Mariano Rajoy se siente engañado. Apenas nada de lo que habló con Artur Mas en su encuentro secreto de finales de año en la Moncloa se ha cumplido. El presidente de la Generalitat se comprometió entonces, según fuentes del PP, no sólo a mantener abierta la negociación sobre planteamientos económicos y de financiación sino aflojar en la escalada hacia el referéndum soberanista. Nada de eso se ha cumplido. El líder de Convergencia no ha actuado conforme a su compromiso ni en el debate de política general de la semana pasada ni en las recientes declaraciones en Bruselas de hace unas horas. Es más, el tono de sus proclamas ha subido algunos enteros, espoleado seguramente por sus socios de ERC, que son quienes marcan el paso y los tiempos.
Mientras tanto, García-Margallo, titular de Exteriores, abrió una nueva fisura interna al declarar ayer que el Gobierno "estudia, analiza y discute" lo que él denominó "amenaza de secesión" porque "hay una pluralidad de miembros (en el Gabinete) y de opiniones sobre cuanto ocurre en la sociedad española". Nada de monolitismo ni de posición unívoca. Más bien, diferencias internas. Margallo ya produjo un pequeño terremoto interno cuando alazó la ejecución de la "cadena humana" que atravesó Cataluña en reivindicación de la independencia durante la Diada.
Rajoy, sin embargo, no tiene duda alguna al respecto. Incluso ha subido su tono durante su visita a Kazajistán, rumbo a Tokio. El presidente del Gobierno hilvanó una serie de reproches contra el dirigente catalán con algunos párrafos no exentos de firmeza.
"Pido -dijo Rajoy- que las decisiones que se tomen se piensen mucho. Creo que se han dado muchos pasos equivocados pero aún se está a tiempo de hacer gestos de grandeza". La referencia a "pasos equivocados" debe traducirse por engaños flagrantes. Y la reclamación de "gestos de grandeza" implica, según fuentes populares, una admonición en toda regla, casi un ultimátum al president.
Congreso y autodeterminación
Artur Mas, en efecto, lejos de ceñirse a lo pactado con Rajoy en aquel encuentro agosteño, ha seguido en su deriva hacia el horizonte secesionista. No ha renunciado a la convocatoria de una consulta, sino que consiguuió que el Parlament apoyara su propuesta, impulsada por ERC, de acudir al Congreso con la convocatoria de una consulta sobre la autodeterminación bajo el brazo.
Nada de eso habían hablado Rajoy y Mas. De ahí el enojo mal disimulado del presidente del Gobierno quien ha dado instrucciones a la dirección de su partido para responder en toda regla a las bravatas del líder de Convergencia. La primera en hacerlo fue precisamente Dolores de Cospedal, quien no sólo recordó la ineptitud de la Generalitat a la hora de gestionar los asuntos catalanes sino que recordó que Cataluña, separada de España, no podría pagar "ni los subsidios de desempleo ni siquiera las pensiones".
La sombra de Ciudadanos
Hasta ahora desde el PP se había sobrevolado la cuestión catalana sin adentrarse en el cogollo del debate, esto es, los graves problemas económicos que acarrearía para Cataluña alcanzar la cima de la soberanía. En esta nueva línea de acción, también se ha decidido que Alicia Sánchez Camacho, la líder del PP catalán, asista el próximo lunes al Comité Ejecutivo de su formación en Madrid para hacer más gráfica la implicación de todo el partido en la causa catalana.
El PP debe endurecer su discurso si no quiere que Ciudadanos, la formación más combativa en este frente, termine finalmente por arrinconarlo en las urnas y hasta superarlo en votos, perspectiva que ahora mismo anuncian todas las encuestas.
Con todo y fiel a su línea, fuentes del PP comentan que Rajoy no ha dado el portazo definitivo a Artur Mas, pese a que ganas no le faltan. Considera que el dirigente catalán tiene aún la ocasión aferrarse a un digno acuerdo sobre financiación, olvidarse del referendum y plantear unos comicios plebiscitarios para 2016 o, al menos, para 2015, en coincidencia con las elecciones municipales.
En el caso de que Mas haga oídos sordos a estas propuestas, Moncloa se dispone a seguir con particular atención el resultado de las elecciones europeas a las que CiU no podrá acudir con un eslogan independentista salvo que arriesgue una ruptura de la coalición. Su socio democristiano de Unió no comparte estos planteamientos.
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