El ministro De Guindos no ha recibido apenas una muestra de apoyo desde las filas de su formación. Silencio absoluto y vacío total desde el estallido del escándalo Soria. Ni gestos de solidaridad, ni palabras de apoyo, ni guiños de respaldo. El titular de Economía se ha convertido en el chivo expiatorio de este escandaloso episodio. Rumores sobre su posible renuncia circulaban en estas últimas horas en círculos del Gobierno. Casi al mismo tiempo en que se confirmaba la presencia de Mariano Rajoy en un acto con motivo del lanzamiento del libro del ministro, España amenazada (Editorial Península) que tendrá lugar el próximo 14 de septiembre en la fundación Rafael del Pino. Una llamativa, aunque excepcional, muestra de solidaridad pública por parte del presidente con el ministro tocado y prácticamente hundido.
De aspirante a casi todo (presidente del Eurogrupo, del Gobierno español, vicepresidente de Economía…) a responsable directo y supremo del escándalo Soria. Luis de Guindos ha pasado, en apenas cuatro días, de ser uno de los nombres con más predicamento y mayor proyección política de la derecha española, a meditar seriamente su continuidad en el Gobierno, de acuerdo con versiones que circulan en el entorno gubernamental.
La designación de un amigo
Tras la designación interrumpida de Soria para el Banco Mundial, el foco de la responsabilidad se centró en el responsable de Economía. Poco importaba que la idea de enviar al extitular de Industria a ese alto cargo internacional hubiera partido del propio presidente del Gobierno en funciones. “Se lo debía”, comentaban en Génova. La designación derivó en bombazo político y mediático. Mariano Rajoy explicó en forma muy deficiente, en dos comparecencias periodísticas durante su desplazamiento a China, los pasos y las bases del procedimiento. Sus palabras apenas tenían algo que ver con la realidad. “La culpa es del ministro, el nombramiento fue un grave error y a Rajoy se le facilitaron argumentos incorrectos”, comentaban fuentes del partido. De Guindos estaba allí, en la comitiva presidencial, pasándole el argumentario al presidente.
De Guindos, pese a ser un personaje de sangre fría y cabeza nunca caliente, se ha quedado sólo
La historia del colosal patinazo se remonta a principios de año. Guindos, por entonces, paralizó la designación del candidato a ocupar el sillón del Banco Mundial. Alberto Nadal, número dos del ministerio de Industria, aspiraba al cargo. No era el favorito de Guindos. Se cruzó en el camino, mientras tanto, la defenestración de Soria de la cartera de Industria. Una oportunidad e oro. Ese sillón sería para el ministro decapitado. Soria, compañero entrañable del presidente en funciones y amigo leal del ministro de Economía, lo había pedido. Todo encajaba. Salvo el escándalo. La falta de sensibilidad de algunos miembros del Ejecutivo ante ese monstruo llamado corrupción, no ha dejado de producir perplejidad tanto en círculos de Moncloa como en casi toda la estructura del PP.
Vicepresidente económico
El ministro de Industria, a quien algunas plataformas mediáticas le auguraban un futuro en el vértice del Gobierno en una operación "a lo Monti", pretendía ahora encajar en una vicepresidencia económica de nueva creación, en férrea competencia con Cristóbal Montoro, en el caso de Rajoy renovara su mandato. Había negociado con habilidad en el frente de la UE y tendría que seguir en ello. Bruselas le recalca al Ejecutivo español la senda del déficit y los nuevos presupuestos, tal y como recuerda Rajoy en cada intervención pública. De Guindos es el responsable de este flanco. En el caso de que salte del coche en marcha tendrían que hacerse cargo bien Íñigo Fernández de Mesa, su secretario de Estado, o más posiblemente el propio Montoro, responsable de Hacienda. En cualquier caso, sería un contratiempo de severas consecuencias ya que el frente de la UE es uno de los asuntos más urgentes y de máxima importancia que tiene pendientes de solucionar el Gobierno español, aún por conformar. Fuentes del equipo de De Guindos señalaban este jueves que el ministro, pese a su decepción y desencanto, no tomaría una decisión drástica que pueda acarrear serios contratiempos a la difícil estabilidad económica española.
De Guindos, pese a ser un personaje de sangre fría y cabeza nunca caliente, se ha quedado sólo. En el PP nadie le consideraba uno de los suyos. No militaba en la formación y apenas participaba en actos partidistas. Alguna presencia en campaña electoral y poco más. En el Consejo de Ministros tampoco gozaba de una camaradería fraternal. No forma parte ni del denominado G7 de García Margallo y Fernández Díaz (los viejos amigos del presidente) ni tampoco de la órbita de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría. Siempre ha evitado De Guindos los enfrentamientos y las polémicas, pese a que marcaba enormes distancias con Cristóbal Montoro. Su relación con Soria muy estrecha, íntimos amigos de años, y no hacía malas migas con Pedro Morenés, ministro de Defensa, también ajeno a la militancia del PP. Su relación con Rajoy era ahora estrecha y fluida, aunque algo menos de lo que sus voceros se empeñaban en difundir a los cuatro cientos.
Comparecencia en el Congreso
Para redondear el decorado de la desgracia, a última hora del jueves se truncaba el intento de aplazar sine die su comparecencia parlamentaria. Una hábil maniobra de la presidenta del Congreso, Ana Pastor, situaba en el limbo del calendario su presencia ante la Cámara. La oposición, incluido Ciudadanos, reclamaba un pleno para debatir el escándalo Soria, en tanto que el PP trató de evitarlo. Ana Pastor lo intentó, pero fracasó en el empeño. El ministro se había ofrecido a dar las cumplidas explicaciones ante la comisión correspondiente pero todos los partidos de la oposición reclaman un pleno de ruido y furia. Es norma del Ejecutivo en funciones no asistir a este tipo de formatos parlamentarios dada su condición de Gobierno 'interino'. Quedó en el aire la celebración de ese pleno hasta que a última hora de la tarde, la estrategia de la presidenta de la Cámara se diluía ante las presiones. Guindos se verá obligado a presentarse ante el pleno la semana que viene, aunque sin fecha definida. Está por ver que asista. "Es el fusible de Rajoy. Si alguien tiene que saltar, es lógico que sea él", apostillan desde el Génova. La sombra del caso Soria es alargada.
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