Instalado en casi media docena de consejos del Ibex, Miguel Roca continúa siendo una de las principales antenas del nacionalismo en el territorio financiero y empresarial y sus opiniones son escuchadas con atención en algunas altas instituciones, la Casa Real incluida. Y el criterio de este ‘padre’ de la Constitución –solo sobreviven tres– es contrario a su reforma porque considera que acarrearía, en contra de lo que defiende el PSOE y en consonancia con lo que alega Mariano Rajoy, más riesgos que ventajas teniendo en cuenta, además, que España es ya en la práctica un Estado federal.
Miguel Roca considera que no cabe la reforma de la Constitución porque España es ya un Estado federal
Roca se apea de la ‘tercera vía’ que apoyan dentro del nacionalismo moderado personas como Josep Antoni Durán i Lleida porque cree que puede solucionarse el conflicto planteado por Cataluña por vías diferentes a un cambio constitucional. Para él, la Constitución es un pilar fundamental del Estado y no es conveniente retocarlo porque puede modificarse el modelo territorial sin abrir este melón.
Los socialistas darán tiempo al Gobierno
El criterio de Roca es compartido por un sector de Convergencia, convencido de que Rajoy tiene razón al rechazar la reforma constitucional teniendo en cuenta que el PSOE acaba de estrenar liderazgo y fuerzas como Izquierda Unida, el PNV o UPyD tirarían de la cuerda en direcciones contrarias una vez abierta en el Congreso la ponencia territorial que proponen los socialistas.
El propio PSOE, que tiene previsto retomar este debate en septiembre, no dará el paso de trabajar en serio para crear este grupo de trabajo parlamentario hasta no haber pactado con el PP un esquema básico de funcionamiento, lo que conduce a la conclusión de que el principal partido de la oposición no planteará en firme su propuesta federal hasta el final de la legislatura.
Roca plantea a algunos empresarios del Ibex que se han acercado a él para conocer su opinión que hay otras alternativas distintas al cambio constitucional que pasan por modificar varias leyes orgánicas, a través de las cuales podrían blindarse las competencias exclusivas que ya tiene Cataluña y recuperarse aquellas que fueron barridas por el Tribunal Constitucional en su sentencia sobre el Estatuto de 2010. De este parecer participan también algunos magistrados del propio Tribunal que mantienen contactos con la alta dirección de Convergencia.
Roca: "Los segundos niveles son los peores"
Sin embargo, estos planteamientos no son asumidos por todos los sectores nacionalistas. El núcleo más soberanista que rodea a Artur Mas –“los segundos niveles son los peores”, se le oye decir estos días a Miguel Roca– se decanta por una declaración unilateral de independencia posterior a unas elecciones plebiscitarias si el Gobierno no autoriza la celebración del referéndum previsto para el 9 de noviembre. En una zona más templada se sitúa ahora el propio Mas, pillado entre la espada y la pared, y asesores muy próximos a él como el exdiputado Jordi Vilajoana, partidarios de abrir el abanico de asuntos a negociar con el Gobierno, como acaba de hacer el presidente de la Generalitat al trasladar a Rajoy 23 reclamaciones económicas para aliviar los efectos de la asfixia financiera de Cataluña. Y, finalmente, en la denominada ‘tercera vía’ siguen instalados quienes sostienen, como Josep Antoni Durán i Lleida, que la solución parte de una mutación constitucional que incorpore una cláusula para limitar la solidaridad de Cataluña con el resto de España, otra que garantice las competencias exclusivas en aspectos como la lengua, las infraestructuras y la gestión tributaria, sumada a una disposición adicional que reconozca una singularidad similar a la que disfrutan los territorios forales del País Vasco y Navarra e, incluso, otra que autorice la convocatoria de consultas propias, aunque sean informativas.
En Convergencia se ve a Artur Mas prisionero del núcleo más soberanista y presionado por el sector más moderado de CiU
En CiU se observa que Artur Mas está prisionero del núcleo soberanista encabezado por dirigentes como Francesc Homs, Jordi Turull o Josep Rull –del mismo ya se ha caído el apellido Pujol– y cautivo también de la presiones del sector más comedido del nacionalismo para que no cometa locuras. A que no lo haga parece que piensan contribuir también algunos importantes empresarios catalanes que justifican su silencio y aparente pasividad ante el reto soberanista por la necesidad, precisamente, de que el presidente de la Generalitat tenga al lado a personas que considere aliadas y le transmitan cordura en los momentos tan tensos que se adivinan para el otoño.
Hay todo tipo de apuestas sobre quién ganará el pulso dentro del nacionalismo y algunas de ellas han empezado a cambiar después del ‘pujolazo’, una sacudida de consecuencias aún por verificar.
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