Moncloa tintinó este jueves la campana del éxito en Barcelona, la ciudad que acogió la cumbre hispano-francesa de exaltación de la amistad. El Gobierno vende por todo lo alto la manifestación independentista que intentó opacar la fiesta de Madrid y París y que congregó alrededor de 10.000 personas. Y todo porque ratifica su estrategia: la de dividir a los secesionistas. Los gritos de "traidor" a Oriol Junqueras han sentado bien en el cuartel general de Pedro Sánchez. "Hay que seguir fracturando al independentismo. Todas las guerras se logran desmoralizando y dividiendo al adversario", explica una fuente que conoce muy bien al presidente del Gobierno.
"ERC tiene un problema con su electorado de credibilidad. No es un problema para el gobierno. El abucheo a Junqueras por los independentistas lo evidencia, así como las malas perspectivas de ERC para las municipales de Barcelona. Están acusando un fuerte desgaste y necesitan reivindicarse. No es una muestra de provocación sino de debilidad", sintetiza una fuente socialista que conoce bien el intríngulis de la negociación con los independentistas.
En, efecto, Ferraz creen que ERC está en una situación de debilidad por su competencia con Junts, el ala dura del secesionismo comandado por el expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont. Pese a ello, los socialistas apuestan a que Gabriel Rufián, el portavoz republicano en el Congreso, y sus 12 compañeros de escaño seguirán dando oxígeno al Ejecutivo.
La incógnita
No obstante, esa es una de las incógnitas que se abren en este final de Legislatura. Los socios del PSOE en el Congreso también creen que ERC no dejará caer al Gobierno: "Necesitan que se les aprueben los presupuestos en Cataluña", zanja una fuente de peso en los 'comunes'. Y ahí, claro está, tanto la fuerza de Ada Colau como el PSC juegan un papel clave. En Podemos tampoco ven fuera a ERC. "Creo que seguirán apoyando en el Congreso, porque Bildu lo va a hacer. Pero claro, el PSOE tendrá que negociar. Han empezado las elecciones", zanja una fuente morada de peso.
El presidente Sánchez, no obstante, sigue empeñado en defender su juego en Cataluña, tierra que está dispuesta a pacificar para erigirse en el enterrador del procés por mucho que este jueves el jefe del Gobierno catalán, Pere Aragonès, le advirtiera de que seguía vivo y coleando. Cabe recordar que el PSOE ultima una consulta sobre el acuerdo al que lleguen Moncloa y Generalitat en la mesa de diálogo. El presidente reitera que "no cabe un referéndum" de autodeterminación. Pero el problema es que tiene su credibilidad tocada.
Cataluña, una línea roja peligrosa
Ese es el motivo por el que en estos momentos los barones del partido juegan a alejarse de Sánchez, conscientes de que su imagen quema. Y nadie se quiere achicharrar con las urnas de las municipales y autonómicas en el horizonte. Se vio en los fastos del 40 aniversario de la primera victoria socialista, en 1982, y en el día de la Constitución. Los presidentes autonómicos del PSOE se distancian del Gobierno. Una parte importante del partido cree que con las últimas medidas para "destensar" Cataluña se ha cruzado una línea roja peligrosa que ha tensionado las instituciones. Todo un órdago a su estabilidad.
Barcelona fue el escenario de la cumbre hispano-francesa porque Sánchez quiso escenificar la vuelta de las instituciones catalanes al redil de la normalidad tras los desmanes de la última década por mucho que el presidente autonómico se marchara del acto protocolario antes de que sonaran los himnos de España y de Francia. "Nadie hubiese imaginado en 2017 que esta cumbre pudiese celebrarse en Barcelona con la normalidad de hoy. Estamos mejor", zanjan fuentes oficiales de Ferraz.
Por Ferraz saben que serán los catalanes quienes más votarán a Pedro Sánchez en las próximas elecciones generales. Y es que el PSC es, ante la debilidad de la federación socialista andaluza tras la mayoría absoluta del PP de Juanma Moreno, el principal granero de votos del PSOE. El presidente del Gobierno, por tanto, actúa en consecuencia.
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