Yolanda Díaz no dio puntada sin hilo este domingo. La vicepresidenta segundo tildó a Marruecos de "dictadura" en una entrevista en La Sexta y abrió la caja de pandora en el Gobierno, porque, según ha sabido este diario, el núcleo duro de Moncloa ha iniciado conversaciones informales para cerrar una cita con el rey Mohamed VI. Pedro Sánchez busca una foto con el monarca alauí tras su último plantón en la cita bilateral de febrero.
Fuentes gubernamentales y diplomáticas consultadas por Vozpópuli aseguran que no ha sentado nada bien ni en el lado socialista del Gobierno ni en Marruecos que la líder de Sumar se lanzara a atacar a Rabat y menos que lo hiciera tres días antes de que Sánchez comparezca en el Congreso, que lo hace este miércoles, para informar sobre las relaciones con el país vecino y para abordar las últimas europeas.
Oficialmente, el Gobierno asegura que no es inminente esa visita a Rabat. Mientras, el Ejecutivo vende supuestos grandes avances comerciales con Marruecos tras la cumbre de febrero en la que ambos gobiernos firmaron una declaración conjunta. El problema sigue siendo la izquierda del PSOE. Cabe recordar que Yolanda Díaz ya boicoteó la cumbre de febrero, de la que se ausentó para evidenciar su rechazo no solo al Gobierno del país, sino al cambio de postura del presidente Sánchez sobre el Sáhara Occidental.
La cita de febrero, en verdad, debió haberse celebrado en diciembre de 2020. Pero la pandemia la congeló. Aunque, en el fondo, la covid-19 fue solo una excusa de Marruecos. Al reino alauí lo que de verdad le irritó hasta el punto de frenar la cita con Pedro Sánchez fue la beligerancia su socio Podemos, entonces a los mandos de Pablo Iglesias, con el asunto del Sáhara Occidental.
El cambio de postura de Moncloa respecto al Sáhara, orquestado por el PSOE, reconoce la soberanía alauita sobre la excolonia española, ya que ve el plan marroquí de autonomía como la propuesta más creíble para resolver el conflicto contra la posición del Polisario, que quiere un referéndum de autodeterminación. Ese giro de Sánchez a la política exterior, competencia exclusiva del jefe del Gobierno, provocó una seria crisis en la coalición. El tema es sensible en la izquierda española.
La propia Yolanda Díaz atizó en su momento al presidente por el giro del PSOE, que calificó como "incoherente". La vicepresidenta segunda denunció la opacidad con la que, creía ella, Pedro Sánchez tomó esa decisión. Para más inri, los socialistas evitaron en febrero una investigación sobre supuestos sobornos de Marruecos en la Eurocámara por indicación del titular de Exteriores, José Manuel Albares.
Las cesiones a Marruecos
En Moncloa está instalada política de no molestar a Marruecos. Las relaciones con el país vecino no acaban de carburar pese al cambio de postura sobre el Sáhara. En verdad, Madrid ha cedido ante Rabat no solo con el Sáhara, también con Ceuta, Melilla e incluso con la política gasística. La situación es tan tensa que incluso se sospecha que el Ejecutivo marroquí ha espiado al Gobierno español y ha robado información del presidente, Pedro Sánchez.
Lo cierto es que España ha renunciado a que las dos ciudades autónomas adquieran a ojos del escenario internacional el mismo estatus que los territorios peninsulares. Y es que cabe recordar que Ceuta y Melilla ni están dentro de la OTAN, ni se benefician de Schengen, el espacio de libre circulación de bienes y personas de la Unión Europea. Es más, Madrid no quiere que la agencia europea de fronteras (Frontex) despliegue a sus efectivos porque no quiere que Marruecos monte un numerito en forma de salto masivo.
España ha dejado claro que le interesan más las relaciones con Marruecos que con Argelia. Como contó este diario, ex altos cargos diplomáticos del Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero explican que a Madrid le unen muchos más lazos, económicos, políticos, de seguridad y defensa y territoriales con Rabat que con Argel. La guerra en Ucrania amenaza con provocar un movimiento masivo de migrantes hacia Europa y el control de fronteras y de flujos se antoja fundamental. El Gobierno no puede permitirse una situación si quiera parecida a la crisis de 2021 provocada por Rabat y que puso a Ceuta y Melilla contra la espada y la pared. Sánchez, quien no puede permitirse una sola mala palabra contra el país alauí, enemigo íntimo de Argelia, sabe que la única salida es hacer seguidismo de los intereses marroquíes
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