“Si hay alguna oportunidad, se hará”. Con esas palabras despachó el Jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), almirante general Teodoro López Calderón, las preguntas sobre una hipotética salida de las tropas españolas del aeropuerto de Kabul, en busca de afganos atrapados en el infierno pero con plaza para salir a bordo de uno de los aviones del Ejército del Aire. Y se hizo. La responsabilidad recayó en un puñado de guerrilleros -como se conoce a los miembros del Mando de Operaciones Especiales del Ejército de tierra, también boinas verdes- que se lanzaron a aquel agujero tan inestable con una única misión: salvar vidas.
Okae es uno de ellos. Ese es su nombre de guerra. No identificamos su nombre real ni su empleo [rango en el Ejército], con motivo a la discreción que requiere su desempeño. Él y los suyos se las vieron en aquel caos; multitud angustiada, talibán armados hasta los dientes, una cuenta atrás frenética por abandonar el país y la amenaza real de atentado que finalmente se cumplió con trágicas consecuencias. Un cóctel operativo difícil de asimilar y al que habría que añadir las implicaciones personales: “Mirar a los ojos a las personas que quieren salir del infierno y no poder ayudar a todo el mundo…”.
Apenas ha tenido descanso desde su aterrizaje, pero Okae asegura que ya está preparado para la siguiente misión que se les encomiende. Ahora repasa para Vozpópuli los acontecimientos que vivió en Kabul tras una semana desplegado en la misión de evacuación. Los militares españoles lograron sacar a 1.900 personas de Afganistán. La mayoría, colaboradores y familiares cuya existencia pendía de un hilo tras la restitución del régimen talibán. La entrevista discurre en orden cronológico desde el comienzo de su operación hasta su regreso.
Pregunta. Kabul es el foco del mundo y todos miramos lo que ocurre en el aeropuerto, en una misión de evidente riesgo para los implicados. ¿Cómo se despide uno de su familia antes de ir? ¿Se les dice dónde va o prefiere que no lo sepan hasta regresar?
Respuesta. Para poder explicar cómo se trata la información delicada en casa lo intentaré resumir en dos palabras, que recogen lo que se siente cuando uno se marcha: “Silencio cómodo”. Debemos mantener la mayor discreción posible, pero inevitablemente a la familia más cercana les tenemos que contar algo, tratamos que sea lo imprescindible. Ellos, por su parte, también tratan de preguntar lo imprescindible. Conocen la naturaleza discreta de nuestro trabajo.
P. Llega el momento de marcharse. Lo hacen en avión, pero, ¿desde dónde? ¿Zaragoza o Madrid?
R. Nuestro despliegue se inició desde Madrid en un vuelo de Air Europa fletado por Defensa con escala en Dubái. Desde allí posteriormente se utilizó un A400 para llegar a Kabul.
P. Ustedes están acostumbrados a un despliegue rápido para actuar de inmediato en zonas de especial riesgo. ¿Cómo se prepara uno física y psicológicamente para algo así?
R. La preparación física es continua en el Mando de Operaciones Especiales. La parte psicológica para el despliegue la tenemos adquirida gracias a los continuos despliegues y ejercicios. Los más importante de la parte psicológica es el repliegue, tienes que intentar volver a casa lo más aséptico posible y eso es lo más complicado. Al fin y al cabo, somos humanos y no máquinas.
La llegada a Kabul
P. De Dubái vuelan rumbo a Kabul. ¿Cómo es ese vuelo? ¿Le da tiempo a pensar en algo o en alguien? ¿Charla con sus compañeros?
R. Es un vuelo de reflexión, repasas todas aquellas cosas que por la rapidez del despliegue las tienes en el tintero operativo. Piensas sobre todo en lo que encontrarás en zona de operaciones. Con los compañeros hablas, sobre todo. de cómo ha quedado la familia y de algunos detalles en el equipo y el material. Es complicado mantener una conversación en un avión militar por el ruido, así que terminas en tu propio pequeño mundo.
P. Aterrizan en el aeropuerto de Kabul. ¿Qué situación se encuentran ahí? ¿Cómo podría describirlo?
R. Pasas del paraguas de la tranquilidad a un caos tremendo. La desesperación de las personas que quieren salir del infierno es brutal. Esa desesperación te lleva a pensar en qué pasara aquí cuando ya no estemos.
P. Nos han llegado algunas imágenes del interior en el momento en que se abrían las puertas e intervienen los miembros del EADA [Escuadrón de Apoyo al Despliegue Aéreo, del Ejército del Aire]. ¿Hacen estas imágenes justicia a lo que ustedes vivieron? ¿Era más o menos complicado que lo que se ve en el vídeo?
R. Estas imágenes son del inicio de la intervención. A medida que pasaban los días, el efecto llamada hizo que todo fuera mucho más complicado con un auténtico caos de personas desesperadas. Mirar a los ojos a las personas que quieren salir del infierno y no poder ayudar a todo el mundo… eso es algo difícil de asimilar.
