Enero de 2023. Amanece un frío pero esplendoroso día en la localidad de San Lorenzo de El Escorial. De entre todos sus monumentos y lugares archiconocidos, hay uno que destaca por encima del resto. El Valle de los Caídos. Bueno, ahora se llama Valle de Cuelgamuros desde que la ley de Memoria Democrática entrase en vigor el pasado 21 de octubre.
Este precepto, aprobado por el Gobierno de Pedro Sánchez, aunque tiene como fin último la supuesta reconciliación, no ha tenido caridad ni miramientos con los doce monjes benedictinos que mantienen a flote la espiritualidad del paraje. Antes de explicar los pormenores de esta compleja situación, corresponde narrar cómo y de qué forma llegaron estos religiosos al Valle de los Caídos a mediados del siglo pasado.
Franco creó en agosto de 1957 la Fundación de la Santa Cruz con el único objetivo de tener a una congregación de monjes de la Orden de San Benito encargándose de todo lo relativo a los oficios eclesiásticos, entierros y mantenimiento en general del Valle de los Caídos. Una Fundación que desde 1982 pasó a depender de Patrimonio Nacional y ahora está en manos del Ministerio de Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática.
Para ello, llegó a un acuerdo con el Monasterio de Santo Domingo de Silos (Burgos), que siempre ha estado regido por benedictinos. De este modo, veinte cenobitas salieron de Silos con dirección a Madrid para hacer suyas las instalaciones recientemente inauguradas por la dictadura. Y ahí han permanecido durante más de seis décadas gracias al contrato que la orden firmó con el dictador en 1958 y cuya vigencia venció en octubre de 2020 por la Ley 40/2015 de Régimen Jurídico del Sector Público. El texto regulador establecía la extinción de convencidos firmados con el Estado por tiempo indefinido que no fuesen prorrogados entre la entrada en vigor del mandato y los cuatro años siguientes.
El día a día en el Valle de los Caídos
Ahora mismo, la vida de los doce religiosos que resisten en la Sierra de Madrid se resume en tres actividades: oración, trabajo y lectura de textos divinos. La oración se divide en varias sesiones. La primera, en comunidad, la cual se resuelve en coro con salmos y todo tipo de cánticos. Después, el oficio de la Santa Misa, que constituye el núcleo central de los monjes. Por último, la ración personal de rezo que cada benedictino considere.
Además, y para ganarse el jornal, faenan en las distintas estancias del monasterio (panadería, zapatería, sastrería, portería y tienda), al igual que cultivan los jardines. También trabajan áreas intelectuales mediante la elaboración de escritos y encuadernación de manuales y libros. Por supuesto, dirigen la escuela de canto de la escolanía. Esto último es otro de los focos del problema, ya que parte del profesorado de la escolanía concertada son algunos de estos monjes. El hecho de expulsarlos del Valle implicaría un vacío educativo para todos los niños.
Una situación enquistada
Con esta situación legal tan complicada, el Gobierno de Pedro Sánchez no ha movido ficha ni se ha acercado al Valle de los Caídos en ningún momento para tratar de llegar a un nuevo acuerdo con los benedictinos. Tanto es así que incluso la ínclita y parcial Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica ha denunciado esta particularidad para tratar de echar sin pudor a los monjes fuera de su casa.
Argumentan que viven de forma ilegal allí, amén de explotar para su propio beneficio económico las distintas actividades del Valle de los Caídos. El detalle que han pasado por alto es que, si residen de forma alegal, es porque el Gobierno ha decidido no sentarse con ellos para renegociar las bases del acuerdo, añadiendo una serie de impagos desde hace cuatro años que los han puesto en serios apuros económicos y por los que están dispuestos a llevar este asunto por vía legal.
El líder espiritual y vocal de estos doce es Santiago Cantera (Madrid, 1972), un monje otrora candidato electoral de Falange en las elecciones generales de 1993 y las europeas de 1994, el cual guarda una relación horrible con el actual Ejecutivo y que, por encima de todo, echó leña al fuego cuando se exhumó el cadáver de Franco en octubre de 2019. Por ello, se antoja casi imposible que cambie la postura del PSOE y resto de partidos de la coalición progresista, lo que abocará, más tarde o más temprano, a los doce de Cuelgamuros fuera del Valle.
¿Vuelta a los orígenes?
Las cartas están encima de la mesa, y los monjes deben ir pensando, por más que les pese, un posible lugar de destino. Todo apunta a un regreso al Monasterio de Silos, de donde salieron sus predecesores a finales de los años cincuenta para ocupar la abadía de la que ahora quieren echarles. En la actualidad, hay tres grupos de monjes benedictinos por España. Aparte del pelotón del Valle de los Caídos, se encuentran repartidos entre la abadía de Montserrat y la propia de Silos.
Aunque ambas abadías son de la Orden de San Benito, pertenecen a ramas muy diferentes. Los catalanes, a la Congregación Sublacense Casinense. Los castellanos, a la Congregación de Solemnes. Este es el principal motivo para creer que su opción más factible es un retorno al hogar burgalés. Estaremos pendientes de cómo avanza el asunto, pero a día de hoy, los doce clérigos tienen un pie más fuera que dentro del Valle de los Caídos.
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