- Al echar la mirada atrás verá tres décadas de lucha antiterrorista, siendo protagonista en desarticulaciones de comandos de ETA, seguimientos, tiroteos… ¿Cómo se siente al pensar en todo eso?
- Pues… viva.
Ese 'viva' al que hace referencia la cabo primero de la Guardia Civil Manuela Simón dista mucho de la adrenalina o de la emoción a los que muchos aluden al emplear esa palabra. Ella se refiere al más puro instinto de supervivencia: un 'viva' en el que respira, siente y padece. Entró en el cuerpo con 18 años, en la primera promoción de mujeres, y desde entonces ha volcado su existencia en combatir a ETA. "Era mi obsesión, pero sólo he sido una más de entre mis compañeros". Por sus manos han pasado algunos de los terroristas más sanguinarios y su instinto ha contribuido a poner a la banda contra las cuerdas. Un viaje largo y, en más ocasiones de las deseadas, teñido de rojo: 215 guardias civiles han sido asesinados en ese recorrido. Varios de ellos amigos -casi hermanos- de Manuela; Manoli para sus más allegados. Respira, sopesa la pregunta y añade a su respuesta: "Yo, al menos, puedo contarlo. Celebro seguir con vida".
Los primeros pasos de Manoli se dibujan entre las calles de Torrenueva, pueblo de Ciudad Real de 2.700 habitantes. Nacida en 1969, segunda de tres hermanas, hija de panadero. Sin saberlo, ya dirigía su trayectoria a vestir el verde. El padre de una amiga era guardia civil y solían jugar en el patio de la casa cuartel. A caballo pasaban los miembros del cuerpo con las capas con las que se protegían frente a las inclemencias. Eran los años 70. "Quiero ser como ellos", decía aquella niña en su inocencia; el Instituto Armado, por entonces, era inaccesible para las mujeres.
Tiempos de cambios, agitación política, últimos años del franquismo. El País Vasco bullía en tensión, caldo de cultivo para que ETA se convirtiese en un monstruo de fauces insaciables. Los terroristas ganaban en capacidades, se armaban de confianza. Enarbolaban una bandera antifranquista que les granjeaba connivencia -cuando no simpatía- de sectores de la sociedad española y del ámbito internacional. El mayor exponente de esta trayectoria es, quizá, el asesinato en 1973 del presidente Luis Carrero Blanco, en quien Franco confiaba el futuro del país.
ETA llevaba la iniciativa. Y la Guardia Civil, que venía de combatir contra los maquis, no tenía medios para hacerle frente. Sus actuaciones se movían con frecuencia entre lo desfasado y lo desmedido. En la incipiente democracia, conocedores y sufridores de aquella realidad, los mandos del cuerpo proyectaron una revolución interna en sus estructuras. Una de las aristas de ese programa contemplaba la incorporación de mujeres en sus filas. ¿Qué etarra podía imaginar que una mujer seguía sus pasos? Era inconcebible. Así se le abrieron las puertas a Manoli, la niña de Torrenueva que soñaba con ser guardia civil.
Primera promoción de mujeres guardias civiles
"Pensaba hacer bachiller, terminar COU y estudiar Derecho. Justo cuando estaba en COU me llaman unas amigas del pueblo y me dicen: 'Oye, ¡ha salido la convocatoria para acceder mujeres en la Guardia Civil! ¿Qué te parece si nos presentamos?'". Manoli no las tenía todas consigo: "Qué me voy a presentar, si no he estudiado temario ni nada". Pero con el empuje de la edad y sin nada que perder, se vio en Madrid con sus dos amigas afrontando las pruebas de acceso.
Y aprobó. Sólo ella de las tres. También superó las pruebas físicas: "Con esa edad corres lo que sea", ríe Manoli. Sus padres liaron el petate y la llevaron en coche a la academia de Baeza para instruirse como uno más. Separación familiar difícil -"yo siempre he sido muy de mi casa"- y nueve meses "durillos" por delante: "Un mundo muy castrense, sin ningún problema de desigualdad, pero muy lejos de los míos. Me operaron de apendicitis, de principio de peritonitis, y pasé una temporada en el botiquín".
