La muchedumbre se agolpó a la puerta. Todos mandaban callar, pero los gritos no cesaban. Un señor, al que nadie conocía, se asomó a la ventana para tratar de calmar los ánimos. Alguien dijo que era el responsable de recursos humanos de Radio Televisión Española, pero no había manera de confirmarlo. En otro edificio del Campus de Somosaguas, nadie se atrevió a salir a dar explicaciones; en otro, un trabajador de una empresa de seguridad privada decía, “eso es todo lo que podemos decir”, y en otro, un joven que trabajaba como asistente logístico decía que “lo sentía mucho”.
En definitiva, nadie sabía nada. Más de cinco mil aspirantes a ocupar algunas de las 500 plazas de informador y comunicador que convoca el ente público estaban en ascuas. En total, el proceso de oposiciones convoca 1.470 plazas para personal fijo. Curiosamente, en la era de información digital y con la probable mayor concentración de periodistas por metro cuadrado del mundo, la información fluía a través de rumores y pantallazos.
A las 10:20h la imagen del sindicato USO empezaba a rondar. En ese momento, miles de periodistas se agolpan impacientes para iniciar un examen tipo test. Muchos llevan semanas o meses de intenso estudio, renuncias y maldormir. Las puertas no se abren. El anuncio de USO es ignorado, “es fake, vamos a estar a lo que estamos”, dice Sergio, periodista y documentalista que se levantó de madrugada para conducir desde Málaga a Madrid.
Poco después, la noticia aparece en diversos medios, los sindicatos que llevan días ofreciendo apoyo a opositores que incluso no están sindicados no desmienten al teléfono el rumor. Las puertas siguen sin abrirse, el examen debía de empezar a las 11h, pero es obvio que esta oposición tendrá el enésimo retraso.
Disculpen las molestias
A las 10:57, llega un email a los buzones de correo con un escueto mensaje: “Por motivos de fuerza mayor queda aplazado el examen de Información y Contenidos previsto para el día de hoy 29 de septiembre de 2024, anunciándose en los próximos días la nueva citación a la prueba. Disculpen las molestias”.
Las puertas siguen cerradas. En ese momento, con todos agolpados, afloran todo tipo de sensaciones que reflejan la condición humana: una chica llora histérica, un hombre de unos 50 años relee el email como tratando de descubrir algún designio esperanzador en ese párrafo, una mujer insulta, crecen los gritos, “¡tenemos que hacer algo!”
La tensión se palpa a empellones, hay ojeras y ojos enrojecidos ante el robo de unas oposiciones que llevan más de tres años retrasándose. “No podemos irnos sin más, hay que meterle fuego a todo”, dice un tipo fuera de sí. Pero ¿a qué o a quién? La fuente del problema no está allí. Nadie sabe cómo se puede perseguir a una filtración tramposa que ha sido delatada a tiempo, pero que, en aras de la justicia, termina por robar a cinco mil personas de golpe.
Poco a poco, la muchedumbre se dispersa. Está claro que si llega algo de información no será de manera física, sino vía móvil. Los ánimos se suavizan. Ayuda el hecho de que, a cada paso, los opositores se encuentren con amigos y compañeros que congratula ver. El desconsuelo colectivo aplaca la ira. Pero nada cambia, las puertas siguen cerradas.
Unos tiran de resignación, otros se van enfurecidos, otros hacen bromas. Pero el cansancio hace que, en una hora, los miles de opositores se hayan ido sin culminar un proceso para el que, algunos, llevan años preparándose. Este es el primer gran proceso de contratación que emprende la corporación de RTVE desde 2007. Hay caras conocidas de la televisión que tenían la esperanza de consolidar su plaza tras años de trabajo, Hay caras conocidas de otros medios. Hay periodistas de más de 50 años y jóvenes que acaban de salir de la universidad.
Las esperadas oposiciones de RTVE tienen más de 21.000 aspirantes para mil plazas, la mayoría para la categoría de informador que acaba de sufrir el enésimo esperpento. La filtración de las preguntas del examen tipo test llegó a oídos de sindicatos y dirección que decidieron cancelar el examen, sin proponer un test alternativo u otra solución a los 5028 aspirantes a periodistas. La causa ya está en manos de la Justicia por intentar contra el principio de objetividad en la Función Pública.
