Poco tiene que ver José María Fidalgo con la imagen del sindicalista medio que pulula por nuestro país. Médico de formación (especialista en cirugía ortopédica) bien preparado intelectualmente, profesor en una escuela de Negocios, representó en su momento la idea de un gremialismo moderno, ajeno a los usos y prácticas pretéritas y aún presentes. Ocho años ejerció de secretario general de CC.OO. (2000 a 2008) hasta que cedió los trastos a Ignacio Fernández Toxo.
Fidalgo, hombre dialogante y ajeno a cualquier tipo de sectarismos, reúne una condición nada usual en nuestro panorama político. Forma parte del muy estrecho círculo de asesores-amigos del actual presidente del Gobierno sin haber tenido que alejarse de la órbita de José María Aznar. De hecho, el ex líder sindical es el presentador de la segunda entrega del volumen de memorias de Aznar, "El compromiso del poder" (Ed. Planeta) junto al ex ministro de Exteriores y exportavoz de Gobierno de la época aznarista, Josep Piqué.
Sindicalismo inmovilista
Siempre mantuvo Fidalgo la teoría de que los sindicatos, amén de defender los derechos de los trabajores, debían colaborar en lo posible para buscar soluciones y no problemas con los gobiernos de turno. Esto le granjeó la enemiga del sindicalismo más radical e inmovilista, cuyos efectos ahora son más que palpables: falta de credibilidad y salpicaduras de escándalos por doquier.
Durante el mandato de Aznar, Fidalgo se mostró muy colaborador con el empeño de sacar a España adelante, y mantuvo siempre una relación muy fluida con el entonces presidente del Gobierno, hasta el punto de que llegó a colaborar en algún curso organizado por Faes, la fundación de ideas del Partido Popular. Por ello fue muy criticado en algunas corrientes internas de Comisiones, que le reprochaban ferozmente su estrategia de alcanzar pactos y acuerdos con un gobierno de la derecha. También fue muy contestada desde la interna de su sindicato la decisión de no sumarse a la huelga general convocada en su día por la UGT contra la Guerra de Irak y el gobierno aznarista. Se pudo percibir entonces que Fidalgo representaba otro estilo de movimiento gremial, muy diferente al que finalmente se instaló en nuestro país de la mano de Toxo y Méndez. Estaba más próximo a la austeridad declarativa y la coherencia en la acción de un Marcelino Camacho, el histórico líder de Comisiones durante el franquismo, que a lo que vino después, en especial con el zapaterismo.
Vínculos extraños
Nunca disimuló una relación muy fluida con José María Aznar, mucho más ostensible una vez que ambos dejaron sus responsabilidades orgánicas, uno en el sindicato y el otro en el PP. Pero también mantiene un vínculo muy estrecho con el actual presidente del Gobierno, con quien celebra frecuentes encuentros en la Moncloa que van más allá de la pura asesoría, según comentan en el círculo del sindicalista. Ahí entra la confidencia, la charla amigable, el repaso de la actualidad... Esta relación arrancó cuando Rajoy se encontraba en la oposición y se mantiene muy viva en la actualidad.
Alejado ya del mundo sindical, dedicado al ejercicio de su profesión médica, que alterna con la docencia y con la participación en alguna tertulia radiofónica, nunca ha negado sus relaciones estrechas en el ámbito de UPyD, hasta el punto de que su nombre sonó como candidato a la Comunidad de Madrid.
Fidalgo se ha mostrado siempre orgulloso de su excelente nivel de comunicación con los dos dirigentes de mayor relevancia en la historia del PP, una compatibilidad que algunos consideran inverosímil. Así, por ejemplo, el ex sindicalista ha sido elegido por Aznar para presentar su último libro, en el que la figura de Rajoy no resulta demasiado bien parada, sino todo lo contrario. Con su estilo áspero, como de lija del 9, el actual presidente de honor del PP lanza varias cargas de profundidad a su sucesor en el partido, hasta el punto de que un lector no demasiado avisado incurra en preguntarse por qué diablos designó al político gallego para ocupar su sillón y no a Mayor o a Rato. Escasas referencias positivas al papel de Rajoy en la oposición y muchas críticas a la deriva del partido durante el zapaterismo se prodigan en las páginas de la nueva obra aznarista.
"Me procupa oir a Rajoy que llueve mucho", soltó Aznar hace unas horas en Antena 3, la cadena del grupo que edita su libro, en un rasgo más de escaso cariño hacia la gestión del actual presidente con quien apenas se saludó en la fiesta de "La Razón", el periódico del mismo grupo de comunciación. Aznar y Rajoy, tan distantes, tan escasamente avenidos, mantienen muy pocos vínculos de encuentro. Uno de ellos es, singularmente, este personaje prudente y riguroso que marcó una añorada etapa en el sindicalismo español.
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