P. ¿Cuántos días estuvieron en el aeropuerto?
R. Aproximadamente una semana, regresamos en el último vuelo español que salió de Kabul.
P. ¿Cómo era su día a día? ¿Dónde dormían, qué comían, dónde se aseaban?
R. El día a día de nuestro equipo estaba destinado a un ofrecimiento continuo para estar donde fuera necesaria nuestra ayuda. No hemos tenido una rutina de trabajo. Como dice nuestro lema guerrillero: ‘come cuando puedas, duerme cuando puedas…’. Los servicios de los que se disponían en la base del aeropuerto al llegar eran muy limitados y se fueron deteriorando con el paso de los días.
P. ¿Cuántas horas trabajaban al día?
R. El termino 24/7 está acuñado en nuestro ADN [24 horas al día, 7 días a la semana].
La misión fuera del aeropuerto
P. ¿Cómo llegaban los afganos al aeropuerto? ¿En qué estado físico y psicológico?
R. Las familias, mujeres, niños y ancianos, cuando salían de las puertas del caos, tenían diferentes reacciones: llorar, reír, abrazar… Pero lo más significativo era que no querían molestar. El estado físico, sobre todo en personal de riesgo como niños y ancianos, en muchos casos era de deshidratación. Otras personas llegaban con crisis de ansiedad y cansancio. Me imagino que las secuelas psicológicas para los refugiados saldrán más adelante, cuando estén más tranquilos.
P. Una de las misiones que se encomendó a los miembros del MOE fue salir, en caso de que las circunstancias lo permitieran, a las inmediaciones del aeropuerto a buscar más gente. ¿Llegaron a hacerlo? ¿Con qué medios?
R. El mando nos ha enviado donde era necesario, nuestro trabajo fue en las proximidades de diferentes puertas del aeropuerto. Los medios han sido muy limitados, hemos utilizado los materiales que hemos transportado individualmente en el transporte aéreo. En la zona del aeropuerto hemos utilizado vehículos ligeros.
El ver a los talibanes controlando la masa de personas intentando entrar en el aeropuerto es algo que me impactó. Hace cuatro días los talibanes eran el enemigo
P. ¿Qué se encontraron en el exterior?
R. El exterior es muy complicado. El ver a los talibanes controlando la masa de personas intentando entrar en el aeropuerto es algo que me impactó. Hace cuatro días los talibanes eran el enemigo.
P. Hay muchas imágenes de una acequia, si no me equivoco, por donde pasaban aguas fecales. Cientos de afganos se metieron en ella tratando de llegar al aeropuerto. ¿Se puede describir de algún modo el caos que era aquello?
R. Cuando llegué por primera vez a la acequia el alma se me fue al suelo. ¿Cómo definirlo? La desesperación, el caos, el infierno son palabras que pueden definir cómo se encontraban los refugiados.
El atentado
P. La misión se desarrolló bajo una fuerte amenaza de atentado que finalmente se cumplió. ¿Dónde les pilló a ustedes? ¿Cómo sintieron la explosión y cómo se actuó entonces?
R. Minutos antes de la explosión algunos componentes de la unidad estábamos en la puerta Abbey intentando que los Marines americanos nos dejaran pasar para recoger una familia con la que habíamos contactado. Con la negativa de los Marines por una alerta de posible atentado, cambiamos de ubicación. A los 40 minutos de salir de esta zona, se produjo el atentado con los fatales resultados que ya conocemos todos.
P. Una explosión que se llevó la vida de una docena de militares americanos. ¿Se piensa en ese momento que le podría haber tocado a uno mismo?
R. Después de la explosión nuestro primer pensamiento no es para nosotros, era para la familia que estaba a la espera para poder entrar. Esto no es un sentimiento solo mío, sino de todos los componentes de la unidad. Con la negativa de los Marines de poder acceder al canal, tuvimos que enviar un mensaje a la familia afgana que estaba a la espera para que saliera de allÍ. Por suerte, horas más tarde supimos de ellos: habían escapado por los pelos y estaban bien.
P. ¿Es la misión de mayor implicación emocional a la que se ha enfrentado?
R. Sin duda. He estado en casi todos los conflictos en los que se han desplegado tropas españolas. La implicación emocional en este caso ha sido grande, somos humanos y… lógicamente tienes que sobreponerte a las situaciones difíciles.
P. Llega el momento de regresar, con el obligado adelantamiento de la fecha límite por el evidente compromiso de la seguridad. ¿Se piensa en las familias que no lograron superar todos los obstáculos y que se han quedado en Kabul?
R. Por supuesto, este es un pensamiento desde el minuto uno y lo que nos toca ahora es seguir preparados en caso de que tuviéramos que volver.
P. ¿Qué es lo primero que hace al llegar a España tras esta misión? ¿Sabían ustedes que habían sido tan protagonistas en los medios de comunicación?
R. Pues como siempre hacemos, dejar todo preparado para estar operativo y poder responder a la siguiente misión. En ningún caso queremos ni buscamos protagonismo y sabemos que lo más importante es la misión. Y la misión en este caso es el bienestar de los colaboradores afganos.
P. ¿Preparado para la siguiente misión?
R. Siempre, y nadie por delante [en referencia al lema que caracteriza al Mando de Operaciones Especiales].
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