Se llamaban Esther y Miriam Barrera, eran gemelas y tenían apenas tres años de edad. Silvia Pino y Silvia Ballarín, de siete y seis años. Rocío Capilla era un poco más mayor, tenía 14 años, mientras que Pedro Ángel Alcaraz, estudiante, tenía 17 años y las dos gemelas eran sus sobrinas. Son los nombres de los seis menores asesinados en el atentado cometido por ETA en la casa cuartel de Zaragoza el 11 de diciembre de 1987.
Murieron un total de 11 personas, hubo 73 heridos y otros menores quedaron huérfanos fruto de aquel atentado con el que la banda quiso dar un mensaje de fuerza en plenos contactos con el Gobierno en Argel. La historia de esos menores es el motivo por el que la Guardia Civil ha bautizado con el nombre de “Infancia Robada” la operación que ha dado con la detención del histórico dirigente etarra José Antonio Urruticoechea, alias 'Josu Ternera', tras 17 años de fuga.
Eran las 6.12 horas de aquel día cuando el 'comando Argala' de ETA encabezado por el terrorista Henri Parot detonó la carga de 250 kilos de amonal. Habían colocado el explosivo en un Renault 18 y lo aparcaron junto al acuartelamiento antes de huir a la carrera. En aquel lugar vivían cerca de 40 familias.
Vieron ropa de niño tendida
El libro Historia de un desafío, editado por la propia Guardia Civil recoge el testimonio -muchos años después- de Juan José Barrera, padre de las dos gemelas asesinadas bajo los escombros que provocó la explosión: “Estacionaron el coche justo debajo de mi balcón, en el segundo piso, justo por encima del economato por una razón obvia: vieron en el balcón ropa de niño tendida. Se trataba de la ropa de mis hijas”.
De familia de guardias civiles, Juan José Barrera había llegado al País Vasco procedente de Granada siguiendo el destino de su padre. Ya en 1972 se salvó de otro atentado con artefacto explosivo en un cuartel de Basauri (Vizcaya). Su hermano, también miembro del Cuerpo, se salvó de otros dos. Así era la vida de un guardia civil en el País Vasco.
“Miriam y Esther eran gemelas, idénticas, como dos gotas de agua (...) eran los juguetes del cuartel, todo el mundo se paraba a jugar con ellas”. Del día de la explosión recuerda el olor de la colonia que usaban para asear a la niñas que se había derramado por el suelo. “Fui consciente en todo momento que de las dos niñas y mi cuñado habían muerto. En aquella casa vivía también el adolescente Pedro Ángel Alcaraz y había llegado desde el municipio de Torredonjimeno (Jaén). A su funeral y el de sus sobrinas asistieron 5.000 personas.
La foto de las gemelas
“No disponíamos de fotografías de Miriam y Esther ya que nuestra vivienda desapareció completamente. Un fotógrafo de Zaragoza nos localizó y nos facilitó una gracias a un reportaje que habíamos hecho meses antes en su tienda”. A día de hoy esa foto sigue presidiendo el salón de su casa. Tuvo otras dos hijas que hoy tienen 25 años. Crecieron pensando que eran ellas las niñas de la foto del salón hasta que un día encontraron una caja con archivos sobre sus hermanas fallecidas y les contaron la verdad.
Silvia Pino, de apenas siete años, falleció aquel 11 diciembre, apenas dos semanas antes de la Navidad. También fueron asesinados sus padres mientras que sus dos hermanos, Víctor y José María, de once y trece años, tan solo resultaron heridos. Perdieron a toda su familia. Según recuerda el libro Vidas Rotas, el rey Juan Carlos se refirió a este atentado en su discurso de Nochebuena: “Si todas las acciones terroristas son igualmente execrables, os confieso que no puedo alejar de mi mente, en esta ocasión de manera especial, la imagen de unos cuerpos infantiles que hace pocas fechas, en la noble ciudad de Zaragoza, aparecían destrozados por la saña de unos desalmados”.
Silvia Ballarín, tenía seis años. ETA también mató a su padre. Su madre sobrevivió después de un largo ingreso hospitalario producido por las heridas. Perdió una hija y un marido aquel día. Rocío Capilla completa la lista. Tenían 14 años y murió al igual que sus padres. Jugaba al balonmano con el equipo de su colegio. Así la describía para el Heraldo de Aragón una de sus compañeras: “era muy buena estudiante. Lo que más le gustaba eran las ciencias. Cuando nos enteramos de lo que había ocurrido no nos lo creíamos, pensamos que estas cosas no tendrían que suceder”.
El papel de Ternera
Por estos hechos, la Audiencia Nacional condenó en 1994 al etarra Henri Parot a 1.802 años de cárcel. En 2003 fueron condenados los dirigentes Francisco Múgica Garmendia, Pakito, y José María Arregui, Fiti’, en su caso a 2.354. Según la Guardia Civil, fue Pakito quien dio la orden y señaló el objetivo al comando Argala, compuesto por etarras franceses. Sin embargo, aquella decisión se adoptó en el comité de dirección (Zuba). Pakito era el jefe militar, Fiti era el responsable de logística y al frente de la rama política estaba Josu Ternera. Aquel año 1987 ETA asesinó a un total de 53 personas, diez de ellas eran menores.
Un año antes de que condenasen a sus compañeros en la cúpula, Ternera se fugó y nunca respondió por estos hechos. El resto de terroristas que acompañaban a Parot eran su hermano Jean, Jacques Esnal y Frédéric Haramboure fueron condenados a cadena perpetua por un tribunal de París en 1997.
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