España

Nervios en el PSOE por el secretismo y el retraso en los avances para investir a Pedro Sánchez

Los socialistas comienzan a impacientarse después de que el presidente haya roto todos sus compromisos con el calendario. Casi nadie sabe qué se está negociando y en qué términos

Hay refranes que se ajustan como un guante a los sentimientos. Si hubiera que elegir uno para definir el estado de ánimo de la familia socialista sería 'el que espera, desespera'. Han pasado ya más de dos semanas desde que el Rey encargó a Pedro Sánchez buscar los apoyos que le permitan revalidar el gobierno. Aquel 3 de octubre, el PSOE se metió un chute de optimismo: la investidura era posible. Tan solo había que negociar y hablar con "discreción". Los votos de Carles Puigdemont eran factibles si se pulsaban con las teclas oportunas. O, al menos, eso vendía Moncloa. Pero todo parece desmoronarse. La investidura del secretario general socialista está "atascada", como comentan en privado algunos destacados socialistas que reconocen los "nervios" que están aflorando en Ferraz.

Poco a poco, Sánchez ha roto cada uno de los plazos que se puso en el calendario para explicar la amnistía, que no deja de ser otra cosa que su llave para permanecer a los mandos del país. En septiembre, el aparato de persuasión del Ejecutivo se escudaba en que era el momento de Alberto Núñez Feijóo y, por tanto, no era oportuno enfocarse en la medida de gracia, porque removía al Partido Socialista. Era el tiempo de Felipe González y Alfonso Guerra estallando contra Sánchez, quien para evitar que se hablara de la amnistía eludió participar en el debate de investidura del líder del PP.

Luego, en Nueva York, durante el plenario de las Naciones Unidas, el presidente advirtió de que en cuanto recibiera el encargo del Rey para someterse a la confianza de los diputados abordaría "con total franqueza" su postura sobre la negociación con Junts y el resto de partidos independentistas. Después, Sánchez volvió a dar una patada al balón con la ronda de encuentros con los portavoces en el Congreso. Dijo que una vez concluyera fijaría su postura ante la amnistía y sobre la negociación. La ronda empezó el 9 de octubre y finalizó el 13 sin dar explicación alguna.

La "discreción" por bandera

Tras entrevistarse con todos los responsables de los grupos parlamentarios, excepto Vox, el presidente designó una comisión negociadora que, supuestamente, iba a ser la encargada de seguir conversando en aras de recabar los apoyos necesarios. Pero esa comisión es un mero fuego de artificio: abierta a más personas de las que de verdad están en el ajo. Porque solo el núcleo duro -Félix Bolaños, María Jesús Montero y Santos Cerdán- es el que negocia. No hay constancia de que la comisión de marras se haya reunido más veces con otros partidos. Al menos según coinciden fuentes de los grupos que Sánchez corteja en conversación con este diario. El PSOE se agarra a la "discreción" cuando se le pregunta; la palabra de moda en Moncloa.

Lo cierto es que casi nadie en Ferraz sabe qué se está negociando y en qué términos. Por eso, la mayoría de dirigentes del partido no emiten su opinión sobre la hipotética ley de amnistía y se escudan en que la darán cuando se conozcan los detalles del acuerdo al que llegue el PSOE con Junts, ERC y el resto de socios independentistas, nacionalistas y de izquierda radical. El Gobierno reitera que será "transparente" y "respetuoso con el marco constitucional", el otro gran axioma socialista. Ahora bien, si hay una herramienta que mide el pulso de Moncloa es el argumentario.

Y en la última semana se han introducido variaciones en forma de muletilla: "Si se logra; si hay acuerdo; si llegamos a un pacto". Nada de esto se decía la primera semana de octubre. De manera que el Ejecutivo ya se adentra en el escenario de la repetición electoral sin tapujos. Da la sensación de que Moncloa está abonando el terreno del reparto de culpas para explicar a los españoles por qué tendrían que volver a votar el próximo 14 de enero bajo la resaca de la Navidad si finalmente no hay acuerdo.

Preocupación socialista

El calculado hermetismo del presidente del Gobierno persigue dos cosas. Por un lado, tapar hasta dónde está dispuesto a llegar. Sánchez ha escondido sus líneas rojas bajo el mantra del respeto escrupuloso a la Constitución. Y, por otro, el control del partido. El presidente quiere evitar a toda costa revuelo interno. Y sabe que si no suelta prenda de qué habla con Junts, mantiene prietas las filas. Aunque los dirigentes del PSOE consultados no esconden su preocupación por el cariz de los acontecimientos.

Para más inri, el debate en el Senado de este jueves no ayuda. Es más, envía señales preocupantes del socio, a priori, más sencillo dentro del independentismo. Que el presidente catalán, el republicano Pere Aragonès, fuera a Madrid para defender no solo la amnistía, sino para afirmar tajantemente que la medida de gracia es el primer paso hacia la consulta, no ha sentado nada bien en Moncloa. El PSOE se pone la venda antes que la herida y asegura que la asonada de Aragonès era "esperada". Pero no por ello ha molestado menos. Porque todo parece indicar que ERC y Junts ya están embarcados en la batalla por el purismo independentista de cara a una nueva convocatoria de elecciones.

El equipo del presidente no se plantea con la amnistía ningún gran acto similar al que Sánchez protagonizó en el Liceu de Barcelona para explicar los indultos en junio de 2021: "Aquel [en referencia a los indultos] eran un tema que dependían única y exclusivamente del Gobierno. Y esto [por la amnistía] no es un tema de Gobierno. Esto es un tema que depende de partidos políticos y de varios grupos que tienen que votar una investidura", aclaran fuentes del núcleo duro de Moncloa, que siguen vendiendo optimismo: "Las piezas encajarán. Mientras tanto, seguimos trabajando".

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