llamar a todos los números para probar suerte", concluye.

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