España

La 'España que madruga' no cumple con la cuarentena

Madrid se movía en la mañana de este lunes al ritmo de un día de agosto, pero no se había detenido.

Se averió un carril de la red de Cercanías este lunes en Madrid -según Adif- y eso provocó alguna aglomeración en Atocha, pese a que el tráfico de pasajeros ha caído el 75%. El servicio funcionaba al 100% y no se había reducido la frecuencia de los trenes, pero cualquiera que visite esa estación un lunes por la mañana sabe que los retrasos son relativamente normales. Y el coronavirus no entiende de incidencias ni de situaciones personales. De hecho, un funeral en Vitoria causó 60 infectados hace unos días. Por eso, ha habido algún momento -aunque aislado- en el que ha costado mantener con otros pasajeros la distancia de seguridad que recomienda Sanidad.

El estado de alarma restringe el tránsito de personas en sus tareas cotidianas y afecta al comercio, pero no ha paralizado el país. La capital de España se movía en la mañana de este lunes al ritmo de un día de agosto, pero no se había detenido.

Los vagones de las líneas 1 y 10 del metro estaban prácticamente vacíos y en los pocos que había más de una decena de personas era raro ver a alguien a menos de 1 metro de distancia. Poco después de la hora punta, ya había asientos libres en los vagones, cosa rara de ver. Algunos viajeros preferían permanecer de pie a sentarse en un banco vacío para no arriesgarse a ser contagiados.

Andén de la estación de Atocha

Por el paseo del Prado circulaban, sobre todo, autobuses de la EMT, taxis y furgonetas y motocicletas de reparto y por las aceras apenas si había personas. El dueño del quiosco de prensa que se ubica frente a la cuesta de Moyano reconocía que apenas si había vendido periódicos desde la apertura y clasificaba el género -empaquetado- para hacer el siempre farragoso proceso de devolver la mercancía que ha sobrado a las distribuidoras.

A unas cuantas decenas de metros de allí, en la verja del Monumento a los Caídos por España, una decena de trabajadores de la obra de reforma del Hotel Ritz -con chalecos amarillos y naranjas- descansaban y se mostraban quejumbrosos por tener que trabajar pese a haberse declarado el estado de alarma. Alguno, lamentaba la facilidad con la que podrían infectarse, dado lo complicado que es mantener el metro de seguridad a la hora de hacer determinadas tareas.

Repartidor de comida a comicilio

El Real Decreto que establece este régimen excepcional ha cerrado una gran parte del comercio, como los bares y restaurantes, elementos fundamentales de la cultura castiza. Sin embargo, las medidas permiten mantener la actividad a una buena parte del tejido productivo. Se aconseja que, cuando sea posible, se trabaje a distancia; y por eso la zona que discurre desde Colón hasta la Torre Europa estaba prácticamente vacío, pues la labor de cuello blanco se puede hacer desde su domicilio. Pero por eso también han tenido este lunes que acudir a su puesto de trabajo empleados de, al menos, una parte del sector de la construcción y del transporte y reparto de mercancías (algunos, claro, para asegurar el suministro de los supermercados).

Vida de barrio

En cualquier caso, mientras las aceras del centro estaban semi-vacías y los lugares turísticos sólo estaban transitados por gente 'de paso' -la policía disuade a quienes se paran-, en las calles principales de algún barrio se apreciaba un constante discurrir de personas que bajaban al supermercado, a la farmacia, al banco o a pasear al perro. Es decir, a realizar los 'recados' de cada día que no están vetados. 

Es un lunes extraño en Madrid y eso se nota en el volumen de personas y vehículos que circulan por sus calles, al igual que en el resto de España. Por las radios se escuchaba esta mañana al ministro José Luis Ábalos afirmar que esta situación se extenderá durante más de 15 días, lo que pondrá a prueba la paciencia y la fortaleza del matrimonio de unos cuantos, que teletrabajan estos días a pocos metros de el cónyuge y de los críos, inseparables por un tiempo. Alguno de los que esta mañana estaba a pie de obra lamentaba no haberse podido quedar en casa. Otros, desearían salir corriendo de esas cuatro paredes.

Todo es consecuencia de los efectos directos e indirectos de esta nueva infección, un intruso inesperado que ha paralizado a una parte del país -sólo a una parte- y, lo peor, que amenaza con generar una crisis sanitaria que en Italia ya causa estragos. Serán muy duros los próximos días.

La actividad no se ha tenido en Madrid

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