Los responsables de la candidatura Madrid 2020 sostienen, a la hora de perseverar en el empeño, que la insistencia juega a favor de la capital española, y que cada vez estamos más cerca de conseguirlo. Según este argumento, la candidatura de Madrid 2012 perdió en la penúltima ronda (Singapur, 2005) mientras que Madrid 2016 avanzó una ronda más y perdió sólo en la final contra Río de Janeiro (Copenhague, 2009). Siguiendo esta tendencia, Madrid 2020 estaría en disposición de alzarse con la victoria en Buenos Aires el 7 de septiembre de 2013.
La realidad es la contraria. Madrid nunca tuvo ninguna oportunidad de organizar los Juegos de 2016 y, en cambio, estuvo muy cerca de organizar los de 2012, a pesar de haber sido eliminada en una ronda anterior. De haber pasado a la final (faltó un solo voto por las circunstancias que todos recordamos y otras menos conocidas), la capital española se hubiera beneficiado sin lugar a dudas de la competencia feroz entre Paris y Londres. La realidad es que, si en Singapur se perdió por 1 voto, cuatro años más tarde, en Copenhague, Madrid fue vapuleada por Río de Janeiro por 34 votos de diferencia.
La decisión de presentarse a los Juegos de 2016 fue una decisión política, en el peor sentido de la palabra, al que alude la definición de Groucho Marx: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico erróneo y aplicar después los remedios equivocados”. Se presentó la candidatura en clave española, ignorando el hecho de que Madrid no podría obtener los Juegos de 2016 al celebrarse los de 2012 en el mismo continente. Con el objeto de superar ese obstáculo (insuperable, como conoce bien cualquiera con un mínimo de experiencia internacional), se acuñó el concepto de “rotación cultural” para oponerlo al de “rotación geográfica”, y se decidió acometer la inversión en instalaciones antes de haber obtenido la designación (¡!), para forzar así la mano del COI.
La candidatura de Madrid 2016 fue una provechosa operación "política" para los promotores de la iniciativa
Se realizó entonces un gasto inútil de cientos de millones en instalaciones que, en algunos casos, se tuvieron que abandonar a medias, hipotecando también presupuestos futuros. Finalmente, cuando nos quedamos sin Juegos, como era de prever, se acusó a los miembros del COI y a su Presidente de habernos engañado, preparando de forma muy poco inteligente el terreno de cara a una convocatoria posterior, por ejemplo, la de 2020. De ser cínicos, diríamos que la candidatura de Madrid 2016, aunque saldada con un fracaso absoluto en términos de gestión y resultado final, además de un desastre económico patente, fue sin embargo una provechosa operación “política” (definida esta vez como el arte de alcanzar el poder y/o mantenerse en él) para los promotores de la iniciativa.
La rotación de continentes ya no juega en contra de Madrid
Si la candidatura de 2016 no quiso ver la regla no escrita de la rotación de continentes, Madrid 2020 trata ahora de ignorar la crisis o, más bien, argumentar, en un asombroso ejercicio de spin, que la lucha contra ella justifica la candidatura olímpica. El COI, por su parte, nunca nos va a despertar del “sueño” olímpico ni llevarnos la contraria, lo que no significa que nos esté engañando como se dijo tras perder Madrid 2016. Al final, el éxito de su “negocio” se basa en que haya muchas ciudades candidatas compitiendo entre sí, de manera que su franquicia conserve todo el valor y se acepten sus condiciones sin rechistar. En este sentido, candidaturas como la de Madrid son una bendición para el COI, y ello porque para cierta clase de político o gestor español, no sometido en sus excesos al control de la oposición, los medios de comunicación, o la ciudadanía, el único fin es “conseguir” los Juegos como un objetivo en sí mismo, sin importar el coste o las condiciones a satisfacer a cambio.
Los miembros del Comité Olímpico Internacional quizá decidan apoyar a Madrid antes de que termine por cansarse
De cara a 2020, la rotación de continentes ya no juega en contra de Madrid pero tampoco lo hace necesariamente a su favor. Madrid es la única ciudad europea (el caso de Estambul, ya se vio, es especial) que se presenta a los Juegos de 2020, bien sea porque las demás posibles candidatas de nuestro continente se reservan para una edición posterior, bien, como se comprobó con Roma, porque en la situación actual de crisis se considera descabellado afrontar este tipo de proyectos. Por cualquiera de estas dos razones, es muy difícil imaginar que los miembros europeos del COI (que suponen más de la mitad del total), o los estadounidenses, vayan a votar por Madrid 2020.
Pero también puede ocurrir lo contrario. Los miembros del Comité son independientes de sus gobiernos y viven en su particular mundo de privilegios dedicados a adjudicar unas Olimpiadas cada dos años (verano e invierno). Quizás lleguen a la conclusión de que no va a haber en mucho tiempo ninguna ciudad europea lo suficientemente pardilla como para presentarse a próximas ediciones de los Juegos en medio de esta crisis económica colosal, y decidan en consecuencia apoyar a Madrid antes de que termine por cansarse. Sólo lo harían, creemos, si hubiese dificultades insalvables con Tokio o Estambul. Pero ello muestra que, a pesar de todos los fallos de la candidatura madrileña, existe un peligro real (aunque remoto) de que nos concedan los Juegos de 2020.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación