Un excursión dominical a Haro, la ciudad con mayor concentración de bodegas centenarias que hay en el mundo, a mediados de marzo, destapó en público algo que algunos conocían y otros sospechaban. Fue la primera manifestación gráfica de la existencia de quienes algunos experimentados de la Moncloa denominan el 'G-5 de Mariano', es decir, el núcleo duro del presidente, los 'cinco magníficos' del Ejecutivo.
No hace ostentación el presidente ni de sus amistades, ni de sus simpatías ni apenas de sus sentimientos. Hace unas semanas nos enteramos, por una fotografía en página par de la revista 'Hola' que uno de sus dos hijos había hecho la Primera Comunión. Fue una ceremonia muy íntima y familiar, con muy pocos invitados, sin galas ni oropeles, sin diores ni vuittones ni profusión de anulares enjaezados. Era la Primera Comunión de una tradicional familia media española. Mariano y Viri en estado puro.
Gente corriente
Quien se ufane de conocer la trastienda del presidente del Gobierno incurre en el error. Hermetismo absoluto. No por ocultar, sino por no exhibir. Rajoy es austero en todo, especialmente en su vida privada, que es la quintaesencia de la ordinary people española, esa gente corriente que le encaramó en la Moncloa hace ya dos largos años.
Pero dentro de su Gabinete pululan ministros más próximos al presidente que otros. Nada más natural. Ese fin de semana pre-primaveral, en la escapada a la ciudad riojana, se hizo ostensible la muy cacareada existencia de los 'marianistas en acción', es decir, el clan de los favoritos. Allí estaban, en amigable excursión de fin de semana, José Manuel García-Margallo (Exteriores), Jorge Fernández Díaz (Interior), José Manuel Soria (Industria), Miguel Arias Cañete (ex de Agricultura, ahora eurodiputado) y Ana Pastor (Fomento). Todos ellos acompañados de sus esposos/as se hospedaron en un antiguo convento y cenaron en un establecimiento bodeguero del lugar, según desveló el diario 'La Rioja', que dirige un gran periodista, José Luis Prusén. Rajoy iba a compartir la excursión pero quedó anclado en Berlín por culpa de un avión averiado. Lo de siempre.
Los 'cinco magníficos' del marianismo se distinguen por una característica esencial. Son todos ellos excelentes amigos del presidente. Amigos de verdad. Se conocen desde hace años bien por relaciones personales, por haber trabajado conjuntamente o por las dos cosas. ‘Fiestorros’ con Margallo, confidencias con Fernández Díaz, vacaciones con Pastor... Ninguno, salvo quizás Margallo, airea alegremente esta relación. Suelen ser prudentes y evitan los chismes y los cotilleos. Piensan en el PP que alguno no da la talla para dirigir una cartera ministerial, pero...'Mariano es así'. Son los leales entre los leales, todos de una pieza en su servicio al presidente y sin fisuras en su defensa y sin condiciones en la amistad.
Estrecha amistad
Tras la salida de Cañete del Gobierno, un miembro del G-5 desvelaba, quizás con malicia, que algunos ministros han intentado sumarse al grupo. 'Se me han ofrecido', es la expresión. En concreto, tanto Alberto Ruiz Gallardón (Justicia) como Luis de Guindos (Economía), han insinuado su voluntad de incorporarse al selecto club de 'los amigos del jefe'. Imposible. La única condición para militar en sus filas es la amistad de años con el presidente, y ninguno de los dos reúne esta condición. Se pensó también en su día incorporar a Dolores Cospedal. Pero se desestimó tal posibilidad. Cospedal va por libre y no es ministra.
Los cinco de Rajoy organizan comidas, encuentros, se reúnen para ver algún partido de fútbol y se frecuentan en compañía de sus esposas y maridos. Son un buen grupo de amigos fuera y dentro del Gobierno. Y, por supuesto, son el verdadero 'núcleo duro'. Incluso algún compañero de Gabinete recurre a ellos para sacar adelante alguna iniciativa, tal es su indiscutible nivel de influencia con Rajoy. Ello no implica que formen lobby o que se manejen como un grupo de presión dentro de la cúpula de Gobierno. No es su estilo.
La vicepresidenta y alrededores
La otra gran familia en el poder marianista son los denominados 'sorayos', una vocablo que no le hace ni pizca a la vicepresidenta del Gobierno, en torno a quien se alinean estos hábiles y poderosos satélites. Hay dos ministros entre ellos, Cristóbal Montoro (Hacienda) y Fátima Báñez (Empleo), ambos laboriosos y entregados a su labor. Pero el grueso de esta alineación, menos veterana y quizás más preparada que 'los cinco' son los jóvenes fontaneros que pululan por lo que uno de ellos denomina el ala oeste de la Moncloa. Ahí aparecen, entre otros, los hermanos Nadal, con Álvaro, jefe de la oficina económica, en primera línea destacada. También Alfonso Senillosa, Alfonso Alonso, José Luis Ayllón y otros. No están en primera línea pero tienen el control absoluto del aparato de la Administración. 'Todo lo que aparece en el BOE pasa antes por sus manos', dicen un veterano del Gobierno. Carecen, eso sí, de la experiencia de los ministros y, por lo tanto, son más vehementes y cometen errores.
Entre los dos grupos, el de los marianistas y los sorayos, no hay beligerancia extrema ni crueles guerras intestinas. Los primeros huyen de los codazos y los segundos obedecen sin rechistar a la vicepresidenta, prudente y austera en gestos y palabras como un personaje de Dreyer. Pero sí se registran tensiones y tiranteces en el día a día de la acción de Gobierno. Margallo, que es el ministro que va más por libre del Ejecutivo, suele poner a prueba la templanza de la vicepresidenta. Determinados patinazos de Fernández Díaz también sacan de sus casillas a los jóvenes monclovitas. A veces saltan chispas, pero todo queda inmediatamente amortiguado. Este pulso de poderes, inevitable entre gente tan próxima al presidente, se caracteriza por no dar que hablar.
Pulsos y refriegas
Desde la atalaya de Génova, donde se sigue con un afinado telescopio la geoestrategia que despliegan ambos círculos gubernamentales, detectan en los últimos tiempos un leve retroceso en las intocables posiciones de la vicepresidenta. Son pequeños pulsos, aisladas refriegas, que le pasan inevitablemente factura. Todo confluye sobre el ala oeste, desde quejas de veteranos barones por la displicencia de Montoro a ministros ofendidos por la suficiencia de Álvaro Nadal. Cimbronazos lógicos en quien lleva la manija.
El pedrisco ha subido últimamente de intensidad. Los nefastos resultados de las europeas han tensado los nervios y algunos se afanan en la búsqueda de responsables. Arriola, el 'gurú demoscópico', se lleva la palma pero es intocable. El candidato Cañete emerge malherido pero sin drama. Muchos apuntan a la 'sala de máquinas' del Ejecutivo, al corazón mismo de la Moncloa, es decir, al 'sorayismo', que no ha logrado transmitir a la sociedad el enorme esfuerzo de la labor de Gobierno. Sobre este punto, la impericia en la comunicación, también se estrellan duros venablos contra las ventanas de Génova. El partido no ha resultado airoso tras la contienda electoral.
"No generar división"
En el Consejo de Ministros de ayer, la vicepresidenta salió al paso de estos pulsos larvados, de estas zancadillas en la oscuridad. "Pido a todos que trabajen para no generar división. Hay estar juntos". Y añadió, luego de avanzar por enésima vez el paquete de medidas pendientes de ejecutar, en especial referidas a fiscalidad, competitividad y eficiencia, que "junio y julio serán meses muy intensos, de gran actividad legislativa y haremos lo posible por explicarlo". Comunicar y explicar son las palabras más manoseadas ahora por el Gobierno, esquivo a la hora de la autocrítica y hasta complaciente con su ríspida victoria del 25-M.
El mismo lunes, horas después de conocerse que el PP había perdido más de 2,6 millones de votos en las urnas, Mariano Rajoy empezó a cavilar sobre el futuro. Sobre la siguiente cita electoral. Sobre las autonómicas y municipales de la primavera próxima. "No habrá cambios de Gobierno", dijo en Bruselas, para quitar presión sobre su gente, en el punto de mira después del trastazo. Pero cambiarán cosas. Tanto en el partido como en el Gabinete. Estructuras, responsabilidades, funciones. En enero, la maquinaria partido/gobierno tiene que estar engrasada a la perfección. El terremoto del PSOE no es precisamente un consuelo. "Los nuestros no nos han votado. Es como si te deja la novia. Esto ha sido una bofetada pero hay que recuperar la relación", confesaba abiertamente enojado un muy reconocido presidente autonómico del PP.
En este marco de tensión (nada que ver con el paroxismo histérico de los socialistas), los círculos de poder del 'marianismo' mueven sus fichas y encajan sus piezas. Los 'cinco magníficos' ofrecen sus comentarios al 'jefe' cuando se les pide. Sáenz de Santamaría intenta recomponer sus filas y su preeminencia. Se adivinan inminentes corrimientos de tierras en el territorio del poder. Pero como siempre, la última palabra la tendrá Rajoy. "Abróchense los cinturones", que diría Bette Davis en 'Eva al desnudo'.
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