Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba se intercambian, hace ya tiempo, ideas y puntos de vista sobre Cataluña. Ambos son conscientes del riesgo que implica la deriva soberanista de Artur Mas, que, lejos de inclinarse por la reflexión y la mesura, actúa como un caballo desbocado para no ser arrollado por ERC y ese monstruo ingobernable llamado Asamblea Nacional de Cataluña (ANC) que ya tiene diseñado cómo serán los primeros pasos una vez se haya declarado la independencia.
En Moncloa han tirado ya la toalla ante la posibilidad de cualquier tipo de diálogo y, menos aún, de acuerdo, con el presidente de la Generalitat, a quien ven atrapado en su propio laberinto y sin demasiadas ganas de intentar salir de él. Durante meses, la estrategia del Gobierno era tender puentes, no responder a las bravuconadas que llegan desde Cataluña e intentar, a través de presiones sutiles e indirectas, que CiU se aleje de ERC para reconducir la actual situación. Se pensaba en la "sociovergencia", es decir, un pacto entre CiU y PSC que alejara a los independentistas del Govern.
Ruptura de puentes
Las respuestas que llegan desde la Generalitat son inasumibles y rocosas. Se esgrime el diálogo pero siempre sobre la base insostenible de abordar la celebración del referéndum, previsto para el día 9 de noviembre, calificado una y mil veces por Mariano Rajoy de 'ilegal' y 'anticonstitucional'.
Así las cosas, el presidente del Gobierno ha llevado a cabo una aproximación hacia el principal partido de la oposición para presentar un bloque firme frente al órdago independentista. Nadie quiere pensar en el recurso al artículo 155 de la Constitución que permite retirar algunas de las competencias transferidas a la Generalitat, como, por ejemplo, las de Interior. Pero es necesario elaborar algunas respuestas por parte del Estado ante el escenario intransigente que están dibujando CiU y sus socios independentistas.
El giro de los socialistas catalanes
Rubalcaba se ha mostrado sensible a estas sugerencias del Gobierno y así se ha visto, por ejemplo, en el giro efectuado por los socialistas catalanes, tanto en el Congreso de los Diputados como en el Parlament catalán ante el polémico 'derecho a decidir', cuyas consecuencias han provocado profundas disensiones y algunas deserciones en el seno del PSC.
Este diálogo entre Rajoy y Rubalcaba se ha transformado en la idea de tender una 'línea caliente', discreta e intermintente, al frente de la cual figuran Jordi Moragas, por parte del Gobierno y Ramón Jaúregui, por parte del PSOE. No se trata de una fórmula institucional o estable sino de una especie de línea informal de contactos entre los dos partidos para transmitirse puntos de vista, información y sugerencias.
Punto de encuentro
Moragas, jefe del Gabinete del Presidente del Gobierno, asiste casi semanalmente a los comités del Partido Popular en Cataluña, donde imparte criterios y recibe indicaciones que traslada luego a Madrid. Catalán, buen conocedor de la clase política nacionalista, donde cuenta con numerosos amigos y conocidos, Moragas desarrolla una actividad sutil e inteligente, sin apenas trascendencia en la opinión pública.
Por su parte Ramón Jaúregui, recientemente designado número dos del PSOE en las listas a las elecciones europeas, es sin duda uno de los activos más eficaces con los que cuenta Pérez Rubalcaba. Político experimentado y riguroso, es el portavoz del PSOE en la comisión constitucional del Congreso, fue el responsable de la elaboración de la conferencia política del partido en su último congreso y es el responsable de los asuntos de regeneración democrática y del diálogo con los distintos partidos nacionalistas. Su casi segura salida hacia Bruselas no sería obstáculo para ejercer esta función de 'hombre contacto' con el PP.
Alternativa etérea
A lo largo de esta escalada de la tensión por parte de la Generalitat, el PSOE siempre ha recurrido a un discurso inconcreto y muy genérico como alternativa al 'encontronazo' frontal, con planteamientos insistentes sobre el federalismo y el diálogo, sin que hasta la fecha las haya concretado en un proyecto factible y fiable.
Es evidente, en cualquier caso, que ni PP ni PSOE consideran ahora mismo posible entablar una negociación franca con Artur Mas que permita abandonar el actual 'impasse'. El hecho de haber entrado ya en el periodo preelectoral dificulta cualquier tipo de aproximación o de entendimiento.
Proclamación de independencia
Hasta hace unas semanas, Moncloa, bien a través de la vicepresidenta o del ministro de Hacienda, intentaba enviar sugerencias constructivas a Artur Mas, a fin de mantener abiertos los escasos puentes de diálgo aún en pie. Pero "es como darse con un muro", señalan miembros del equipo gubernamental. Sáenz de Santamaría incluso se refirió, el viernes pasado, a la "fractura social" que está provocando en la sociedad catalana esta política radical de los convergentes. Artur Mas se había comprometido, unas horas antes, a "sacar las urnas a la calle" y ayer mismo asumió el discurso de Oriol Junqueras, líder de ERC, en la línea de proclamar unilateralmente la independencia.
Para justificar esta expresión tan extrema, CiU insiste en su estrategia de victimismo frente a Madrid, con la solicitud en el Congreso de las competencias del Estado en materia de referendum, que recibirá indudablemente un 'no' por respuesta. "Madrid nos lo niega a todo y solo nos deja un camino", viene a ser la cansina letanía de Artur Mas, quien ayer hablaba de la victoria de David frente a Goliat.
Por su parte Mariano Rajoy volvió a recordar, en su visita a la redaccción de ABC de esta semana pasada, que no pasará a la Historia como el Presidente "que permita la celebración de un referendum ilegal en Cataluña". La fecha del 9 de noviembre parece lejana, pero se acerca vertiginosamente. Y cada vez cobra mayor sentido la aproximación de posturas entre los dos principales partidos para hacer frente, sin dramatismos, a lo que pueda ocurrir.
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