Pese a las complicaciones de salud, Manoli iba superando todas las pruebas. Junto a ella otras 197 compañeras que conformarían la primera promoción de mujeres de la Guardia Civil. Faltaban tres meses para terminar la formación cuando se presentó un grupo de oficiales en las instalaciones: buscaban candidatas para integrarse en los servicios de Información y reforzar así su punta de lanza en la lucha antiterrorista. Manoli lo tenía claro, era el camino, y se presentó junto a otras 70 u 80 candidatas.
La lucha contra ETA
Pruebas psicotécnicas, exámenes, entrevistas personales. Una criba que estrechó el cerco, descartando candidatas tras cada fase. Quedaron diez. Las llevaron a Madrid y afrontaron otro curso. Sólo cuatro fueron las seleccionadas para integrarse en el Grupo de Apoyo Operativo (GAO), élite en la lucha contra ETA. Manoli, una de ellas. Tenía 18 años.
- ¿No da miedo entrar en un cuerpo que, en esos tiempos, era blanco preferente de los terroristas?
- A lo mejor es la edad, pero te crees intocable, te consideras un héroe. Mi objetivo a batir era ETA.
Manoli rechazó una propuesta para entrar como instructora en la misma academia de Baeza en la que se había formado. También regateó las insistencias de sus padres para quedarse en un destino más 'suave'. Y eso que ellos nunca supieron su verdadero cometido. Creían que cumplía labores de oficina en despachos tranquilos. Sólo ahora, con motivo de la publicación del libro Historia de un desafío [ediciones Península] y la emisión de la docuserie El desafío: ETA [Amazon Prime] han conocido los verdaderos entresijos en los que se ha desempeñado su hija… y el riesgo que ha corrido en más de una ocasión.
Como la vez en que Manoli propició la detención de uno de los etarras más sanguinarios de la época. "Llevaba 15 días currando". Cabe recordar que la guardia civil tenía 18 años. Llevaban tiempo siguiendo la pista de un camión y aquel día hicieron un seguimiento al vehículo. Tras detenerse en una estación de servicio vizcaína, la bisoña guardia civil y un compañero no mucho más veterano entraron en el bar.
Manoli recordó las imágenes de los etarras más buscados que le había enseñado su superior ese mismo día. Fotos en blanco y negro: "Este es Paterra, pelo oscuro, ojos azules, más bien guapete". Y al entrar en el bar, frente a frente, dos hombres. Uno de ellos con aquella mirada azul. No tenía dudas. "Es él", le dijo a su compañero. "Tranquila, tranquila". "Es él, estoy segura". Tensión. Los etarras hablaban entre ellos. Desconfiaban de esa joven pareja. "Creo que ella es picoleta", dijo Manu, la otra pata de la mesa de aquel tándem terrorista. "Cómo va a serlo. ¿No ves que es una chica? Además es muy niña". Esas conversaciones se conocerían después, en las declaraciones de los etarras.
La guardia civil fue al baño y sacó su transmisor. Nervios y temor a que la hubieran podido seguir: "Es un sitio perfecto para que me peguen un tiro", pensó. Por eso habló conciso y en tono bajo tras contactar con su jefe.
- Es él, es 'Paterra'.
- Pero Manoli, ¿estás segura de lo que dices?
- Que sí, estoy del todo segura. Es él, venid, hay que pillarlo.
- A ver, calma. Mira que si te equivocas echas al traste toda la operación.
- Estoy segura al cien por cien.
Manoli volvió a su sitio y se compró unos gusanitos: "Me hacía parecer aún más pequeña". Esperaron. Los terroristas abandonaron el bar y, tras dar una vuelta de comprobación, se montaron en el camión. El vehículo tenía un rumbo claro: la frontera con Francia. La Guardia Civil montó un dispositivo en el puesto de Irún. Por fin, en lontananza, llegó el camión. Los guardias civiles no las tenían todas consigo. "Yo era la nueva… y muy niña. Es normal que desconfiasen hasta cierto punto de los que les había dicho", admite Manoli.
