Pablo Iglesias lo volvió a hacer. El exvicepresidente segundo y exlíder morado, dedicado a la política desde los medios, volvió a hacer política pura y dura esta semana. El eterno referente del partido del 15-M "reventó", según definen fuentes moradas consultadas por este diario, el plan de parte de su grupo parlamentario al alinearse con las tesis de ERC y de Bildu para tumbar la reforma de la Ley de seguridad ciudadana, conocida como 'ley mordaza'. Y eso ha cabreado sobremanera a importantes sectores del grupo parlamentario de Unidas Podemos, que han visto cómo han perdido la ocasión de derogar una de las normas más polémicas del Gobierno de Mariano Rajoy; una promesa de casi toda la izquierda política.
Lo cierto es que el coqueteo de Iglesias y Podemos con los independentistas vascos y catalanes genera incomodidad en otras fuerzas del grupo confederal. Sin ir más lejos, en los 'comunes', ya que la competencia de los de Ada Colau con ERC es brutal en Cataluña. No se entiende casi nada de lo que votan Gabriel Rufián y sus doce compañeros de escaño en Madrid sin que sea un dardo al alma catalana de los morados. Los 'comunes', además, sabían desde el principio que ni ERC ni Bildu se prestarían a apoyar a una ley de seguridad española. Y consideran sus exigencias (que se eliminen las pelotas de goma del material antidisturbios de la policía y que se termine con las devoluciones en caliente de inmigrantes) como meras excusas, puesto que ni tan siquiera se pueden acometer a través de la ley de seguridad ciudadana, sino de leyes autonómicas y de la ley de Extranjería.
Para Podemos, no obstante, la culpa de que no haya reforma es del PSOE. "Es uno de los mayores fracasos políticos de toda la legislatura y no hay excusa que valga", explican fuentes oficiales del partido. El problema para la credibilidad del discurso de Podemos es que la negociación de esta reforma no la ha llevado directamente Podemos, sino Enrique Santiago, la pata comunista del grupo confederal y coportavoz de Unidas Podemos en el Congreso. El propio Santiago se enfrentó a Iglesias en Twitter y le dejó claro que lo que piden los amigos íntimos de Podemos con el material antidisturbios "es materia de las leyes de policía autonómica y del Estado". "La ley mordaza no menciona una sola vez las pelotas de goma. Tampoco en Cataluña [donde gobierna ERC] hay una ley prohibiéndolas. Unidas Podemos ha trabajado para eliminarlas, pero no conseguirlo aún no justifica cuatro años más de mordaza", se quejó.
Iglesias, no obstante, no se apea: "Entiendo que Marlaska tiene mucha presión de Jusapol [sindicato policial], pero ya es hora de terminar con un material antidisturbios impropio de un país que se dice democrático". El exlíder morado se prodigó en medios de comunicación catalanes, como Rac1, defendiendo la postura de ERC en Madrid, enfadando a sus colegas de los 'comunes'. Y eso que el texto que tumbó el Congreso en la Comisión de Interior fue presentado por el PSOE, Unidas Podemos y el PNV.
El romance de Iglesias con los independentistas tiene explicación: Podemos quiere meter en la cabeza de los españoles de izquierda que la única alternativa a un Gobierno de PP y Vox es una República plurinacional y social. Los morados, por ejmplo, están empeñados en atacar a la monarquía, porque saben que sólo apelando a una “identidad republicana” pueden conformar una mayoría aceptable en el resto de España de la que formen parte Bildu y ERC y que impida al PP y a Vox sentarse juntos en La Moncloa. El objetivo, además, es atraer a los secesionistas al timón del Estado para que se olviden de las aventuras secesionistas.
La intención de reformar la ley mordaza provocó un hondo molestar en la Policía Nacional, en la Guardia Civil y en otros cuerpos municipales y autonómicos. Las fuerza de seguridad entendían que los partidos querían limitar su capacidad de actuación ante desórdenes públicos. Uno de los puntos que criticaban los agentes era la posibilidad de celebrar concentraciones sin previo aviso, considerando que eso abría las puertas a manifestaciones sin el adecuado dispositivo policial. Asimismo, los agentes acusaban al Gobierno de permitir, con la reforma de la ley, la difusión de imágenes de los uniformados durante sus intervenciones en las que se les pudiera identificar.
Iglesias, picado
En verdad, Iglesias está picado. Y por culpa de la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, quien está a las puertas de anunciar su candidatura a la presidencia del Gobierno. Eso está propiciando que todos los partidos de izquierda que quieren sumarse a su plan comienzan a juntarse y a tejer alianzas. La foto de en Canarias de Más País, Verdes Equo, Compromís, Més per Mallorca, Coalición por Melilla, Movimiento por la Dignidad y la Ciudadanía de Ceuta, y la Chunta Aragonesista es la constatación. El problema es que a Podemos no le hace gracia.
Iglesias considera que su criatura política goza de la legitimidad para coliderar el espacio de Yolanda Díaz gracias a lograr el mejor resultado de un partido de izquierda radical en la historia de España. Y no solo, gracias a haber permitido, por su entrada en el Gobierno, el liderazgo de la vicepresidenta segunda. Ese es el motivo por que el que el exvicepresidente Iglesias demanda respeto y por el que ha lanzado un órdago a Yolanda Díaz: primarias para todo con el único fin de que los suyos (lo que queda de Podemos) no se queden si sitio privilegiado en Sumar. Pero la influencia de Iglesias no solo molesta a Díaz. También a sus excompañeros de escaño.
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