España

Las monedas acuñadas por el Estado Islámico en el corazón de su califato que custodia el CNI

En el museo interno del CNI se encuentran unas monedas del Estado Islámico, vestigios de un pasado de terror cercano. Esta es su historia

Aunque todos los informes le dan por muerto, el periodista británico John Cantlie lleva desaparecido oficialmente 11 años y no se sabe nada de su paradero. Sus captores, los terroristas del Estado Islámico, lo explotaron para alimentar su propia maquinaria de propaganda: bajo su dirección, Cantlie apareció en numerosos documentales y vídeos de estética hollywoodiense, donde se exaltaban las virtudes del califato y se arremetía contra toda estructura vinculada a Occidente. Distribuidas en inglés, las imágenes se emplearon para captar nuevos miembros de la organización y mantener la cohesión entre sus integrantes.

El periodista británico también escribió artículos en la revista online Dabiq, una publicación editada por el Estado Islámico a imagen y semejanza de los magacines de éxito internacional. Uno de ellos se titula Meltdown [‘colapso’, en inglés]. En él, John Cantlie expone una serie de argumentos relacionados con el declive del dólar americano. No emplea un lenguaje sesgado ni hace un uso abusivo de los adjetivos; al contrario, recurre a datos y referencias académicas o financieras para sostener su relato.

El objetivo del artículo no es otro que presentar el dinar islámico, la nueva moneda de la organización terrorista. Porque el objetivo de Daesh, bajo las órdenes de Abu Bakr al Baghdadi como califa Ibrahim, no sólo pasaba por propagar su extremismo; también buscaba la instauración de un territorio físico, que por momentos devoró Irak y Siria, sin que las estructuras de Estado pudieran ponerle freno.

El grado de implantación llegó a tal punto que los terroristas desarrollaron su propio dinero: “Cualquier país necesita su propia moneda y la decisión del Estado Islámico hacia los dinares de oro sería un movimiento inteligente en los turbulentos mercados actuales”, exponía Cantlie en su artículo.

Los servicios de inteligencia españoles conocen de primera mano el alcance de los dinares islámicos. El Centro Nacional de Inteligencia (CNI) custodia algunos ejemplares en el museo de su sede principal, en el municipio madrileño de Aravaca. La ministra de Defensa, Margarita Robles, visitó la institución en abril de 2023 junto a un nutrido grupo de periodistas.

Una pantalla con horarios de distintos países en el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), a 17 de abril de 2023, en Madrid (España). El Centro Nacional de Inteligencia (CNI) está adscrito al Ministerio de Defensa y es el organismo público responsable de facilitar al presidente del Gobierno y al Gobierno de la nación las informaciones, análisis, estudios o propuestas que permitan prevenir y evitar cualquier peligro, amenaza o agresión contra la independencia o la integridad territorial de España, los intereses nacionales y la estabilidad del Estado de derecho y sus instituciones.
Una pantalla con horarios de distintos países en el Centro Nacional de Inteligencia (CNI). Eduardo Parra / Europa Press

Las vitrinas de este museo revelan algunos de los desafíos a los que se ha enfrentado el centro a lo largo de su historia: desde máquinas de cifrado hasta herramientas empleadas por su sección operativa, como cámaras fotográficas ocultas o equipos de comunicaciones.

Vozpópuli ha tenido acceso a las imágenes de las monedas del Estado Islámico custodiadas en el museo interno del CNI. La presencia de los dinares en las instalaciones del centro evidencia dos extremos: la proximidad de los servicios de inteligencia españoles al terreno controlado por los terroristas para la obtención de información fidedigna, así como la magnitud de un califato que, por momentos, se convirtió en un verdadero Estado, con su propio dinar y estructuras financieras bien definidas.

Las finanzas del Estado Islámico

El Estado Islámico bautizó con el nombre de Al-Khayr al terreno comprendido entre las localidades de Dier ez-Zoz y Al-Qaim. Sobre el mapa, la primera se encontraba en Siria y la segunda, en Irak. Pero esas fronteras no existían para los terroristas. Su califato se extendía y se cernía sobre todo. Controlaban las escuelas, la sanidad, las infraestructuras, el sistema judicial -basado en la más estricta aplicación de la Sharia- y, por supuesto, las finanzas.

La elección del nombre de Al-Khayr no era casual. Se traduce por ‘el tesoro’, en árabe. No en vano, el territorio alberga los yacimientos petrolíferos más ricos de la región: Al-Omar, Al-Tanak, Al-Milh y Al-Ghazba. También los de gas, en Konico. El río Éufrates, además, dispara la fertilidad de los campos cercanos, donde se cultivan alimentos de primera necesidad para el sustento de la población civil.

