El Gobierno se apoyó esta semana en el ruido desatado por Vox contra la ministra de Igualdad, Irene Montero, para defender los Presupuestos, aprobados con el aval de los independentistas de ERC y Bildu y otros ocho partidos de izquierda, regionalistas y nacionalistas. Y lo llamativo es que Moncloa reconoce que los exabruptos de los de Santiago Abascal les beneficiaron en plena crisis por la ley del 'solo sí es sí', según conceden varias fuentes gubernamentales.
El Ejecutivo pudo opacar gracias Vox el debate sobre la idoneidad de Montero en el cargo y crear el marco de que frente al "hooliganismo de la derecha y la ultraderecha", Pedro Sánchez hace "política útil", como la que representan las terceras cuentas del Estado aprobadas por la coalición de socialistas y morados. Palabra del presidente: "A pesar del ruido se han aprobado los Presupuestos", lanzó Sánchez tras la votación nocturna del jueves.
El cabreo en el PP, como ya contó este diario, no puede ser mayor. En Génova no esconden su indignación con los de Santiago Abascal, porque consideran que sus batallas culturales dan oxígeno a Sánchez justo cuando más débil está el líder socialista. Y es que no ha sido una semana fácil para el Gobierno, acorralado por el lío del 'sí es sí, por las concesiones a los independentistas para aprobar los Presupuestos y su factura: 2.500 millones, sedición incluida. Aunque aún hay más: la negociación en secreto que el Gobierno mantiene con ERC para rebajar también el delito de malversación. Pero todo eso ha quedado semienterrado entre defensas airadas a Montero.
Un balón de oxígeno
La versión oficial es que los improperios de la diputada Carla Toscano retratan a Vox. Pero no solo a Vox. También el PP. Porque Ferraz comenzó esta semana una campaña contra Génova, en plena preparación de movilizaciones feministas, por entenderse con los de Santiago Abascal; un partido que, alegan en la central del PSOE, no reconoce la violencia contra la mujer por el hecho de serlo. Todo en uno. Ferraz está lanzado señalando al líder del PP como "feminista de última hora", a quien consideran cómplice del machismo por tolerar, por ejemplo, el acuerdo de Gobierno de los suyos con Vox en Castilla y León.
Más allá del lío de Vox, lo cierto es que los aliados en el Congreso del Gobierno que apoyaron las cuentas dieron un balón de oxígeno a Sánchez, obcecado en agotar su mandato y confiado en que las medidas sociales que su gabinete está aprobando aliviarán la tensión que está sufriendo el bolsillo de los ciudadanos por culpa de una inflación desbocada hasta el 7,3%. Ese es el escenario que anhela el presidente: una mejoría económica que no le tumbe en el envite electoral de finales del año que viene. Y, encima, con el escaparate de la presidencia española de la Unión Europea, en el segundo semestre de 2023.
Hasta entonces, Sánchez aguantará, según reconocen fuentes gubernamentales a este diario. Y, mientras, intentará que la guerra abierta entre su vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, y sus 'aliados' de Podemos no tumbe la coalición antes de tiempo. Sánchez, pese a la presión que recibe de un sector de Moncloa para que rompa con sus socios, no puede permitirse incendiar ahora su gabinete echando a los ministros morados aprovechando la crisis de Gobierno que se creará cuando las titulares de Industria y Sanidad, Reyes Maroto y Carolina Darias respectivamente, salgan del consejo de ministros para competir por las alcaldías de Madrid y Las Palmas.
Sin mano en el otro lado de la coalición
Cabe recordar que el bombardeo de Podemos a Yolanda Díaz ha sentado muy mal en el lado socialista. En el PSOE, destacados barones del partido no esconden su preocupación por el enfrentamiento cainita a su izquierda, porque amenaza con despojarles del poder en Aragón, Baleares, Comunidad Valenciana y La Rioja. Pero el miedo no solo recorre a los presidentes autonómicos socialistas. En privado, ministros socialistas no tienen duda de que las opciones de que la izquierda concurra fraccionada en tres (PSOE, Sumar y Podemos) cotizan al alza.
Lo cierto es que Podemos parece empeñado en dificultar las opciones de reeditar la coalición, precisamente porque ellos no van camino de ser la fuerza preponderante a la izquierda de los socialistas. Los morados se suman a la estela de Vox, que también busca debilitar a Feijóo para ganar músculo y no agachar la cabeza ante el PP. En plata: no quieren ser irrelevantes como ocurrió en Andalucía, donde la mayoría absoluta del presidente, Juanma Moreno, reventó a los de Santiago Abascal y propició el divorcio de la entonces candidata Macarena Olona de Vox.
Con todo, una realidad tiene atrapado a Sánchez: pese a que constitucionalmente tiene la prerrogativa de nombrar y cesar ministros, el jefe del Gobierno 'no puede' echar a ningún ministro morado sin previo aviso. Cualquier remodelación que afecte a Podemos debe ser negociada previamente con la líder, Yolanda Díaz. El problema es que la 'dama roja' también recibe presiones de su entorno para dar la patada a los pata negra de Podemos en el consejo de ministros. Pero esa decisión rompería el Gobierno. Y Sánchez no está dispuesto a verse en el precipicio por el momento por mucho que mime a su número dos frente a Podemos.
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