1 de octubre de 2017: un grupo de mossos d'Esquadra de Mataró se cuadran mientras una multitud les canta Els Segadors y se rinde en aplausos. Dos años después: cientos de personas airadas inundan de madrugada una calle del centro de Barcelona. Al fondo los Mossos aguantan el lanzamiento de bengalas y material pirotécnico. Ya no hay aplausos, sino insultos. Ya no es su policía, sino otra “fuerza de ocupación”.
Es el cambio que va desde el referéndum ilegal del 1-O y el brote de violencia que ha sacudido Cataluña tras la sentencia contra los líderes independentistas. Si hace dos años la policía de la Generalitat contentó al independentismo por su papel durante la consulta, ahora les acusan de situarse al lado de la Policía Nacional -“la policía española”- en la respuesta a las protestas contra las condenas del Tribunal Supremo. En los últimos han sido habituales los gritos como "esa senyera que lleváis, no la merecéis" o consignas más graves como "pim, pam, pum, que no quede ningú".
Desde la CUP piden directamente la disolución de la unidad de antidisturbios de los Mossos así como la dimisión o cese del conseller de Interior Miquel Buch por la actuación de sus agentes. "Se acabó el tiempo de las explicaciones y llegó el de las dimisiones", escribió el pasado jueces Rufián tras conocer que un grupo de ultras de extrema derecha había pegado una paliza a un independentista en Barcelona. La frase "Buch dimisiò" esta pintada por casi todas las calles del centro de la ciudad condal.
La ruptura tras el 1-O
Este nuevo escenario ha servido para que Mossos d’Esquadra y las fuerzas de seguridad del Estado reconduzcan su relación, muy deteriorada tras el 1-O. Tanto policías como guardias civiles se sintieron aquel día abandonados en los colegios electorales. Tuvieron que hacer cumplir el mandato judicial de impedir el referéndum en solitario con el uso de la fuerza. Así lo entiende también la reciente sentencia del Tribunal Supremo: “No interfirieron la emisión de votos, más allá de alguna actuación aparente y en un mínimo número de centros”.
Las imágenes de los policías usando la fuerza para requisar el material electoral dieron la vuelta al mundo. También las que mostraban a agentes de los Mossos discutiendo, incluso forcejeando con policías y guardias civiles. Estas diferencias son ahora historia. Los últimos días de violencia en Cataluña, policías nacionales y mossos d’Esquadra han trabajado “codo con codo” tal y como lo definió este sábado en Barcelona el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska.
La sexta jornada de protestas tuvo su foco en una concentración convocada por Arrán, vinculada a la CUP y los Comités de Defensa de la República (CDR). Fue en la Plaza de Urquinaona, cerca de la sede principal de la Policía Nacional en Cataluña y, por tanto, sus agentes se encargaron del dispositivo principal. Sin embargo, a su lado había furgonetas de la policía autonómica. En los momentos de mayor tensión, fue la megafonía de los Mossos la que advirtió -en catalán- a los presentes de una intervención “inminente” (de la Policía Nacional).
Mossos y Policía juntos contra los violentos
El día anterior, en los graves disturbios acaecidos en el mismo lugar, los Mossos acudieron en apoyo de la Policía. Al final, el camión cisterna de la Brigada Móvil (Brimo), los antidisturbios de los Mossos, culminó el desalojo de los violentos. Independentistas radicales y antifascistas llevaban seis horas hostigando a los agentes de la Unidad Intervención Policial (UIP) de la Policía Nacional. Hubo momentos en los que se quedaron incluso sin cargamento.
Hasta este punto ha llegado la coordinación fluida de la que presumía el ministro Marlaska cuando surgió el debate sobre la aplicación de medidas como el 155 o la Ley de Seguridad Nacional. Los mandos de los distintos cuerpos y el propio ministro siempre consideraron que no era necesario intervenir el cuerpo de la Generalitat. Las competencias en materia de orden público en Cataluña están transferidas al Gobierno autonómico, pero en este y otros casos recientes se vienen desarrollando operaciones conjuntas.
Los Mossos d’Esquadra lo integran los mismos 17.000 agentes. Pero algunas cosas han cambiado respecto a hace dos años. En primer lugar el objetivo y las unidades. Es distinto tener un mandato judicial que cumplir en más de 2.000 colegios en una situación inédita como fue el 1-O que hacer efectivo el orden público, algo en lo que BRIMO y UIP tienen mucha experiencia. El día del referéndum, las visitas a los centros electorales no las hizo la BRIMO, sino agentes de seguridad ciudadana, sin conocimientos en orden público en caso de que los votantes se negasen a acatar la orden judicial.
El duelo Trapero-Pérez de los Cobos es pasado
La Fiscalía y el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) encargaron la coordinación de los tres cuerpos policiales de cara a la consulta al coronel de la Guardia Civil, Diego Pérez de los Cobos. Ocupaba entonces el puesto de jefe del Gabinete de Coordinación y Estudios de la Secretaría de Estado de Seguridad. Tanto la gestión de aquel desafío como la posterior instrucción judicial del procés puso de relieve la falta de entendimiento entre este mando del Instituto Armado y el exmayor de los Mossos, José Luis Trapero.
El propio Trapero reconoció como testigo durante el juicio en el Tribunal Supremo que la falta de sintonía con Pérez de los Cobos le llevó a pedir a su subordinado Ferrán López que acudiese en su lugar a las reuniones de coordinación. Hoy Pérez de los Cobos ya no ocupa ningún puesto de responsabilidad en Interior y Trapero, apartado de su cargo, se encuentra a la espera de juicio en la Audiencia Nacional acusado de rebelión junto al resto de la entonces cúpula de los Mossos.
Trapero en los Mossos sigue siendo una persona respetada y su gestión del 1-O no se discute. Prueba de ello fue el malestar que generó en los actuales responsables del cuerpo catalán el discurso del máximo mando de la Guardia Civil en Cataluña con motivo de la celebración del último día de la Virgen del Pilar. En los Mossos se entendieron las palabras del Instituto Armado como una crítica al papel de su exjefe en el procés.
La relación con la Generalitat
Pese a este encontronazo puntual, la relación entre los Mossos y la Guardia Civil tampoco acusó la operación contra los CDR, que sí soliviantó al independentismo con el presidente autonómico Joaquim Torra a la cabeza. La policía de la Generalitat ha tenido que hacer frente a situaciones incómodas para mantener su independencia como muestra la dimisión hace semanas de su director general, Andreu Martínez, el tercero en poco más de dos años. En su círculo más cercano admitió que la razón era la falta de sintonía con Torra.
Actualmente, el máximo cargo uniformado de la policía catalana se llama Eduard Sallent. Lleva en el puesto desde junio. Fue designado el mismo día que ascendió a comisario en un cuerpo con mandos de mucha más experiencia. Eso y un pasado vinculado al entorno de Convergencia despertó recelos sobre su designación dentro y fuera de los Mossos. Sin embargo, su gestión es elogiada en el Ministerio del Interior donde consideran los conflictos con la policía autonómica algo del pasado.
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