Rajoy no pasó por alto Cataluñna en el debate sobre el estado de la nación. Y lo hizo en unos términos de mayor vuelo político y de mayor altura en la defensa de los valores democráticos y de la convivencia cívica de los que ha venido utilizando hasta ahora. Insistió, sí, en sus posiciones tradicionales de oferta permanente al diálogo desde la ley e incluso a reformar la Constitución. Pero recordó algunos asuntos que hacen a la propia estructura del Estado e incluso a la gestación y desarrollo de los puntos fundamentales en los que se basa la historia de España como nación. España fue precisamente la palabra más empleada durante su discurso, ya que la mencionó en 60 ocasiones.
"Los españoles no hemos conocido otra condición que la unidad y ni queremos ni nos conviene quebrarla", señaló Rajoy. "Y lo somos por dos razones importantes. Porque es nuestro principal patrimonio histórico y porque juntos estamos mejor. En otras palabras, porque ni queremos dividirnos ni nos conviene".
Fortuna y calamidades
En tono muy firme, muy serio para que se advirtiera la trascendencia de su mensaje, recordó el presidente que "no nos hemos inventado la unidad esta semana. Los españoles formamos parte de la misma nación desde hace siglos, durante los cuales hemos compartido la misma historia, las mismas fortunas y las mismas calamidades, mezclando nuestras sangres y cruzando nuestras familias". Una aseveración con vocación de mármol y con reminiscencias literarias que fue recibida con entusiasmo por los diputados de su formación.
Este párrafo, inusual en los mensajes de Rajoy, tuvo una ampliación muy pedagógica, dirigida sin duda a la población de Cataluña, permanentemente catequizada por la propaganda que llevan a cabo los medios de difusión de la Comunidad: "Juntos estamos mejor. No es que los países más adelantados opten por la unidad, sino que la unidad hace que los países adelanten. No es la prosperidad lo que nos une, sino al revés, es la unidad la que nos hace prósperos. Por eso queremos un país unido. Para honrar nuestra historia y para garantizar nuestro futuro".
En un momento en el que el referéndum planteado por la Generalitat tiene ya fecha y pregunta, Mariano Rajoy aseguró, en el turno de réplica a Josep Antoni Duran i Lleida, portavoz de CiU, que se enteró de la convocatoria formal del plebiscito "por la prensa", unos meses después del famoso encuentro secreto con Artur Mas en el Palacio de la Moncloa. "¿Qué haría usted si su interlocutor le plantea un diálogo unilateral y le exigiera un pacto fiscal, en las condiciones en las que estábamos, y que si no lo acepto me atuviera a las consecuencias?". Explicó Rajoy al portavoz soberanista que "se me ha puesto encima de la mesa un contrato de adhesión que yo ni quiero ni puedo aceptar".
Los españoles y la ley
En la mañana había recordado el presidente del Gobierno que su deber es el de defender la ley. "Pero no es el único. También tengo el deber de ocuparme de los españoles, de todos los españoles, sean quienes sean y vivan donde vivan y también cumpliré con mi deber".
No había sido tan explícito en su rechazo a los requerimientos secesionistas el jefe del Ejecutivo como lo fue hasta este martes. Quizás en la Convención Nacional del PP en Valladolid rozó esta altura, pero ahora el escenario era la sede de la soberanía nacional y el eco de sus palabras tenían una mayor trascendencia institucional. Hablaba el presidente del Gobierno no el presidente de un partido.
Sus palabras fueron recibidas con aplausos recurrentes desde su bancada, anhelante desde ahce tiempo por escuchar a su líder expresarse en términos tan explícitos. Insistió Rajoy en uno de sus argumentos más frecuentados: "No se asegura el futuro de los catalanes ni su bienestar ni su convivencia derribando la ley, corriendo aventuras, sembrando incertidumbres ni maquillando la gravedad de las consecuencias".
Y en la línea de dirigirse a la población catalana, estrategia actual del Gobierno del PP, insistió en que "soy el primer comprometido con que las cosas vayan bien en Cataluña y voy a pelear por los catalanes".
En su diálogo parlamentario de la tarde con Duran i Lleida, por momentos enconados pero siempre respetuoso y razonable, se refirió a las inversiones que dedica el Gobierno español a Cataluña, recordó los 23.000 millones de Fondo de Liquidez Autonómica así como los rescursos tansferidos desde el Estado a la Generalitat para el pago de proveedores.
Y en la línea de mantener su oferta de mano tendida al Gobierno catalán, recordó Rajoy que está abierto al diálogo, sin fecha de caducidad, pero que la única fórmula de diálogo que ha recibido hasta ahora por parte de Artur Mas ha sido un ultimátum sobre el pacto fiscal y la fecha de un referendum ilegal. De esta forma rechazaba las acusaciones de inmovilismo que había recibido en la mañana por parte del portavoz socialista, Pérez Rubalcaba, quien también le había acusado de no buscar soluciones a un asunto que lleva demasiado tiempo enquistado.
Más adelante, en un tono más crítico, Rajoy le recordó al portavoz de grupo parlamentario de CiU que "el Gobierno de Cataluña tiene la obligación de resolver los problemas de sus ciudadanos y no de echarle la culpa a los demás". A lo que le respondió Duran que algo falla cuando su partido cosecha en su comundiad los votos que cosecha. Rajoy no tuvo más remedio que recurrir a la corrosiva ironía que le caracteriza para responderle que él no quiere saber los votos que recibe la formación a la que representa su interlocutor. Sabido es que Unió no se ha presentado en solitario a unas elecciones desde la restauración democrática en nuestro país, motivo por el cual resulta imposible saber el número de escrutinios que recibe en unos comicios. Siempre lo ha hecho en coalición con su "hermano mayor" de Convergencia.
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