El funcionamiento de la Cámara parlamentaria española es claro respecto a sus usos y costumbres: el grupo parlamentario con más escaños fuera del Gobierno es, de facto, el líder de la oposición, sin importar qué haya votado en la investidura. Pero los hipotéticos escenarios para formar Gobierno nos llevan a la siguiente pregunta: ¿quién será, en la práctica, el líder de la oposición si PP o PSOE se abstienen para facilitar un Gobierno del otro con Ciudadanos?
No hay duda de que teóricamente y formalmente el líder de la oposición en este caso, similar al que ha propuesto PSOE y C's para su investidura fallida o el que ha pedido Rajoy a Sánchez este sábado, serían o socialistas o populares fuera del Gobierno, pero, tal y como apunta profesor de Sociología y Comunicación política en la Universidad Complutense de Madrid, Luis García Tojar, a Vozpópuli, “el partido que se abstuviera quedaría debilitado para ejercer de oposición y el que quedase fuera de ese arreglo, a priori, recibiría todo el capital de simpatía de los descontentos”; y añade que si el partido que vote ‘no’ en ese caso es Podemos “no me cabe duda de que lo aprovecharán”.
La formación que lidera Pablo Iglesias en ningún caso salvo la gran coalición podría situarse como líder de la oposición
Sin embargo, la formación que lidera Pablo Iglesias en ningún caso salvo la gran coalición - con PP, PSOE y C’s – podría situarse como líder de la oposición; es más, pese al posible rechazo inicial de los votantes, el partido que se abstuviera podría recuperar el protagonismo mediático alineándose en contra del Ejecutivo, como sucede en la Comunidad de Madrid con Ciudadanos.
Este escenario, en el que el líder de la oposición vea ‘mermada’ su posición de crítica hacia el Gobierno, puede dar, en la práctica, una situación de oposición ‘bicéfala’. Esto es algo que se puede ver con más facilidad en el ámbito municipal, pero que la ‘nueva política’ puede traer al ámbito nacional. Ejemplos como el del pacto antiyihadista, en donde Podemos se situó como principal ‘oposición’, aunque estuvo presente de forma institucional en las reuniones, mientras que el resto de formaciones apoyaban el acuerdo es un ejemplo de esto. Mientras la mayoría en el Parlamento coincide en las propuestas una fuerza política importante se erige como portavoz de los descontentos, aunque no sea el líder de la oposición, obteniendo así la presencia mediática de la contrarréplica.
Un problema de credibilidad
Un caso que puede ilustrar el efecto que puede tener para los dos grandes partidos una abstención es el caso de la Izquierda Unida de Luis Carlos Rejón en 1994 en Andalucía, que efectuó el papel conocido como “la pinza”. Esta opción llevó al Parlamento andaluz a la legislatura más corta de su historia y al descalabro en escaños de IU, que pasó de los 20 que obtuvo en el 94 a los 13 que consiguió dos años después. No es que los votantes de la formación que lideraba Julio Anguita decidieran quedarse en casa o votar a otros –aunque cerca de 80.000 lo hicieron-, sino que gracias al ‘bloqueo’ por parte de la federación de izquierdas, que condicionaba completamente la votación en la Cámara votando ‘sí’ o ‘no’ en función de la medida, el PSOE logró aumentar sus apoyos en medio millón de votos y siete escaños.
De esta forma, y al igual que le sucedió también a Izquierda Unida en Extremadura en la pasada legislatura, tras su abstención que facilitó el Gobierno del PP de Monago, permitir para uno de estos dos partidos un Ejecutivo en el que no participen puede suponer una triste recompensa para sus votantes, que podrían no entender el movimiento, y del cual Podemos, en este caso específico, podría sacar una presencia mediática que le sitúe en ocasiones, en la práctica, como líder de la oposición.
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