La tensión que se palpa entre Yolanda Díaz y Pablo Iglesias es propia del lejano Oeste. El bombardeo premeditado del exlíder de Podemos a Sumar ha irritado al equipo de la vicepresidenta segunda, quien tras guardar silencio, se vio en la necesidad de advertir a su examigo de que no le debe nada y de que nadie, incluido él, va a decirle lo que tiene que hacer. El cabreo en el entorno de la 'dama roja' es mayúsculo.
Aunque en público la ministra de Trabajo sea prudente, su entorno se ha hartado e intenta cortar de raíz la ínfula de Iglesias, a quien algunos sectores de la militancia morada comienzan a ver con ganas de estar de nuevo en primera línea agitando a los suyos ante el posible desembarco de PP y Vox en La Moncloa: "Que se acuerde de lo que le pasó en Madrid. No creo que se atreva a regresar", zanja una fuente consultada por este diario en el núcleo más próximo de Yolanda Díaz. Lo cierto es que él mismo ha dejado de considerarse ahora el mejor candidato. Pero la gente de Díaz le da donde más le duele: en su "ego desmesurado".
En el equipo electoral de Sumar molesta mucho la influencia de Iglesias, porque le consideran un estorbo para la reconfiguración de la izquierda a la izquierda del PSOE. El razonamiento que hacen es que si ahora el exlíder morado vive de análisis políticos en medios y en su pódcast, que se dedique a ellos y a no a la política pura y dura en actos de partido que, además, cierra como si aún fuera el máximo dirigente del partido. Es más, le llegan a desafiar: "Si se dedica a la política, que vuelva".
Una relación rota
El propio Iglesias incide cuando le preguntan en que sabe separar los asuntos personales de los estrictamente políticos a la hora de hablar sobre Yolanda Díaz. Pero lo cierto es que la relación entre ambos está rota. No se odian. Pero no se hablan. Y la ruptura fue "dolorosa", como ya contó este diario. Iglesias se sintió engañado por Díaz cuando esta dejó de contarle (y consultarle) los pasos que iba a dar para crear su proyecto.
Pero hay más. El dolor de Iglesias es aún más profundo si cabe por el hecho de que considera que Yolanda Díaz es lo que es hoy día por él. Porque fue él y su partido quien la encumbró al Ministerio de Trabajo y a la vicepresidencia para que cogiera impulso y construyera su liderazgo desde el altar del Gobierno de España. Solo por eso, Iglesias exige a su examiga respeto para los suyos, porque cree que no se lo tiene.
Y es que el exlíder de Podemos se tomó como un desaire que la 'dama roja' diera hace un año el pistoletazo de salida de su proyecto junto a Mónica García (Más Madrid), Ada Colau (En Comú Podem) y Mónica Oltra (Compromís). Y sin nadie de la dirección estatal de Podemos. Cabe recordar que Podemos y Yolanda Díaz se necesitan, pero no se gustan. Son una suerte de matrimonio de conveniencia.
Pura conveniencia
El partido sabe que necesita a la titular de Trabajo para que su espacio sobreviva y ella sabe que, pese a sus esfuerzos por alejarse de los modos de las fuerzas políticas tradicionales, necesita la estructura interna y los cuadros intermedios morados para desplegar un tejido con el que llegar más lejos. Pero Iglesias vive con la amargura de ver cómo su partido está siendo arrinconado por el resto de fuerzas del cambio. Y, además, con la aquiescencia por Yolanda Díaz, porque ella es la primera que ha decidido separarse de la marca Podemos.
La guerra que asola a la izquierda y que tiene a Podemos y a Izquierda Unida a machetazo limpio por la conformación de listas de cara a las elecciones municipales y autonómicas no puede ser el preludio de nada bueno. Iglesias lo sabe y por eso zanja, insulto mediante, que nadie puede pensar que a una candidatura de izquierdas le puede ir bien en las generales si a Podemos le va mal en las municipales y autonómicas.
El exdirigente de Podemos sigue marcando la línea de la formación a través de sus tribunas en prensa y de sus intervenciones en algunas de las tertulias radiofónicas más escuchadas de España, consciente de que puede ganarle el pulso a Yolanda Díaz. Iglesias, según las fuentes consultadas, no tendrá reparo alguno en acelerar hasta el final. Casi hasta el punto de provocar el accidente que deje el coche de la izquierda siniestro total.
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