Dolores Cospedal nunca se ha sentido tan sola. Un silencio absoluto invadió su entorno tras el 'dedazo' impuesto por Rajoy, a instancias de Javier Arenas, Soraya Sáenz de Santamaría y Jorge Moragas, en la solución de la crisis andaluza. En las horas posteriores a la designación de Juan Manuel Moreno al frente del partido en Andalucía nadie osó abrir la boca para mostrar un gesto de cariño o de apoyo a la secretaria general. El desconcierto invadió Génova. Cospedal se centró en su agenda de Castilla-La Mancha y ni siquiera cogió el teléfono para comunicarle a Moreno que era el elegido. Delegó en Floriano para la gestión. Otras versiones incluso apuntan que fue el propio Rajoy quien se saltó el escalafón y habló directamente con el número dos de Cospedal para que comunicara la designación.
La singular vía casi autista de Rajoy para solventar los problemas crean aún mayores problemas. Desde su altura presidencial, tales asuntos aparecen sin duda como insignificantes. Pero en el cuartel general del partido, la forma en la que el presidente resolvió la sucesión de Zoido en Andalucía ha sido vista como una bofetada inclemente a la secretaria general. El PP vive estos momentos en estado de shock. Los cuadros dirigentes ignoran si Cospedal está 'quemada' o si el presidente le hará en los próximos días algún gesto de cariño y aquí no ha pasado nada. Si le perdonará lo que él considera un grave error, al tomar decisiones mientras él ejercía el tancredismo. "A Rajoy ya le conocemos, si no dice nada, es que no hay que hacer nada, aunque la urgencia te devore", comenta un veterano conocedor del inquilino de la Moncloa. Quizás ahora mismo ni siquiera haya caído en la cuenta del papelón que le ha hecho representar a su fiel "número dos" en el partido.
Momentos delicados
Cospedal no cumplió con esta ley básica y, visto el creciente carajal del partido en Andalucía, consultó un nombre, el presidente no le opuso resistencia y tiró para adelante. Craso error. Su candidato se quedó en la cuneta y su autoridad como secretaria general, seriamente mermada. Al menos, por el momento.
Un momento sumamente delicado ya que el partido debe abordar asuntos trascendentales como elaboración de listas electorales, reacomodamientos de dirigencias regionales y celebración de congresos autonómicos, como el del País Vasco, otra pieza incendiaria.
Sáenz de Santamaría es la imagen victoriosa de todo este terremoto. Al margen de la resurrección inesperada de Javier Arenas, pese a tener el caso Bárcenas como inquietante telón de fondo, la vicepresidenta, en silencio, sin aspavientos, ha ganado un set crucial a la secretaria general en el intenso "match" que enfrenta a ambas desde hace dos años. Soraya se ha apoyado en aliados hábiles y eficaces, como Jorge Moragas, jefe de Gabinete del presidente, y el propio Arenas, a quien todos consideraban finiquitado.
Moreno y su futuro
Este juego de navajas en la oscuridad evidencia una pugna por el control del partido en el futuro. Es una batalla a seis años vista. Y Andalucía es siempre una pieza crucial. Y, tras este cambalache, quien está al frente de la organización en el sur es un hombre de Soraya y no de Dolores. Moreno está llamado a ocupar funciones importantes mientras aguarda su momento para "asaltar" la Junta.
Cospedal no ha tenido la habilidad de granjearse apoyo alguno para estos escarceos internos. Gozaba, y seguramente goza, del respaldo absoluto del presidente, como se ha demostrado a lo largo de todos los episodios judiciales del tenebroso asunto del ex tesorero del partido. Con valentía se enfrentó a Bárcenas, que guardaba -y guarda- secretos muy incómodos de la vieja guardia de Génova. Se querelló con él, acudió a los tribunales, compareció personalmente. Le plantó cara. Y levantó un muro de contención en torno a la figura de Rajoy para que evitarle salicaduras molestas. El presidente siempre se lo ha agradecido, privada y públicamente. Su imagen ha quedado indesperadamente muy tocada y, por ende, su autoridad jerárquica en la formación, también. La cuestión está en averiguar cuando se cerrará la herida, ahora abierta en canl y sangrando.
Nervios en el Gabinete
El maremoto en Génova alcanza las aguas del Gobierno. Rajoy ha anunciado que hasta primeros de marzo no se conocerá la lista para las europeas, con ocasión de celebrarse el Congreso del Partido Popular Europeo en Dublín, tal y como desveló hace semanas Vozpópuli.
Muy largo me lo fiáis. Especialmente cuando el PSOE ya ha movido ficha, con la designación de Elena Valenciano. Tal aplazamiento, y tanto movimiento soterrado en la organización han dispardo de nuevo los rumores de crisis de Gabinete. Hasta ahora lo previsto era la salida de Arias Cañete rumbo a Bruselas, su sustitución por algún caballero o dama venerable en el departamento de Agricultura y a tirar millas, sin mayores mudanzas. El propio Rajoy así lo constató en declaración pública.
Un mar de rumores inunda al Gobierno. Los ministros preguntan, los secretarios de Estado inquieren y los diputados cotillean sin parar. Un descomunal desbarajuste en tiempos complicados. De Guindos busca una puerta de salida, José Ignacio Wert pareció firmar su anhelado finiquito al darle a Bardem con la puerta en las narices y Gallardón se aferra a su comprometida ley del aborto en busca de un asidero de continuidad. Con todo, desde Moncloa se insiste en que a Rajoy no le gustan los cataclismos y el reajuste será menor.
El frente catalán sigue erizado, el frente norte se abre ahora por la franja de Navarra y la dirección política del país parece divertirse jugando a los dados. Rajoy no emite ninguna señal, cual es su costumbre. El partido, pues, aparece inane, atónito y desnortado. El Gobierno bracea torpemente entre la serenidad y la impaciencia. Moncloa y Génova trastabillean en el reino de la cábala. "Afortunadamente, el Rey ya se mueve mejor y hasta se desplaza al extranjero. Algo es algo", comentaba ayer con sorna un alto dirigente del Ejecutivo.
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