Aunque la producción se desplomó en verano de 2016 -como consecuencia de una escasa demanda y de los bombardeos de la coalición contra el Daesh-, el Estado Islámico basó buena parte de sus finanzas en la producción de petróleo, con aproximadamente 50.000 barriles diarios; en el pasado la cifra alcanzaba los 90.000. Cada barril se vendía, en función de su calidad, por un precio que variaba entre 20 y 45 dólares.

Fue entonces cuando los terroristas exigieron el pago en dinares islámicos, su propia moneda. Así conseguían que su dinero entrase en circulación y que el petróleo no terminase en manos extranjeras. El Estado Islámico vendía cada dinar de oro a 190 dólares en las casas de cambio, que posteriormente se vendían a los comerciantes de petróleo por 190,5 dólares.

Abu Bakr Al Baghdadi, líder del Estado Islámico entre 2014 y 2019
Abu Bakr Al Baghdadi, líder del Estado Islámico entre 2014 y 2019

Según los análisis de las monedas, cada dinar de oro pesaba 4,25 gramos. Aún hechas de oro, el valor del material era inferior al de venta final, así los terroristas obtenían un beneficio con su circulación. Además, el Estado Islámico pagó con dírhams de plata los salarios de dirigentes y combatientes: la puesta en marcha del dinero yihadista -si es aplicable esta expresión- estaba asegurada.

El colapso de Siria e Irak

La propagación del califato supuso una amenaza directa para las frágiles estructuras de Estado en Irak y Siria, así como un desafío para todo Occidente. La constitución de un territorio físico al servicio de unos terroristas tenía consecuencias catastróficas; más aún cuando se trataba de una organización cuya misión principal era extender su visión radical por todo el mundo.

Los países occidentales activaron una batería de medidas para combatir a los extremistas. Una de las más conocidas es la Coalición Internacional contra el Daesh, una alianza militar en la que se integró España -aún sigue activa-. Su objetivo principal pasaba por instruir a las tropas locales, una amplia amalgama de fuerzas, en su lucha contra los terroristas y acompañarlas en la liberación de los bastiones tomados por el Estado Islámico: Mosul, Faluya, Hawiya, Raqa o Mayadin fueron algunas de estas ciudades.

Su reconquista se pagó con un alto precio, tanto económico como en bajas de soldados. La guerra arrancó en junio de 2014 y, aunque en niveles mucho más reducidos, el Estado Islámico aún mantiene en la actualidad cierta influencia en espacios aislados de Siria o Irak.

Fuerzas iraquíes en Mosul.EUROPA PRESS

La amenaza se ha reducido drásticamente desde aquellos compases, cuando el califato físico era una realidad, pero la Coalición Internacional contra el Daesh sigue en pie. España la apoya con una unidad de helicópteros basada en Al-Asad, Irak. Las fricciones entre Bagdad y Washington ha empujado a esta misión al borde de su extinción en el país.

La lucha contra el Estado Islámico también se desarrolla en el ámbito de la inteligencia. A diferencia de otros servicios extranjeros que dividen sus estructuras, el CNI obtiene y analiza información tanto en el extranjero como en territorio nacional. Una decisión que ofrece ventajas en el seguimiento, por ejemplo, de los foreign fighters, individuos que han combatido a las órdenes del Daesh en zona de conflicto y que, radicalizados y expertos en el manejo de armas, regresan a territorio nacional.

El Departamento de Seguridad Nacional (DSN) apunta en su último informe anual que España cuenta con 272 combatientes terroristas extranjeros, según el Listado Único Común: 102 están desplazados en zona de conflicto, 65 son retornados y 104 habrían fallecido. A principios de 2023 se efectuó la operación de repatriación de dos mujeres y trece menores desde los campamentos del noreste sirio.

La obtención de información de primera mano y su posterior análisis resultan clave en la lucha contra estas amenazas que aún persisten. Cabe recordar que tanto Estado Islámico como Al Qaeda han multiplicado sus mensajes contra Occidente con motivo de la guerra entre Israel y Hamás. Y que ambas organizaciones terroristas, a través de sus filiales, expanden ahora su área de influencia sobre el Sahel africano, con una proximidad geográfica mucho mayor a España que Siria o Irak.

La presencia de las monedas acuñadas en el museo del CNI, en su sede de Aravaca, dan cuenta del grado de proximidad de los servicios de inteligencia españolas a las fuentes primarias. Monedas que, a su vez, son vestigio de un pasado no muy lejano, donde los terroristas contaron con su propio territorio, donde aplicaban la Sharia con mano de hierro y amenazaban con extender sus preceptos a cualquier rincón del mundo.

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