Mariano Rajoy está en modo candidato y eso incluye cambiar de planes en los actos prefijados. El presidente del Gobierno, que tenía fama de previsible, ha modificado desde el verano drásticamente su manera de comunicar. Donde antes era un político de despacho, chaqueta y corbata ahora intenta dar la imagen de un líder cercano y abierto. Esa nueva política incluye también improvisar la agenda, como ha hecho en su visita a Cataluña, la primera de varias previstas en este mes de elecciones autonómicas.
Rajoy tenía previsto ir a comer en Lloret de Mar una vez terminase el acto del partido al que acudía, la Escuela de Verano, pero decidió cambiar el paso y hacer una visita a Badalona, la ciudad en la que su candidato en las catalanas, Xavier García Albiol, ha sido alcalde y fue el candidato más votado en los últimos comicios locales, aunque no fuese suficiente para gobernar. Badalona es el brote verde del PP en Cataluña, el lugar en el que el discurso popular ha calado en un entorno muy hostil para sus intereses.
La tercera ciudad de Cataluña se sitúa en el cinturón industrial de Barcelona y es un lugar donde los acentos de fuera de la autonomía imperan por la fuerte presencia de la inmigración del resto de España de todo el siglo XX. Es también uno de los graneros tradicionales del socialismo, últimamente secado por su indefinición, renuente al nacionalismo y, por lo tanto, feudo en el que el PP puede encontrar más predicamento. El cambio de planes de Rajoy tenía como objetivo conocer la Cataluña real, la que no tiene tanto interés en el proceso soberanista como en el día a día. El presidente irá a comer con la familia de García Albiol, que es una estrella en el lugar, a un barrio, el de Sant Roc, en el que tradicionalmente se votaba socialista pero que ahora tiene a más de la mitad de su población otorgando su confianza al candidato a la Generalitat del PP.
El presidente acude a comer a un barrio obrero de Badalona en el que Albiol sacó más del 50% de los votos
Visitar un barrio obrero forma parte de la nueva estrategia de comunicación que los cachorros populares Casado, Levy y Maroto –así como el jefe en la sombra, Jorge Moragas- están diseñando para lucir al presidente del gobierno. Hay que conectar con la gente, escuchar al ciudadano, hacerse fotos, selfies, firmar autógrafos si es menester y dar la mano hasta que duela. Ser real, tangible y no una figura lejana que solo habla de variables macroeconómicas. La economía será siempre parte del discurso, pero el objetivo es que las positivas cifras del país no sean solo datos en un periódico o un discurso sino que la gente las perciba como algo propio de la vida real.
Hacer eso en Cataluña, donde la desafección al PP es máxima, es uno de los pasos para que el descalabro previsto en las elecciones autonómicas del 27S sea menor de lo esperado. Por el momento García Albiol, con su discurso duro y con cierto cariz populista, ya está consiguiendo mejorar las previsiones que se daban si Alicia Sánchez Camacho hubiese seguido como cabeza de la lista popular en la autonomía. Rajoy, que tiene una papeleta difícil en diciembre en Cataluña, buscará este mes aparecer con frecuencia a su candidato, que tiene un innegable tirón en parte del electorado. Lo hará, además, en el registro en el que mejor se mueve Albiol, pisando asfalto y hablando con la gente. Un modo extraño en Rajoy pero, a tenor de lo visto, considerado necesario por los estrategas de su partido.
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