Quién paga los gastos
Juan viene de Portugalete, Carlos de Sevilla, César de Cantabria. Otra pareja que viene de Granada ha pernoctado en un hotel. Mónica, sin embargo, lo tiene más crudo, ha viajado desde Israel dónde trabajo para diversos medios como freelancer para hacer este examen interruptus. Su vuelo multiplica los gastos; pero, sobre todo, le he hecho estar ausente de su trabajo en un momento clave, con el asesinato de Nasralá en Beirut.
Otro chico explica que ha renunciado a ir a la boda de su propia hermana, que era la noche anterior en Valencia. Pero más allá de la logística del viaje a Madrid, RTVE afirma que se devolverán los gastos del viaje, está la incertidumbre y el dolor: tras tanto sacrificio, ¿servirá para algo?
Las academias dedicadas a la preparación de opositores estiman que la media para aprobar un proceso selectivo es de entre 12 y 24 meses de preparación para procesos de oposición normales. Pero estas no son unas oposiciones normales. Primero, porque no son regulares, no se realizan periódicamente. De hecho, desde 2007 no se realizaba un proceso a esta escala. Eso se traduce en una plantilla bastante envejecida en la corporación que tiene cerca de siete mil trabajadores, en la que los trabajadores interinos o eventuales representan alrededor de un tercio.
“Estamos malditos”, bromea Lidia, que viene de Córdoba para hacer el examen. No es el primer varapalo para unas oposiciones que se oficializaron en 2022 tras un acuerdo sellado en 2019. El ente público aspira a la contratación de mil personas. Eso afectaba a la modificación de su dotación presupuestaria que debe pasar por el ministerio de Hacienda y validarse en el Consejo de Ministros.
Una vez conseguida la convocatoria de oposición 1/2002, hubo una denuncia que ha vuelto a propiciar un retraso de un año. La Sala de lo Social de la Audiencia Nacional (AN) invalidó en 2023 la convocatoria tras una denuncia de CGT, CCOO, UGT, Sindicato Independiente de Comunicación y Difusión (SICD)y Unión Sindical Obrera (USO) , declarando nulos los requisitos de acceso a las oposiciones.
Las oposiciones exigían una “experiencia mínima” de un año, lo que atenta contra el principio de igualdad. Por último, este verano se detectó una brecha de seguridad, la propia RTVE denunció la descarga no autorizada de datos de la plataforma de sus oposiciones que gestiona la empresa CEGOS. Esto se sume al vergonzante episodio del examen cancelado este domingo por la filtración de las preguntas.
Un sistema inmovilizante
Que los sindicatos propiciaran la paralización de un proceso que llevan años reclamando es muy sintomático de las dinámicas internas de un ente que, a menudo, distan mucho de ser resueltas en lo político y obedecen más a flujos de poder internos y de desavenencias entre los propios sindicatos.
La dirección de la Corporación, representada en el Consejo Asesor y su presidente, toman gran parte de las decisiones conjuntamente con los sindicatos como contraparte simétrica. Eso hace que cada paso del ente venga de eternas negociaciones y contrapartidas. No fue así ante la filtración del examen, ya que, oficialmente, la decisión de cancelar el test del día 29 fue adoptada unánimemente por los sindicatos y la dirección.
La filtración de 83 de las 100 preguntas del examen está llena de incógnitas. El veredicto popular e informal que emergía de las primeras conversaciones, los corrillos de opositores el domingo 29 es que, ”al jurado se le va a caer el pelo”. El jurado es el responsable de la confección del test que supone el gran filtro para los miles de aspirantes.
Fuentes de los propios sindicatos explican al teléfono que habrá una nueva convocatoria, pero “no antes de un mes”, ya que los siguientes fines de semana están comprometidos con otras oposiciones a otros puestos. Los furgones de la Policía Nacional accedían al final de la mañana a los estudios de Torre España. A la policía si tuvieron que abrirle las puertas.
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