El núcleo duro de confianza de Pedro Sánchez ya empieza a ver Podemos en los libros de historia. Las fuentes consultadas jalean la inminente desaparición de los morados: "Van a quedar reducidos a nada", sintetiza una fuente socialista de peso en el Gobierno. Además, en el Ejecutivo ven enrocado el problema entre Yolanda Díaz y los morados, que ahora se quedan con solo cuatro diputados en el Congreso tras la renuncia de Lilith Verstrynge por, supuestamente, motivos de salud. Lo cierto es que la coalición de PSOE y Sumar gana un escaño por Barcelona tras la renuncia de Verstrynge.
La gran ambición morada siguen siendo las elecciones europeas de junio. El 9 de ese mes, España votará a los representantes que se sentarán en el parlamento comunitario. Ese día, no hay circunscripciones ni repartos de escaños por provincia. Ese día, España funciona como una única circunscripción. Y Podemos calcula que con al menos 300.000 votos, podrá lograr uno o dos eurodiputados. Ya está claro que será Irene Montero quien ponga rumbo a Bruselas en caso de lograr finalmente representación. La exministra de Igualdad fue la gran purgada. Y, además, el principal motivo del distanciamiento entre Yolanda Díaz y Sumar.
Con su decisión de sacar a Podemos de Sumar, Pablo Iglesias -e Ione Belarra e Irene Montero- han lanzado al partido nacido al calor del 15-M al vacío. Solo que el vacío se llama Grupo Mixto. Podemos ha pasado de la vicepresidencia segunda del Gobierno al soporte de cuatro diputados en el Congreso. La exigua mayoría que sostiene al Ejecutivo de coalición les permitirá lograr cierto protagonismo y podrán colgarse algunas medallas si consiguen que Moncloa incluya algunas de sus medidas. Solo buscan que Sánchez les haga caso y este -Félix Bolaños- está dispuesto a que su fontanero jefe haga de las suyas.
El veto a Irene Montero, la gran herida
Si hay algo que hirió profundamente a al partido de Ione Belarra fue el veto personal e irrevocable de Yolanda Díaz a la exministra de Igualdad, a quien ni tan siquiera incluyó en las listas para que fuera elegida diputada como sí hizo con Ione Belarra. El agravio fue de órdago porque era un rechazo directo al dúo dirigente del partido. Ni Montero ni su pareja, Pablo Iglesias, entendieron el fin de ciclo que abrió la salida del exvicepresidente de la política. Los morados fue una herramienta creada y manejada por y bajo el hiperliderazgo de su gran gurú.
Sin él y sin el resto de rostros que le acompañaron en su empresa (Alberto Garzón, Juan Carlos Monedero...) tampoco tenía sentido que Montero continuara el ciclo. Eso pensaban en Sumar. Por eso, Yolanda Díaz no quería una rémora en forma de ministra 'quemada' no solo por sus casi diez años de batalla política, sino por una gestión manchada con la ley del 'sí es sí'. Pero la vicepresidenta segunda tiene otro problema encima: Félix Bolaños. Y también por Podemos. La desconfianza viene por las relaciones del súperministro de Sánchez con los morados.
Y es que el ministro de Justicia, Presidencia y Relaciones con las Cortes negoció con los morados salvar los dos decretos del lado socialista (el ómnibus de su departamento y el paquete con las medidas anticrisis por la guerra de Ucrania y el conflicto en Oriente Medio), pero se desentendió del decreto del Ministerio de Trabajo sobre los subsidios por desempleo, que fue el único que cayó por la venganza morada. Y que dejó a Díaz tocada, porque perdió el aura de gran negociadora y de persona capaz de tejer acuerdos con los diferentes y con los 'casi' iguales.
Una ruptura consecuente
Ione Belarra se casó a regañadientes con el proyecto de Sumar, pero el intento de la vicepresidenta segunda de llevarles a la irrelevancia negándoles cualquier protagonismo dentro de la nueva coalición lo dinamitó todo. No hay futuro compartido si ninguno de los dos quiere una vida juntos. Y, en verdad, ninguno de los dos la quiere. La ruptura de la izquierda es, por tanto, consecuente. Otro menester es el modus operandi de la gestión de la discrepancia.
Ni a Yolanda Diaz le apetecía tener a Podemos en el poder, ni Podemos desea que les mande Yolanda Díaz. El matrimonio fue de conveniencia para evitar un gobierno de la derecha. Y para dejar claro ante el electorado de izquierdas, tan sensible a las cuitas internas de los suyos, que ninguno era el responsable de la desunión. En plata: una guerra por el relato de la ruptura planificada.
Ahora, Podemos ha pasado definitivamente a una nueva fase. Una fuente que sabe bien cómo piensan las cabezas pensantes moradas, explica: "Necesita en este momento diferenciarse y sacar la cabeza para sobrevivir. Da igual lo que haga Sumar o el PSOE… Necesita hacerse notar". Aunque para ello estén dispuestos a reventar las costuras de su electorado.
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