Todo empezó como un caso un tanto extraño. Pero conforme pasan los días y se conocen más datos, la sorpresa inicial ha mutado en una turbiedad que crece y crece. La hasta entonces líder de Bildu en el Ayuntamiento de Vitoria, Miren Larrion, ex parlamentaria y que en su día sonó como candidata bildutarra a lehendakari, dimitió de forma irrevocable.
Cuando se conoció la renuncia de Larrion, el pasado 22 de febrero, la coalición abertzale que lidera Arnaldo Otegi anunció que los motivos eran "hechos personales que vulneran el código ético". Asombro total en la política vasca. La dimisionaria, ubicada en el sector más moderado de esta alianza de formaciones, siempre se había conducido limpia y educadamente en su etapa política. Era un rostro amable. Tenía carisma y caía bien, según las encuestas. De hecho, en las últimas elecciones municipales, las de 2019, era la gran favorita en los sondeos lograr la alcaldía, si bien finalmente esas expectativas no se cumplieron.
Nadie entendía nada porque Bildu tampoco aclaraba nada más. Horas después, el 23 de febrero, El Correo desvelaba que la Ertzaintza investigaba a la política por suplantación de identidad. La propia Larrion explicaba y admitía que había abierto una cuenta bancaria a nombre de una compañera de partido, para lo que se valió de su DNI. Dicho de otra manera: la líder de Bildu en Vitoria se presentó en una entidad bancaria de la ciudad para hacerse pasar por otra persona y abrir una cuenta a su nombre en la que ingresó 300 euros.
De lo personal a lo político
Larrion explicaba que incurrió en este comportamiento abracadabrante en "un momento personal difícil" y destacaba que era el DNI "de una compañera" que usaba "con el fin de ingresar algún dinero si lo viera necesario en un momento de apuro". Decía también que su plan era informar a la otra persona de lo que había hecho pero reconocía que había "abusado de su confianza".
Las especulaciones, disparadas, apuntaban a problemas personales. Incluso el alcalde de Vitoria, Gorka Urtaran, del PNV, deseaba suerte a su antigua rival y no entraba al trapo. Sin embargo, un par de días después el propio regidor de la ciudad decía que "esto es un caso de partido" y pedía más explicaciones a Bildu. Algo olía aún más extraño.
Después se supo que esa otra persona o "compañera" cuya identidad suplantó Larrion en una oficina bancaria es Rebeka Martínez de Compañón, asesora de comunicación y también dirigente de Bildu en Vitoria. Ella, la víctima, creyó haber perdido su cartera las pasadas Navidades. Por ello, canceló sus cuentas y acudió a renovar la documentación, pero no interpuso denuncia porque pensaba que era un descuido. Ahora, parece evidente que sufrió un robo.
Según su propia versión de los hechos, Martínez de Compañón se sorprendió semanas después, cuando desde el banco le informaron por carta de la apertura de una nueva cuenta a su nombre. Primero denunció los hechos en una comisaría. Cuando se enteró de que la suplantadora de su identidad (no presunta, porque ella misma lo admite) era Larrion, intentó retirar la denuncia, pero al conocer por los agentes que la investigación continuaría de oficio, finalmente la amplió.
El apartado de correos
El pasado viernes, 5 de marzo, trascendía de nuevo gracias a El Correo que Larrion también falsificó presuntamente la firma de Martínez de Compañón para abrir un apartado de correos. Así, las pruebas en manos de los investigadores dibujan un escenario judicial en el que la ex líder de Bildu en Vitoria tendrá que hacer frente a una acusación por suplantación de identidad y por falsedad documental.
La pregunta del millón está clara. ¿Por qué? ¿Por qué una representante pública, y por tanto bastante conocida, se arriesgó a ir a un banco para abrir una cuenta usando el DNI de otra persona? ¿Y por qué habría falsificado su firma? ¿Qué era ese "momento difícil"? De las diversas líneas de investigación de la Ertzaintza, la principal es ahora mismo que Larrion se habría comportado así para intentar incriminar y desacreditar mediante este caso tan turbio a su compañera de filas, con la que al parecer no se llevaba demasiado bien. O sea, el turbio escándalo sería una vendetta entre personal y partidista.
El último acto político de Larrion, el pasado 21 de febrero, domingo, consistió en acudir al homenaje In Memoriam de Fernando Buesa y Jorge Díez Elorza, asesinados por ETA veintiún años atrás. Así lo publicó ella en sus redes sociales. Fue uno de sus últimos tuits. Porque en el último lanzó ese comunicado donde daba unas explicaciones que ahora, a la vista de las investigaciones, parecen entre insuficientes y engañosas. Propias de un caso así de turbio.
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