"Alto. ¿Qué lleva usted en la parte de atrás?". Los agentes le pidieron al conductor que se bajara. "Nada", dijo éste. Echaron un vistazo y vieron el cargamento de madera. "Somos capaces de hacerle bajar toda la carga, díganos qué lleva ahí dentro". Los guardias civiles empezaban a retirar la lona cuando voló la granada de los terroristas. Explosión, disparos, caos. Manoli, pistola en mano, abrió la puerta del coche para cubrirse en medio de aquel tiroteo. "¡Márchense!". La muchedumbre curiosa se agolpaba, creyendo que aquella escena era más propia de una película.
Así cayó el comando Araba, uno de los más frenéticos en las entrañas de ETA. Paterra, detenido. Dos de sus compinches, Manu y Txiribita, muertos en el tiroteo. Tres guardias civiles heridos.
Galones en la Guardia Civil
Manoli asumió galones y siguió participando en operaciones de élite, como la que condujo finalmente a la desarticulación de Bidart, en 1992. Pakito, Txelis y Fiti, hasta entonces intocables, caían por la presión policial. Golpe moral frente a ETA: se comenzaba a llevar la iniciativa en la lucha antiterrorista. Y la joven guardia civil nacida en el corazón de Ciudad Real mantenía, junto a sus compañeros, su pulso a la banda terrorista.
Manoli participó directamente en la desarticulación de "tres o cuatro" comandos de ETA y apoyó en "ya no me acuerdo cuántos" seguimientos. "Hay que ser gris, pasar desapercibidos". Una vez Manoli se quedó con la pierna escayolada en una plaza de Rentería mirando por el rabillo del ojo un portal en el que se alojaba un terrorista: "Quién va a creer que una lesionada va a ser guardia civil controlando a una etarra". Y otra vez en la que perdieron el rastro a un comando en Madrid y en la que la agente tiró de intuición para volver a localizar a sus miembros. "Si alguien viene de fuera a la ciudad, dónde podríamos encontrarlo". Ahí estaban, nada más llegar, en una esquina de la Plaza Mayor.
Ropa de paisano, corte de pelo a la moda local, no llamar la atención. Sólo así se consiguieron imágenes e informaciones cruciales para completar las piezas del puzle. Más dificultades en Francia, sobre todo en los primeros años en los que se comenzó a cooperar en materia policial. "No podíamos llevar el arma. Si te descubrían, pues...".
Un camino arduo, en la que la Guardia Civil se sobreponía para derrotar a ETA. En 215 ocasiones con su propia sangre. Raúl Centeno y Fernando Trapero eran compañeros de Manoli, que habían tomado el relevo en el Grupo de Apoyo Operativo, cuando fueron descubiertos por un grupo terrorista en Capbretón (Francia). La muerte de ambos fue un shock para los miembros de la unidad, ya convertidos en cuerpo de élite contra ETA; tan preparados que veían imposible sufrir un golpe tan doloroso.
Y Manoli siempre encontraba lugar, pese a todas las inclemencias -meteorológicas, personales, operativas-, para llamar a Torrenueva (Ciudad Real): "Estoy bien, mamá. ¿Y vosotros? […]. Mañana volvemos a hablar, os quiero mucho".
Han pasado más de 30 años desde que Manoli entrara en el cuerpo y aún se vuelca en cicatrizar las heridas que ETA dejó durante medio siglo de terror. Trabaja en aportar luz a los más de 300 crímenes sin resolver: "Nos agarramos a un clavo ardiendo para investigar". Acumula una cruz con distintivo rojo, tres platas y diez blancas. "Pero el mejor reconocimiento es que cada víctima tenga al menos un renglón en la historia"; así justifica su esfuerzo en sacar adelante el libro Historia de un desafío y la serie documental El desafío: ETA.
Obras con las que sus padres, 30 años después, conocen la verdadera trayectoria de su hija.
- ¿Qué le dicen al verlo, al leerlo?
- Mi madre me dice que tenga cuidado, que no le gusta que se me conozca. '¡A ver si ETA va a volver a rearmarse!'. 'Que no mamá, que es imposible'. Y mi padre… está muy malito [se emociona]. Pero siempre ha sido una cosa loca conmigo, creo que estaría muy orgulloso.