España

El origen del vocablo Mareta, que da nombre a la casa palacio de Sánchez en Lanzarote

Las primeras noticias conocidas sobre el vocablo mareta aparecen durante el siglo XVI y las ofrecen autores como fray Juan de Abreu Galindo, Leonardo Torriani, Francisco López de Ulloa y Andrés Bernáldez

Pedro Sánchez viene de vacaciones a Lanzarote y se aloja en un recinto propiedad del Estado que se llama La Mareta. La denominación del espacio diseñado por el arquitecto Fernando Higueras y el artista lanzaroteño César Manrique se debe a que formaba parte de la red de almacenamiento de agua de la isla y que data de 1913. En 1906, el rey Alfonso XIII visitó las obras de esa red hidráulica y se las renombró como las Maretas del Rey, según apuntan Javier de Cárdenas y Chávarri, Luis Maldonado Ramos e Ignacio Javier Gil Crespoen 'La ingeniería tradicional del agua en Lanzarote'. Es un término introducido en el archipiélago por los conquistadores normandos a principios del siglo XV.

Las primeras noticias conocidas sobre el vocablo mareta aparecen durante el siglo XVI y las ofrecen autores como fray Juan de Abreu Galindo, Leonardo Torriani, Francisco López de Ulloa y Andrés Bernáldez, entre otros, además de constar en documentos públicos coetáneos de estos historiadores. En todo caso, estos nombres circunscriben el uso de la palabra al ámbito geográfico de la isla de Lanzarote, aunque Bernáldez lo hace extensivo a El Hierro.

Cuando Higuera y Manrique comenzaron el proyecto de La Mareta debieron pensar en recuperar el concepto de la red de maretas formada por 16 aljibes con algo más de 3.900 metros cuadrados de solar con una acogida de casi 90.000 metros cuadrados. Pero la palabra 'mareta', que alude a una balsa artificial para recoger el agua de lluvia, puede ser un galicismo introducido en Canarias por los conquistadores normandos en el siglo XV y que desapareció del francés común, de tal manera que Alejandro Dumas tuvo que precisar su significado en una novela de 1850.

El investigador Antonio M. López, promotor de Proyecto Tarha, iniciativa que divulga la historia antigua de Canarias, explica que el español que se habla en las islas debe su excepcional riqueza a las aportaciones de los distintos idiomas que lo configuran -fundamentalmente castellano, portugués, francés y tamazight insular- y también al aislamiento geográfico durante siglos.

Precisamente esta conservación ha permitido la supervivencia de numerosos arcaísmos desaparecidos total o parcialmente de sus idiomas originales y un ejemplo de ello puede ser el de la palabra mareta, muy ligada a la agricultura y la sociedad isleñas.

En el Diccionario Básico de Canarismos de la Academia Canaria de la Lengua se ofrecen siete acepciones de la voz mareta y Antonio M. López se refiere particularmente a la primera, correspondiente a las islas de Lanzarote y Fuerteventura, por ser la más antigua: hondonada grande hecha en el terreno para recoger el agua de lluvia. En estas dos islas, prácticamente desprovistas de fuentes naturales de agua, existieron maretas en su antigua forma constructiva, y la más famosa fue la Gran Mareta de Teguise. Parece razonable considerar la expresión de las mares exclusivamente como un castellanismo, pero, sin embargo, prosigue el investigador, ciertos indicios hacen plausible "que estemos realmente ante un galicismo"

Existen al menos dos corrientes de opinión acerca de la etimología de la voz mareta, la que defiende que se trata de un diminutivo de la palabra castellana mar y la que postula que podría tratarse de un galicismo introducido en el Archipiélago por los conquistadores normandos a principios del siglo XV. "Sabemos fehacientemente que Maciot de Béthencourt, sobrino del conquistador normando Jehan IV de Béthencourt y teniente-gobernador de Lanzarote, dispuso en 1447 que el importe recaudado de las multas impuestas en la isla fuesen destinadas a la reparación de las dos mares de Famagui", explica.

No resulta dificultoso identificar dichas mares con maretas, a pesar de que el topónimo Famagui "nos resulta absolutamente desconocido", y que quizás podría relacionarse con la población de Güime donde consta, según un documento público de 1575, la presencia de dos de estas obras hidráulicas. A priori, parece razonable considerar la expresión las mares exclusivamente como un castellanismo, pero, sin embargo, prosigue el investigador, ciertos indicios hacen plausible "que estemos realmente ante un galicismo", pues Maciot de Béthencourt era francés, muy probablemente normando, y las primeras maretas se construyeron en las islas carentes de fuentes naturales de agua: Lanzarote, Fuerteventura y, si creemos a Bernáldez, El Hierro. Y precisamente estas tres fueron las islas conquistadas por las expediciones betancurianas.

La expresión francesa la mare hace referencia a una pequeña extensión de agua, estancada en una hondonada, natural o artificial, de escasa profundidad, y, por otro lado, nada impide una castellanización parcial del plural en francés, que derivaría en las mares. "No son necesarios profundos conocimientos de la lengua francesa para deducir que un diminutivo posible de la voz mare sería marette, que entronca directamente con la palabra mareta. Sin embargo, encontrar pruebas históricas del uso de este diminutivo en nuestro contexto no es trivial", puntualiza.

Con todo, una simple búsqueda en Internet descubre la presencia de la voz marette formando parte, además de la toponimia, del nombre de algunos establecimientos hoteleros en territorio francés, como apellido, e incluso como denominación popular de cierto tipo de conectores eléctricos. Y el profesor Marcial Morera Pérez en su Diccionario Histórico-Etimológico del Habla Canaria recoge la existencia de la palabra marette en el francés antiguo, propia del Pays de Bray, una pequeña región de Francia que "muy significativamente" se encuentra tan solo a unos 50 kilómetros de Grainville-la-Teinturière, feudo natal del primer señor de las islas de Canaria, Jehan IV de Béthencourt.

Después de algunas pesquisas Antonio M. López ha encontrado en la literatura clásica una elocuente demostración de la existencia de la palabra marette que además permite concluir que se trata, efectivamente, de un diminutivo de mare, hace referencia a una pequeña extensión de agua embalsada y ha desaparecido del francés común, al menos desde el siglo XIX.

"Encontramos esta hermosa prueba en la versión original en francés de la novela 'Ange Pitou' escrita por el gran Alexandre Dumas y publicada en 1850", precisa el promotor de Proyecto Tarha, quien indica que el propio autor introduce una nota a pie de página para explicar al lector el significado del término, lo que demuestra que la palabra sonaba extraña incluso a los lectores francófonos del siglo XIX, y que no aparece en las traducciones al español de esta novela.

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