Este sábado, Valladolid acoge una manifestación de la plataforma ‘Inclusiva sí, especial también’ en contra del cierre de colegios para chicos con discapacidad. En menos de ocho meses de existencia, la organización ya cuenta con más de 100 asociaciones adheridas en toda España. Cuando la conformaron en junio del año pasado, a penas eran 15 padres.
Marta Gil vive en Zaragoza y tiene un hijo con discapacidad intelectual. Le queda un año para terminar su etapa formativa en un centro de educación especial. Manuel, que así se llama el chico, ha pasado por los tres tipos de centros que existen para atender a personas como él: la mencionada especial, la educación ordinaria y la preferente para personas con Trastorno de Espectro Autista.
"Un calvario"
“En el centro ordinario fue un calvario, en el preferente tuvo cubiertas todas sus necesidades y aprendimos mucho todos con las pautas y en la especial ha recibido todo lo que necesitaba para su formación”, afirma.
La continuidad de los centros especiales no está asegurada. El Comité Español de Representante de Personas con Discapacidad (CERMI) ha propuesto que los chicos con necesidades educativas especiales se incluyan en los centros ordinarios, y la ministra de Educación, Isabel Celaá, ha afirmado en varias declaraciones que estudia esta medida.
“Entiendo que lo hacen con buena intención, en aras de la inclusión, pero la solución es nefasta”, dice Gil, quien sufrió en primera persona lo que fue llevar a su hijo a un centro ordinario, con el resto de chicos de su edad, donde no tenían todos los medios necesarios para atenderlo. “A Manuel le queda un año de colegio, ya tiene 19, pero espero que nadie tenga que pasar por lo que pasé yo”, señala.
36.000 alumnos
En España hay cerca de 36.000 alumnos que necesitan una atención especial, el 17% de todos los que cuentan con alguna discapacidad. Para ello existen 477 centros que el CERMI pide que sean reconvertidos en aulas de apoyo territorial y sus trabajadores pasen a desempeñar sus funciones en los centros comunes.
Esther Morilla es la portavoz de la plataforma. Su hija Lucía tiene parálisis cerebral. No anda, no habla, no come sólidos. “Gracias al trabajo de los fisioterapeutas en el colegio hemos conseguido que en verano se pueda sentar en una silla de la playa junto a sus hermanos”, subraya. La chica acude al Centro Bobath, en Madrid.
Morilla es contundente a la hora de defender la educación especial. Destaca el “papel fundamental” que realizan los logopedas, psicológos y los expertos en comunicación cognitiva que trabajan con chavales como Lucía. “La inclusión en el caso de mi hija es una utopía. ¿De qué le serviría ir a clases de matemáticas con su hermana?”.
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